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lunes, 19 de enero de 2009

Dicci�n Desnuda: ENTRE LAS LOCURAS DE AMOR DE ROWNY PULGAR

Dicci�n Desnuda: ENTRE LAS LOCURAS DE AMOR DE ROWNY PULGAR

lunes, 12 de enero de 2009

El idiota latinoamericano II

Figuraba ser una pandemia extinta, una gangrena caracterizada por el fanatismo y la terquedad. Una visión unidireccional que no atina o no quiere atender advertencias, por la sola razón de considerarse dueños de la verdad. Una demencia que parecía llegar al final, con el fin mismo de un dictador que asoló la tierra cubana y pretendió seguir engañando al mundo con su sistema social represivo, confiscatorio y monárquico.

El virus vuelve a causar estragos. Extremistas de Venezuela, Bolivia y Ecuador deliran al son de viejas tonadas donde los escombros de criminales revoluciones aún no saldan la cuenta de sus víctimas. Acontecimientos como: La desintegración de la Unión Soviética, la caída del Muro de Berlín o la autoeliminación de un socialismo fracasado parecen no ser comprendidos por sus intelectos y contra corriente pretenden avanzar hacia el pasado, buscando sobre la base de la falsedad instaurar medidas cancerosas en contra el desarrollo de los pueblos.

No ha mucho tiempo, el fantasma de las privatizaciones rondaba los escenarios económicos. Se asociaba empresa privada con explotación laboral, megaenriquecimiento y utilización del ser humano como mero implemento de producción. Todas estas creencias, tienen una base de verdad, pero, al fin y al cabo, son estas empresas las que mantienen las economías de nuestros países, donde a pesar de nuestro gusto y comodidad, el capital y el mercado son elementos ineludibles de nuestra sociedad.

Es aquí, donde el Estado está llamado a ejercer con equidad, firmeza y conciencia social. El fin primordial del Estado no es administrar sus empresas. Las empresas estatales son clara demostración de improductividad, ineptitud, vagancia y corrupción. Preguntémonos: ¿Qué empresa del Estado funciona eficientemente? ¿Estaríamos de acuerdo con atracos al pueblo perpetrados en empresas como Petroecuador, donde para nadie es vedado el botín que se reparten en sueldos que no justifican su labor? ¿La seguridad social de nuestro país, atiende con dignidad a nuestros ancianos y a nuestros enfermos? ¿Al pensar en la burocracia, la relacionamos con eficiencia, buen trato y profesionalidad, o son representación de un Estado agónico que nos sumerge en el subdesarrollo por el único fin de mantener a sus líderes en un sitial de egoísta privilegio en contra de los intereses del pueblo.

El Estado no puede hacer la veces de un padre bonachón que distribuye entre sus hijos todos los bienes obtenidos, a sabiendas que la riqueza es un bien que necesita producirse. De qué nos serviría un Estado que reparta entre todos sus habitantes los bienes que confisque a empresas y personas, si sabemos que esos bienes serán malgastados y no generarán inversión ni producción. Un claro ejemplo: De qué sirvió la redistribución de tierras en el campo, si quienes las recibieron no las trabajan y prefieren emigrar a las ciudades a fomentar el subempleo o a su vez prefieren sobrevivir con un bono estatal, que lo único que fomenta es la pereza y la mendicidad.

El Estado debe propiciar la inversión con políticas económicas que incentiven a las empresas a traer sus capitales, y no ahuyentarlas con inseguridad política o reformas tributarias que en término final son canceladas por el inocente pueblo, a quien directa o indirectamente se le endosan todos los gastos. El Estado controla, legisla y sanciona el accionar de las empresas; sirve como mediador entre el inversionista, que es obvio debe obtener réditos económicos, pero sin atentar contra el obrero o el consumidor.

