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martes, 29 de diciembre de 2009

EL FANTASMA DE LA JUSTICIA

Tan difícil definir la justicia. Aquella palabra que hoy más que nunca, suena y resuena en la boca de politiqueros mentirosos, quienes por arte de encanto en épocas de elecciones descubrieron que en nuestro país reina la injusticia. Se entiende por justicia a una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece. Se dice que es el conjunto de todas las virtudes, por el que es bueno quien las tiene; o es también aquello que debe hacerse según derecho o razón.

Incontables movimientos de poca y gran escala se han originado alrededor del planeta y de las épocas con el fin de alcanzar la justicia: predicadores, líderes, filósofos hablan de ella como la meta ideal, el horizonte humano a conquistar; pero, hasta qué punto el sentido del ser natural puede imprimir en su existencia el sello de la equidad. Por experiencia sabemos, que aquello que resulta bueno para unos, termina siendo nocivo para otros. La sentencia o juzgamiento de un llamado “culpable” recae sobre el más inocente y se expía a quien en esencia es el lejano culpable.

La sociedad juzga a los hombres pero nadie juzga a la sociedad que los forma. Sentenciamos a la prostituta, al delincuente, al mendigo, al loco, al suicida, pero nadie juzga a los manipuladores de la conciencia colectiva que asesina con una descarnada publicidad donde aprendemos: “si no tienes dinero no vales”. Nadie juzga a quien elegantemente trafica con los recursos naturales de un pueblo, (sería interesante saber a donde se destinarán los dineros que se obtendrán en esta nueva bonaza petrolera); nadie responde por daños ecológicos, deterioro del medio ambiente, robo de especies animales o vegetales. Lucen en la impunidad tantos casos de mala práctica médica, verdaderos asesinatos que parecen no interesar a ninguno. Tantos empleados de empresas públicas y privadas son arrojados al desempleo luego de años de servicio con indemnizaciones miserables, paupérrimas pensiones (no olvide que el Magisterio Nacional es la rama profesional menos reconocida, pese a la importancia que la educación debe tener en todo ámbito social). Ancianos a quienes se lo trata de “viejos” como estigma de inutilidad o estorbo, luego de haber bebido su juventud que en mayor o menor escala fortaleció la sociedad en su momento. Profesionales de alta calidad, pero, desempleados por no tener “padrinos” que los ubiquen en un cargo donde por lo general se encuentra gente sin la preparación debida.

¿Existe acaso la justicia? ¿Tenemos realmente lo que merecemos (sea esto bueno o malo)? ¿Es justo sentir o saber el hambre de tantos niños y niñas en nuestro orbe mientras en muchos sectores del mismo mundo se dilapidan fortunas en lujos exorbitantes? ¿qué tan real es la aplicación de la ley que en unos casos condena acciones no justificadas pero hasta cierto punto necesarias como el robo de comida; y en su opuesto premia con indultos, rebajas de pena, a gente que ha saqueado fortunas, torturado, asesinado o quebrado las aspiraciones de una comunidad entera? ¿Es justo premiar el don maravilloso de la vida con la muerte?

La existencia es una constante interrogante; la justicia es la búsqueda de aquella respuesta a un mejor modo de ser y de vivir. La primera justicia es la paz interior de sentir que hacemos lo correcto. Ser leales a nuestros sentimientos, a nuestras aspiraciones sin dañar la integridad de otros seres humanos. Luchar por las grandes conquistas sin arrasar o pisotear lo que se interponga en nuestro paso. Mirar la luz sabiendo que es para todos y no un privilegio individual. Creer en uno mismo y a pesar de todas las contradicciones que se dan en los ojos de otros, estar dispuestos a dar todo por el ideal que buscamos. No podemos crear, ni hablar de justicia si antes no somos justos con nosotros mismos.

El arte nos dignifica

El arte es la percepción de lo bello, que no necesariamente es advertido por todo ojo. Es la contemplación de la sensibilidad que no siempre es advertida por todo espíritu. No porque la humanidad sea dividida ambiguamente en seres perceptibles a la estética y someros monolitos que no pueden extasiarse ante el ritmo, la forma, el movimiento o los colores. Sino, porque la captación del arte va ligada con una búsqueda individual del gozo estético. Al igual que todo conocimiento humano, éste se lo aprende y entiende tras un privativo interés, donde se amalgaman el grado de compromiso personal, el afán que tengamos por la cultura y la humildad que nos permita entender la grandeza de otros.

Son tristes las sociedades donde el arte ocupa un espacio de desamparo. Donde el artista es considerado un proscrito del mundo a quien hay que acudir cuando se requiera complementar un evento; bajo la idea, que su colaboración y trabajo, en el mejor de los casos, son cubiertas con un fingido gracias y un aplauso. Aunque nos pese, nuestro medio colectivo es parte de esta idiosincrasia. Tenemos tal depreciación de lo intelectual, que por ejemplo, en el caso de los textos publicados, los tasamos según el número de hojas; en el caso de la música, si es un grupo femenino, lo valoramos según el grado de desnudez de las “artistas”. Frente a un cuadro surrealista, fluye el ingenuo comentario: “Pudo ser pintado por un niño de escuela”.

Aunque sea por demás injusto, el artista muchas veces está condenado a la soledad, la pobreza, la ingratitud y la incomprensión, pero siempre más allá de lo humano, el cultivo del arte nos dignifica.

EL ALQUIMISTA

De acuerdo a la definición del diccionario, se calificaba como alquimista, al hombre que profesaba el arte de la alquimia; entendiéndose por tal, al “conjunto de especulaciones y experiencias, generalmente de carácter esotérico, relativas a las transmutaciones de la materia, que influyó en el origen de la ciencia química”. En pocas palabras un cambio maravilloso con resultado espectacular. Este interesante título,”El alquimista”, figura como una de las novelas más difundidas del escritor brasileño Paulo Coelho, quien a pesar de su pobre calidad literaria, se ha convertido en un exitoso vendedor de libros; muy entendible si consideramos que hoy el gran interés de muchas editoriales es vender y conseguir altos niveles de ventas, antes que promover obras de verdadera valía artística y literaria.

El fin de este artículo, no es presentar una crítica sobre la obra, porque para ello debería centrarme en un análisis exhaustivo de innumerables aspectos sociales, políticos, culturales y muchos otros, que rodearon al aparecimiento de la misma. Mi visión es resaltar el valor que existe en todo libro, sin ser éste la excepción; ello me lleva a considerar la idea fundamental del mismo, donde se destaca simbólicamente la alquimia del ser humano; es decir el gran cambio que una persona puede experimentar cuando descubre la fuerza interior que posee. La búsqueda que el protagonista de la obra realiza entre sus páginas, lo lleva a descubrir que nada de lo exterior se puede cambiar si el ser interno no se mueve; la revolución primera viene desde la condición personal que busca mejores espacios de ser y existir.

La valoración del presente se considera como el gran paso para la conquista de una felicidad que si bien es cierto no es imperecedera, sirve para fortalecer el sentido del vivir. Tras congojas y sinsabores se halla la oportunidad del adelanto personal; la construcción de una “Leyenda personal”, como señala el autor. Cada individuo es responsable de su propia existencia; para ello cuenta con grandes dones: la inteligencia, el conocimiento, la esperanza y me atrevo a decir: la capacidad de soñar.

Lo sueños son antesala de grandes conquistas. La mente de los soñadores ha cambiado el curso de la historia y la forma de vida en el planeta. Pero, no basta con soñar, hay que tener la valentía de arriesgarnos a todo por alcanzar lo anhelado. En medida de la grandeza de nuestros sueños, también será el tamaño de las dificultades a vencer; las dificultades son la oportunidad para demostrar el oro que llevamos en el espíritu y la mente, porque soñar no es fantasear. Los sueños parecen imposibles, pero de acuerdo a la medida que los amemos, los podremos conquistar.

Hoy que vivimos épocas de incorporaciones, nuevos bachilleres y grandes decisiones, es el momento de apoyar e inspirar a los soñadores. La elección de una carrera o una meta, debe darse bajo la emoción de una conquista; vislumbrase a sí mismo ejerciendo la profesión o la forma de vida por la que se pretende luchar; mirarse con una imagen de felicidad que tampoco es sinónimo de riqueza material. El éxito no se mide en la cantidad de dinero que se consigue sino en la cantidad de alegría que sentimos y que podemos compartir

“El hombre es mortal por sus temores e inmortal por sus deseos”, decía Pitágoras. Si vamos en pos de un amor, una profesión, un negocio o cualquier otro sueño, enfrentemos los temores, venzamos los miedos, derrotemos prejuicios, luchemos contra el mundo y sólo así podremos decir: Somos soñadores capaces de conquistar lo que amamos.