El idiota latinoamericano I

El diccionario de la Real Academia, aplica el término idiota para alguien que padece de idiocia, es decir, un trastorno mental congénito. Se dice también de todo aquel engreído que habla u obra sin fundamento. En última instancia se aplica a cualquier tonto, corto de entendimiento. Sea cual sea la definición en algún momento, todos obramos o actuamos sin sano juicio.
La experiencia cuesta lágrimas -afirma la voz popular- A muchos países y sociedades le ha costado más. Fuera de teorías científicas, buenas intenciones, o sonadas revoluciones, la historia y el tiempo son los mejores elementos para juzgar la efectividad o no de un modelo social o económico. La ilusoria época de guerrillas, cultos a Marx o idolatrías por algún barbón, que sin ser Jesucristo pretende serlo, son símbolos de un proceso social que ante la ineludible realidad, constituyen el prototipo de un eminente fracaso. A pesar de lo visto y experimentado seguir creyendo en socialismos, peor aún, seudo socialismos, es clara muestra de ceguera intelectual o fanatismo.
¿A quién se puede engañar con la fantasmagórica visión de una Cuba esplendorosa, si la desesperación de su gente habla por sí sola? ¿O es que los cubanos son tan orates, que prefieren abandonar un paraíso para exponer sus vidas en frágiles balsas sobre un mar infestado de tiburones? ¿Se puede hablar de equidad social en un país, donde como siempre, el único sacrificado es el pueblo, mientras sus gobernantes disfrutan de los placeres de una revolución que los ha mantenido en un sitial monárquico sin ninguna restricción para sus bolsillos o sus placeres? ¿Cómo se puede permitir que a pretexto de una falsa eliminación de clases sociales, se reprima el fundamental derecho a la libertad, mientras un zarismo disfrazado regenta con alevosía y muerte?
Que no arda el pretextuelo de afirmar: “Cuba es una gran potencia deportiva. La medicina y educación cubana son las mejores del mundo”. Meritorios los avances alcanzados en estos aspectos, pero, el buen nivel de vida de una nación no se limita a dos o tres ámbitos. La calidad de existencia de un pueblo se refleja en el bienestar general de toda la población y el secreto a voces sobre la pobreza, la prostitución y el retraso cubano, son elementos que a pesar de los intentos por ocultarlos, destellan como gran ejemplo de la ruina a la que podemos llegar si imitamos idioteces, o nos embarcamos en odiseas revolucionarias, que de revolución no contienen nada, porque revolucionarse no es tornar al pasado ni al retraso.
En lugar de admirar y aplaudir a un dictador que por casi cincuenta años y sobre la base de la vida de muchos inocentes, ha engañado a muchos con peroratas y mentiras, o pretender imitar los deslices de una esquizofrénico que aquí en Latinoamérica y a estas alturas de la historia pretende gobernar al estilo de los desquiciados emperadores romanos, es hora de poner los pies sobre la tierra, colgar atrás de un armario la boina de Guevara o la camisa con motivos incaicos y ocuparse de gobernar con equilibrio y sabiduría.
No es malo que en algún momento de nuestra existencia hayamos tenido la idiota idea de refundirnos en alguna selva con cualquier guerrilla, para así graduarnos de criminales, quitar todas las posesiones a los que trabajaron, repartir éstas entre muchos que no quieren hacerlo y con el ganado título de socialista revolucionario dilapidar los bienes del pueblo. No es malo que hayamos correteado por las calles al ritmo de alguna canción folclórica con lengüetazos de protesta. Lo pésimo y anormal es seguir creyendo que los lineamientos de un sistema económico que cobró la vida o la tranquilidad de muchos seres humanos, sea la solución para la crisis que vivimos.

viernes, 2 de enero de 2009

CARTA AL PADRE

La crisis general de inicios del Siglo XX, crea profundos signos de desarraigo existencial, que se ahondan con las secuelas de la Primera Guerra Mundial. A este ambiente corresponde el quehacer literario de uno de los grandes escritores universales: Franz Kafka: autor de ascendencia judía, nacido en Checoslovaquia, quien a través de su narrativa, recrea situaciones humanas rodeadas de manifestaciones absurdas y simbólicas. Su famosa “Metamorfosis”, al estilo de novela abierta y rasgos de realismo fantástico, narra la permutación humana frente a una sociedad fría e indiferente.

Carta al Padre, es otra obra de este autor. Una polémica censura del escritor hacia su progenitor. Lo describe como al hombre insensible, autoritario, déspota, nada acorde con el sentimiento paternal. Para Kafka hijo, la principal razón de su inestabilidad y posterior fracaso personal – afectivo, fue la sombra paterna. Una figura estremecedora; doblegada por la practicidad, para quien el sentimiento, el amor, la ternura perecieron en algún lugar de la memoria.

A simple vista muchos pueden o podemos justificar, y hasta solidarizarnos con la actitud del hijo, quien durante el resto de su vida llevará, cual atroz rémora, el recuerdo de una infancia difícil. Mas, nadie puede negar que la felicidad o la desolación individual es responsabilidad de cada persona. La visión infantil tiene considerables limitaciones, pero el horizonte de un adulto debe necesariamente incorporar en su esencia, acciones como el perdón, la no mirada hacia el pasado, la liberación personal.

No se puede imputar responsabilidad en el éxito o fracaso humano a otras personas. Cada individuo elige los mecanismos necesarios para elevar su triunfo o hundirse en el infortunio. Es un vil chantaje, observar como en la actualidad, muchísimos jóvenes (hombres y mujeres) al no vivir en medio de una familia clásica; es decir una familia donde por migración, divorcio, pobreza u otros factores, no sea la típica reunión de padre, madre e hijos. Tomen esta situación como pretexto para generar lástima, no rendir en los estudios, negarse a tomar responsabilidades; fingir traumas o sufrimientos que para nada existen cuando se trata de perder el tiempo en la calle o con los amigos.

Se dimensiona la responsabilidad de los padres para otorgar hijos felices al mundo. Una responsabilidad ineludible y cierta. Pero, al mismo tiempo se debe establecer, cuál es el aporte que un hijo/a da a su entorno familiar. Si bien, referente al tema del comportamiento humano no existen reglas rígidas, basta observar y comprobar como muchos niños/as, adolescentes; a pesar de vivir un clima de profundas heridas emocionales, han surgido luminosos y triunfadores; en su contrario, innumerables ejemplos de hijos/as que bajo una atmósfera de estabilidad total, han volcado sus existencias al fango y la destrucción.

La típica excusa de ser incomprendidos no tiene fundamento frente al esfuerzo que en la actualidad los padres deben realizar para solventar un hogar. No con esto justifico el menor tiempo compartido entre familia, pero frente a realidades irreversibles, los ajustes son necesarios; por tanto, hoy no es la cantidad de tiempo compartido sino la calidad del mismo.

Reitero. Cada ser humano, es resultado de sus decisiones. El hecho de poseer una inteligencia superior a la de otras especies nos compromete a forjar una vida digna, donde los obstáculos del diario vivir, las desilusiones, el desamor, la traición y más adversidades sean superadas con altura, tesón, autorrespeto. Sin aceptar jamás la lástima de otros, porque un ser humano que inspira lástima pierde su valía personal. El ser humano es demasiado sublime como para ser mirado con la bofetada de la compasión.

El sadismo de la fiesta brava

Ave, Caesar, morituri te salutant. (Ave César, los que vamos a morir te saludamos). Con esta proclama, los gladiadores de la antigua Roma, iniciaban su cruento combate. Sangriento exhibicionismo atiborrado de muerte, desazón y brutalidad; donde muchos no tenían la opción de huir, porque de por sí, su condición de esclavos o prisioneros los condenaba a suerte tan desdichada. La multitud asistente a este incivil espectáculo clamaba frenética ante los despiadados crímenes. Con ojos desencajados, voz desecha; pedían a gritos la continuación de tan ruin entretenimiento. Frente a ellos, un orate con ínfulas de divinidad, al fugaz movimiento de su dedo pulgar decidía entre la salvación o la muerte.
Un acto entendible, aunque no justificable, si lo ubicamos históricamente en la edad antigua. Época donde el ser humano recién perfilaba en la construcción de sistemas de ética y valores. La evolución y el aprendizaje del ser humano son fruto de millones de años de evolución. Desde el austrolopithecus hasta el homo sapiens, nuestra especie adquiere habilidades y conocimientos que lo ponen a la cabeza de otras. La inteligencia humana se acrecienta a la par que se desarrollan también las grandes culturas. A pesar de los desatinos que comete durante su desarrollo, el hombre parece doblegar de a poco su tendencia animal, hasta llegar a trascendentales propuestas como los Principios de la Revolución Francesa, la promulgación de los Derechos Humanos, las leyes de protección animal, entre otras muchas conquistas, propias de un mundo civilizado.
Un escollo no superado en este camino, es el espectáculo taurino. Diversión llena de sadismo, donde al igual que en el viejo coliseo romano, se rinde tributo a la tortura, a la perversión. Al son de clarines o pasodobles, un desventurado animal recibe una espantosa muerte. Frente a un público exacerbado, la infeliz bestia clama por su vida: se irrita, tiembla, agoniza con amargura. De su lomo despedazado por las banderillas brota la sangre, extraño vino que parece encender más a un público lujurioso, que entre aplausos, sombreros y pañuelos glorifica la crueldad y la ignorancia. No escapan de este lúgubre acto los pequeños/as, a quienes quizá sus padres recriminan por la violencia que miran en la televisión o en los videojuegos, pero que al llevarlos a tan depravado evento, los encumbran en la escala más alta de la impiedad.
Como trágica antítesis, estas celebraciones aberrantes son bautizadas con nombres divinos. ¿Acaso creemos que el buen Dios se siente favorecido porque a un acto de salvajismo se lo bautice con alguno de sus nombres referenciales? En paralelo de costumbres, los toreros invocan el auxilio de la Virgen María, al igual que ciertos sicarios, que antes de asesinar oran para no errar en su propósito. ¿Es entendible que una mente del siglo XXI actúe de tal manera? O éstos, son hechos que conceden razón a Einstein cuando afirma: “Hay dos cosas infinitas: El universo y la estupidez humana”.
Como seres civilizados, debemos abandonar las bestiales costumbres del pasado. Perfilarnos hacia actividades ajenas a la brutalidad. Existirán muchos detractores que pretendan justificar la existencia de esta manía, por que atrás de ella se esconde el burdo interés económico, que en sentido real, es fin fundamental para mantener esta lamentable tradición. Aspiro que en pocos años demos un paso más en nuestra escala evolutiva. Excluyamos definitivamente de nuestra cultura este macabro rito que nos ubica en nivel inferior a las fieras. Los animales matan por necesidad o instinto; El hombre no debe matar por diversión.