DESCUBRIENDO LA AMAZONÍA

La Amazonía es considerada como el último bastión para la riqueza y la defensa de la vida natural en nuestro planeta. Especies únicas en el mundo, biodiversidad fantástica y mágica forman un universo al que hoy debemos defender como el principal legado que podemos dejar para las generaciones venideras. Se ha dicho que el mundo es un lugar de tránsito para quienes respiramos en el ahora, pero con profundo dolor podemos contemplar la devastación de extensas zonas tropicales; selvas destrozadas por la cruda ambición del dinero, compañías petroleras a quienes no interesa la vida del animal ni del hombre, porque al acabar con los recursos de la tierra, también exterminamos la especie humana.

Frente a esta realidad en contra de la vida, creo pertinente manifestar en este trabajo el deseo de observar y dar a conocer el tesoro que los países de América poseemos porque solo se puede amar lo que se conoce. Mas, si bien es cierto que la Amazonía se extiende por nueve países del continente americano, quiero hablar de la selva amazónica desde mi Ecuador y sus provincias. Desde mi realidad como ecuatoriana y como joven a quien corresponde de alguna manera salvaguardar la riqueza que tan generosamente la naturaleza nos ha brindado.

La Amazonía ecuatoriana esta compuesta por seis provincias: de norte a sur, Sucumbíos, Orellana, Napo, Pastaza, Morona Santiago y Zamora Chinchipe. Tiene un clima muy cálido y húmedo con medidas térmicas superiores a los 28 grados centígrados. Esta región constituye una de las reservas del Ecuador puesto que guarda la mayor diversidad en recursos naturales, su biodiversidad, el agua dulce y una gran variedad de animales, plantas, aves y reptiles.
La principal fuente de ingreso del país se extrae de la Amazonía.. Tres de las provincias amazónicas, Sucumbíos, Orellana y Pastaza, son las proveedoras del petróleo nacional pues ésta constituye el eje principal que articula y genera el resto de la actividad económica, social y política del Ecuador. A pesar de esta gran riqueza, lo contradictorio se presenta desde la mínima prestación de servicios básicos donde la electrificación, la telefonía, el agua potable son precarios y accesibles a pocos, por tanto requieren de alternativas que puedan apoyar al acceso a éstos servicios imprescindibles.

La amazonía ecuatoriana comprende un área de 131.000 km2. En ella habitan 548.419 personas. Los pobladores de la amazonía son: nacionalidades indígenas, colonos, en su mayor parte, mestizos e indígenas de la sierra. Los grupos etnicos más importantes son los Siona, Secoya, Huaroani, A'i-cofanes, Quichuas, Shuar, Achuar y Shiwiar.
Las comunidades se dedican a la producción de especies propias de la zona manejadas tradicionalmente en la huerta achuar (yuca, maní, ají, etc.), enriquecimiento del bosque con especies maderables y no maderables y elaboración de artesanías con semillas y fibras naturales.

Las nacionalidades más grandes de la Amazonía son los Quichuas del Oriente y se encuentran en las provincias de Pastaza y Napo. Hay alrededor de 60 mil habitantes. Ellos hablan el mismo lenguaje de los Quichuas de la Sierra, pero tienen diferentes costumbres y formas de vida. También están los Shuar y Achuar en Morona Santiago y Pastaza. Estos grupos suman cerca de 40 mil nativos. Por su parte, los Siona-Secoya están en Sucumbíos. Los Huaorani, que viven entre Orellana y Pastaza, no gustan del trato con el turista. Para llegar a ellos hay que hacer contactos previos con la organización indígena Huaorani ONHAE. Otros grupos son Cofán, en Sucumbíos y Záparo en Napo.


Como una forma de frenar la indiscriminada explotación de los recursos naturales, en los últimos años se vienen implementando nuevas formas para generación de trabajo. Así, en la Amazonía existen cerca de 40 proyectos comunitarios dedicados al ecoturismo. En la provincia de Napo está el proyecto Ricancie, que agrupa alrededor de diez caseríos típicos que albergan a los turistas. Los viajeros participan en diferentes actividades como la preparación de alimentos típicos (chicha de yuca, por ejemplo), junto a los guías nativos y a los habitantes quichuas del lugar. Otro sitio es Aacllac, a pocos minutos de Tena. Se trata de un complejo de cabañas típicas, al igual que Cotococha, que también ofrece comodidades para hospedarse. Los viajes organizados por los operadores locales, comprenden recorridos por la selva o la navegación en los río Napo o Curaray.

En Pastaza, en cambio, está el proyecto Atacapi-Papangu. Puyo también cuenta con sitios como la reserva de Fátima, un zoológico que contiene varias especies animales de la selva amazónica. Muy cerca están el Parque Etnobotánico Omaere y la reserva Hola Vida. Igualmente, ofrecen la posibilidad de conocer la vegetación y la fauna del sector y adentrarse en las costumbres de las comunidades indígenas. La mayoría de lugares hospedan a los visitantes en cabañas o en las viviendas de los mismos nativos. La mejor forma de llegar a estos sitios es a través de las agencias de viaje especializadas en ofertas turísticas hacia la Amazonía. Las hay en Quito y Tena, principalmente.

Cerca de Puyo, está la reserva Hola Vida, desde donde es posible llegar hasta la cascada sagrada de los quichuas. En la comunidad Indichuris se puede participar de un ritual con un shamán de la selva. En Napo, a pocos minutos de Tena, en la comunidad de los quichuas del Oriente (Venecia Derecha), habitan shamanes que practican sus tradiciones ancestrales. Para llegar a ellos es importante visitar las comunidades indígenas cercanas o contactarse con un guía nativo.

En Puerto Bolívar, Sucumbíos, los indígenas de la comunidad Siona elaboran artesanías como canastas, coronas, shigras (bolsos de mano) y hamacas. Otras artesanías de la región son collares con semillas y la popular cerámica de barro cocido terminada con pintura vegetal. En la provincia de Napo (Tena, Archidona y Misahuallí) hay varios mercados artesanales donde se exhiben productos elaborados por diferentes comunidades. Shigras, hamacas, cerámicas, arcos, flechas, lanzas y cerbatanas, son algunos de los trabajos que se ofrecen al turista. Puyo, capital de la provincia de Pastaza, también cuenta con tiendas artesanales. Uno de sus monumentos importantes es la Macahua, símbolo de la artesanía de la región. En Macas (Morona Santiago) igualmente hay tiendas con productos artesanales. Y en Zamora Chinchipe, sus habitantes trabajan en la elaboración de shigras, hamacas, collares de semillas, adornos de chonta, lanzas, etc.


La amazonía es un universo infinito que sé no puede ser expuesto es líneas tan cortas, porque sus aspectos antropológicos, minerales, biológicos y naturales de hecho, son motivo de minuciosos y profundos estudios. Pero como estudiante y como joven, es mi deber, expresar mi desacuerdo en contra de la irreverente destrucción de este santuario natural; cito así, la frase que sirve como bandera a un grupo ecologista de nuestro país que manifiesta: “Solo cuando se haya secado el último río y muerto el último pez, el hombre se dará cuenta que no puede comerse el dinero”.

Estamos a tiempo de conocer, amar y preservar el tesoro de nuestras selvas amazónicas.

DERECHOS Y MÁS DERECHOS

Nada extraño, que cada 10 de Diciembre, a nivel nacional e internacional, se levanten oleadas de aclamaciones a favor de los Derechos Humanos. Esta declaración universal, adoptada en diciembre de 1948 por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas y compuesta de 30 artículos, busca promover y potenciar el respeto por los derechos de las personas y las libertades fundamentales.

La iniciativa internacional, por lo menos, ha servido para discutir sobre el tema. En la práctica, no deja de ser una lírica declaración recluida en un papel, y nada aplicada en los países del mundo. Al menos en el nuestro, no podemos aseverar que tales derechos se cumplan. Si partimos del respeto a la vida, vemos como, casi toda la población ecuatoriana, es silenciosa y lentamente asesinada cada día con políticas económicas y de Estado que estrangulan la vida. Muchos hablan de respetar la existencia, al no quitarla de manera violenta, pero, ¿acaso no es un crimen abominable la manera como los regímenes de turno asesinan con su corrupción o maquiavelismo? Sin mencionar de manera “destacada”, todos los crímenes sumergidos en la impunidad y atropello de las inoperantes casas de salud.