DE LA GUERRILLA Y OTRAS LOCURAS

De manera sorprendente en el país se publicó la noticia del aparecimiento de un nuevo grupo armado y digo sorprendente, porque, después de haber experimentado tanto dolor en diferentes países del mundo, de nuestra América Latina y más cercanamente en nuestra hermana Colombia, es inaudito creer que existan personas que pregonen un cambio social a través de la violencia armada.

Al parecer, algunos seres humanos no terminamos de comprender que el asesinato, el crimen, los atentados... nunca fueron ni serán la solución para el conflicto o deterioro interno de un país. La frase (aunque horriblemente repetitiva pero cierta) “ la violencia engendra más violencia”, es una verdad absoluta; sobretodo si consideramos que las vidas apagadas durante tales enfrentamientos, son vidas de seres inocentes: ¡Cuántos niños/as mutilados! ¡Cuántas familias separadas o arrancadas de su tierra!. ¡Cuántas madres que no cesan de llorar a sus hijos!, ¡Cuántos seres sin hogar, sin identidad, sin vida!

¿Acaso, eso es lo que deseamos para nuestro país? ¿Deseamos salir a la calle y sentir tras nosotros la sombra de un atentado, una explosión, un coche bomba? ¿Deseamos una existencia colmada de inseguridad o incertidumbre, donde en la mañana miremos a nuestros seres queridos y más tarde tengamos que recoger o identificar sus restos?, Porque esas son las acciones de las famosas guerrillas, de los llamados “guerrilleros”, que en término real deberían llamarse asesinos o desquiciados; y en término mas cierto todavía, deberían decirse fantoches, porque nos son más que títeres de reducidos grupos, que desde la seguridad de un seudo liderazgo ven derramar la sangre de otros, extinguirse la vida de otros, pero jamás exponen la suya.

Por el momento, no tengo fórmula ni propuesta para sugerir una honda trasformación social, política o económica, pero, sí estoy convencido que el odio no es el camino. La venganza, el rencor, el crimen, no son senderos hacia la justicia. Y para ejemplificar aún más esta aseveración me permito citar a dos hombres extraordinarios que son la mejor demostración de un cambio sin violencia. Jesucristo con su teología del perdón, del amor en toda la dimensión de la palabra. Para quien quizá no cree en su doctrina o su humanidad, indiscutible entonces la grandeza de espíritu de Mahatma Gandhi. La no violencia requiere de más resistencia que una lucha armada, la no violencia exige una certera valentía como quedó demostrado con el movimiento que propició este verdadero líder.

A ellos sí les podemos calificar como guerrilleros, porque le hicieron guerra a la desesperanza con esperanza, al odio con perdón, a la afrenta con tolerancia a la violencia con compasión. Si piensa usted que ser guerrillero es provocar inestabilidad, crueldad o lágrimas, le recuerdo que esa tarea ya la cumplieron bien muchos tiranos. Si quieres llamarte guerrillero, entiende que ningún cambio es valioso si se ha sacrificado una vida humana.