Los derechos pregonan la educación como inalienable derecho para las personas. En nuestro país, esta actividad, hoy es un lucrativo negocio que segrega al estilo medieval a cuantos carecen de un notable rubro económico para solventar sus estudios en un determinado centro educativo de cualquier nivel. Las instituciones educativas gubernamentales, por regla general, ni siquiera cuentan con aulas ni mobiliario adecuados para la enseñanza - aprendizaje. Y aunque sea increíble, en pleno siglo XXI, en Ecuador, aún concurren índices de analfabetismo.

El derecho a la libre expresión, no existe al momento de manifestar nuestros criterios, so pena de recibir un trato discriminativo en nuestros puestos de trabajo, en la misma relación de amigos, pareja, donde nos vemos forzados a esconder lo que en verdad deberíamos decir, para no “ser mal vistos” por nuestra idiosincrasia.

Se habla sobre, el derecho a la inviolabilidad de domicilio, pero, no tenemos un domicilio cierto. En nuestro país, la vivienda de muchos compatriotas es un envoltijo de plástico, palos retorcidos, covachas sobre el fango. En otros casos, los ecuatorianos somos víctimas de arriendos usureros, que limitan nuestras posibilidades de existir con dignidad.

Es necesario también, citar aquellos derechos que deberían por lo menos mencionarse como elementos para el crecimiento personal. El derecho a no estar donde queremos. Es decir, poder abandonar o no acudir a un sitio que en realidad no deseemos. Al obrar por exigencia y no por libre albedrío, perdemos nuestra esencia humana; nos volvemos prisioneros de las circunstancias y así arrastramos cadenas generalmente impuestas por alguna religión carcelera y depresiva.

Juzgo necesario, sobredimensionar el derecho a amar. Amar nuestros sueños, nuestros ideales, la carrera que elegiremos. La persona con la cual vamos a compartir este hoy, que si no lo aprovechamos se escurre indetenible entre nuestras manos.

Con toda pasión, amar esa extraña paz que sólo cada uno de nosotros podemos lograr, sobre la base de decisiones valientes y orientadas a una verdadera libertad de ser, creer y obrar.

El derecho al delirio, como decía Eduardo Galeano, creer en un nuevo mundo, un distinto horizonte donde se derrumben barreras de prejuicios, que nos han condenado a ser pecadores desde antes de nacer para luego ofrecernos un cielo hipotético como consuelo a una tristeza que buscan sembrarnos en el corazón. El derecho a delirar con una vida de reales seres humanos y no tristes sombras al servicio de las conveniencias, caprichos o deseos de otras personas, que siendo igual de valiosas nos pueden condenar a existir bajo de lo humano.

Del sensacionalismo y otras ignorancias

Resulta inherente en el ser humano su inclinación a la crueldad; la búsqueda del placer a partir de un sutil sadismo donde confluyen obscuridades síquicas que suelen ser delgados límites entre la cordura y la paranoia. La gente parece extasiarse ante la contemplación del desastre; gozar secretamente con la visión de lo macabro, como si un raro morbo habitase en los lóbregos recovecos de la mente.

A esta inclinación natural, súmase la inescrupulosa actividad de revistas, programas televisivos y seudos medios de comunicación, que sin reparo, explotan esta debilidad humana y la potencializan a niveles aberrantes. Diarios denominados de “crónica roja”, no son más que inmorales explotadores de espíritus incultos e indigentes. Resulta ignominiosa la exhibición de fotografías donde se destacan feroces crímenes o atroces eventos. Sólo el irrespeto a la dignidad autoriza la circulación de imágenes sangrientas como si nuestra población fuese una tribu de caníbales o vampiros ávidos de sangre.

Sumemos a esto, el indiscriminado bombardeo de imágenes sexuales que a vista y paciencia de todos se ha convertido en una legal venta de pornografía a través de una villana prensa que hasta a institucionalizado un “día sexy” sin importarle en lo absoluto los fines para los cuales fue instituido el periodismo.

Mantener un diario en un país de poca inclinación a la lectura es obra titánica, pero, esto no justifica que para venderlo se acuda al sensacionalismo, la mentira o la obscenidad. Uno de los fines esenciales del periodismo es la orientación cierta para la población; la búsqueda de senderos que permitan derribar la ignorancia que nos mantiene anclados al retraso mental, origen mismo, del retraso económico y moral.

Un país que permite la existencia de una prensa promotora de inmoralidades, demuestra el poco nivel intelectual que posee. No se puede concebir como libertad de prensa la exaltación de la violencia, la infidelidad, el robo, la traición, el chisme y más actos de degradación social. Una sociedad, para crecer y mantenerse debe estar arraigada en vigorosas plataformas morales. La fortaleza de un pueblo no se mide en los índices bursátiles, sino, en los niveles de educación y ética de su gente.

Junto a esta enfermiza prensa, se agrega la difusión de ciertos programas televisivos que por la pobreza mental con la que han sido concebidos se tornan malcriados, repetitivos y groseros. Programas de tinte “humorístico” que no tienen otro fundamento que la ridiculización de personas y bromas de neta alusión sexual. Son tan poco creativos que se permiten repetir los mismos desgastados chistes en continuos episodios que no trascienden más allá de la patanería y la vulgaridad.

Quienes están a la cabeza de los medios de comunicación deben tomar para sí la responsabilidad social que tienen y no permitir que se menosprecie la intelectualidad de nuestra gente. Exhibir y difundir material como los señalados, significa que nos consideran paupérrimas mentes a la cuales hay que rellenar de basura, burlas idiotas o bizarras imágenes.

Somos lo que vemos, lo que escuchamos o lo que admiramos. Es hora de cambiar paradigmas y llevar nuestra mente a otros caminos.

¡Defendamos la Educación Particular Católica!

En el transcurso de su existencia, el ser humano se ha tornado conquistador de irrenunciables logros. Conquistas que afirman la evolución de su pensamiento a donde convergen experiencias históricas, ideales y razonamientos de grandes hombres y mujeres, que con su aporte, giraron el curso de la humanidad. Añádase a esto, el simple sentido común, que a pesar de llamarse común, en ocasiones se vuelve esquivo, sobretodo, cuando se deja opacar por la ambición, la obnubilación por el poder o el mísero egoísmo.
Con limitada visión de lo que significan criterios trascendentales como: la libertad, el derecho a la libre elección y la creencia religiosa, el actual gobierno arremete en contra de la Educación Particular Católica. No se trata únicamente del retiro de partidas fiscales a estas instituciones educativas o de institucionalizar la gratuidad de la educación. La realidad es que al acometer en contra de estos establecimientos, se niegan conquistas que por la vía de la legalidad y el esfuerzo se obtuvieron en su debido momento.
Amparado en un falso discurso de “Educación para todos”, el gobierno pisotea a un estrato educacional que con hechos ha demostrado eficiencia en el quehacer educativo. Retirar el apoyo a las instituciones católicas, implica atentar en contra de la libertad de miles de familias, que por generaciones, han visto en este modelo educacional una vía para preparar la espiritualidad de sus descendientes, haciendo uso de su pleno derecho a la libertad de religión y creencia. Es negar la posibilidad para que un gran cantidad de ciudadanos podamos acceder a este tipo de formación, porque es innegable que sin apoyo gubernamental, estos establecimientos están condenados a desaparecer u optar por un incremento considerable en sus pensiones; aspecto que redundará en la frustración de muchas familias, que al no poder pagar altos precios, y en contra de sus convicciones, serán forzadas a optar por otras alternativas. Para muchos, esto no es inconveniente, pero, para muchísimos otros, que también pertenecemos a este Ecuador, que también somos habitantes con derechos, este actuar es una acción que delata discriminación e injusticia.
Un gobierno que se jacta de “ciudadano” y que no respeta o vela por la igualdad de todos quienes conforman sus estratos, no es más que un gobierno mentiroso, ávido de saciar ideales políticos a costa del atropello de grupos con los cuales no concuerda. El gobernante, decía Platón, ante todo debe ser un individuo investido de sabiduría y moral. Son estos los principios que deben prevalecer antes de optar por una decisión.
Como vivimos en una sociedad política ególatra, sin conciencia, ni criterio valorativo, es muy posible que estas pretensiones del gobierno lleguen a concretarse; mas, a todos quienes como: alumnos, padres de familia, docentes o miembros de comunidades, que hemos hecho educación católica, nos compete elevar nuestro desacuerdo. En las aulas hemos difundido un Evangelio que no es Evangelio de cobardes ni traidores. El Dios que nos representa defiende la equidad aún entre las tinieblas. En medio de nuestras limitaciones, con aciertos y errores hemos hecho Patria y habremos de seguirla haciendo.
No estamos en contra de la educación fiscal porque aquella también es un derecho ciudadano, al igual que la nuestra. El hecho de ser diferentes no nos vuelve rivales, superiores o inferiores. Todos contribuimos para el progreso del Ecuador. Desde nuestra óptica cristiana exigimos el mantenimiento de nuestros derechos, libres de rencores o resentimientos. No sigamos juzgando a la comunidad católica por sus desaciertos de la edad media. Valoremos el aporte que por generaciones ha brindado a la Patria. Directa o indirectamente la mayoría de familias ecuatorianas se ha beneficiado en algún momento de esta educación, de tal modo que no convendría trasformarnos en los Judas que muerden la mano de quienes les enseñaron las letras y les inculcaron una mejor manera de vivir.

DECISIONES ACERTADAS

Cuántas veces, al momento de realizar una actividad, acudir a una reunión o tomar una decisión, lo hacemos supeditados a presiones exteriores: “El qué dirán”, la apariencias, las convicciones religiosas, la presión de cumplir ante un autoridad; la fuerza del deber, nos conducen a obrar en contra de nuestra voluntad y decidir sin el uso de nuestra plena conciencia.

Los sentimientos arraigados, la compasión, el repetitivo “amor al prójimo” que nos inculcaron desde hace centurias, se tornan rémoras frente a lo que muchas veces sabemos es correcto, pero no lo decidimos amparados en un falso sentido de desprendimiento; el temor a ser tachados como egoístas nos conduce a comportamientos ajenos a nuestro albedrío. En otro sentido, son incontables las decisiones que sobre la base de la satisfacción de un placer inmediato nos lleva a transitar por caminos erróneos donde el logro momentáneo del deseo se torna en frustración o vacío.

Cada día nos enfrentamos al reto de decidir: Lo que vamos a vestir, las actividades que cumpliremos y las que no, las llamadas a realizarse, la hora de dormir, el candidato por quien vamos a votar y un sinnúmero de acciones donde se percibe el nivel de autonomía que ejercemos en nuestras vidas. Éste principio de autonomía, es lo que da valor a una decisión. Partir de un principio de libertad, donde exentos de influencias del entorno o de la obnubilación sentimental decidamos lo que queremos. Obviamente, al mencionar libertad, se añade a ella el valor intrínseco de la responsabilidad, valor que legitima la decisión tomada y nos conduce a la estabilidad emocional.

A la hora de tomar una decisión es vital partir del “yo”. Sé que esta afirmación atenta contra todo lo que hemos aprendido, sobretodo en el caso de quienes llevamos el peso de la religión a nuestras espaldas, un conjunto de dogmas donde nos condicionan al renunciamiento de nuestra individualidad como condición necesaria para la conquista de una felicidad hipotética. El resultado: cientos de relaciones basadas en la costumbre, numerosos profesionales que ejercen oficios que no disfrutan, personas ejecutando labores “porque ya no queda otra”. El propio “yo” decide la forma cómo desea vivir. Sólo un “yo” netamente realizado genera la energía creadora que al agrandarlo a sí mismo, permite el crecimiento de su contexto. Un “yo” frustrado no puede promover ningún tipo de realización humana, porque nadie puede entregar lo que no posee.

Luego de valorar el “yo” como eje de las decisiones a tomarse, visualicemos el objetivo a seguir (claro, alcanzable, real); fijemos el tiempo a emplear en la consecución de lo propuesto, así como los medios que emplearemos para lograrlo. No olvidemos que siempre atrás de una elección existe una renuncia y que cada decisión tomada tiene una consecuencia. Cada ser humano tiene su propio poder de elección. Debemos aprender a tomar nuestras propias decisiones; no importa que erremos porque para aprender necesitamos equivocarnos y de esta forma, alcanzar el proyecto de vida que pretendemos lograr para cada uno de nosotros.

DE QUÉ NOS SIRVE…

En un diálogo informal con un trabajador de mi institución, abordamos el tema de la prensa y los textos escritos que generalmente se publican en carteleras y periódicos escolares. Su respuesta contundente frente a estos trabajos, fue precisamente el título del presente artículo: “De qué nos sirve”. Una afirmación por demás pueril o sin ánimo de ofender, diría yo, ignorante, porque cualquier forma de educación integral, información veraz u oportuna serán útiles sino para todos, pero para al menos un grupo reducido de personas que entienden, que sin una sólida preparación académica, resulta muy difícil ser competitivo en una sociedad como la nuestra.

Pero mi preocupación no parte del hecho de que una persona porte y viva esta aseveración; me preocupa mirar como un gran conglomerado de ciudadanos en nada valora la cultura y poseen una mentalidad donde es más valioso comprar una botella de licor que invertir en un libro. A muchos de nuestros jóvenes no les pesa gastar considerables sumas de dinero en tarjetas para celular, pero consideran un abuso el que se les pida invertir en al menos un periódico dominical. Bajo estas percepciones, estimo para nuestra sociedad un destino igual al que actualmente vivimos; es decir sumidos en el retraso no únicamente económico sino ideológico que al fin y al cabo viene a constituir la causa fundamental para el estancamiento de un pueblo. No es concebible mirar como muchos actos culturales, gratuitos y de alta calidad, no obtienen un público aceptable mientras que espectáculos por demás populares, donde el bochinche, el licor en desmedida y hasta las agresiones físicas reciben concurrencias masivas y hasta exageradas. Sé que cada elemento sociológico tiene su valor, pero ya es hora de valorar el arte, la educación, la buena música. No dejarnos seducir por falsas manifestaciones “artísticas” que son una verdadera ofensa al arte verdadero. Canciones sin lógica ni sentido común pero que mezcladas con un ritmo pegajoso se dedican a ofender y hasta denigrar nuestra inteligencia.

Muchos dirán que los tiempos cambian, pero jamás puede pasar de moda el buen gusto por una lectura amena, en lugar de grotescos artículos de crónica roja donde el morbo y la extraña fascinación por la maldad nos cautivan. No creo prudente desechar verdaderas joyas de nuestra música por insulsas melodías donde se explota el cuerpo femenino, como si a nuestras cantantes mujeres les fuera insuficiente su talento y se valen no de su voz, sino de su figura para vender el producto; al punto que al asistir a un
número musical de algún grupo femenino muchos digan “ aunque no cante bien, con tal que enseñe”.

¿A dónde vamos como país? Hasta que punto, la educación impartida en escuelas y colegios forma seres humanos críticos, creativos, con capacidad de liderar por lo menos sus vidas y no dejarse manipular por cualquier novelería comercial o mercantil. Es cierto que la educación libera al individuo, pero si un individuo no quiere ser libre jamás podrá desterrar de su vida la mediocridad y la ignorancia y para seres así, bienvenida la frase: “De qué nos sirve”

DE CÓMO LAZARILLO SIGUE MURIENDO

No estamos celebrando el día del niño/a o nada que se le parezca. Tampoco es una fecha dedicada a la niñez, pero, sí es un día, donde los Lazarillos, (nuestros niños/as) siguen deambulando por calles, plazas, mercados... Peor aún, han acrecentado su oscuro deambular dentro de nuestras propias moradas..

Para quien tal vez no lo sepa, el Lazarillo, es una de las novelas cumbres de la narrativa española. Cuenta las desventuras de un muchachuelo a quien la pobreza obliga a subsistir con “la ayuda“de varios amos, a quienes sirve con mayor o menor suerte. Nada tiene que ver con Lázaro el resucitado, porque a este le dieron de nuevo la vida, mientras que al anterior de una u otra forma se la extirpan día a día.

Al mirar el otro día los ojos dormidos de mi hijo, se me ocurrió pensar que muchos Lazarillos de la actualidad, están muy a la mano; traen un perfecto disfraz de felicidad que difícilmente dejan descubrir su soledad. El ruego actual, no es un pedido de comida o dinero. La súplica, de los pequeños/as de esta era, se fundamenta en el tiempo que negamos los adultos; un espacio para escuchar sobre sus juegos (al menos escuchar sobre ellos, porque no compartimos el jugar): Somos ciegos; errantes en ocupaciones; dejamos de lado lo vital: el crecimiento de aquellos seres a quienes la vida nos presta por unos años con el fin de enrumbarlos a insospechadas alturas, pero, por lo general advertimos que estaban de paso por nuestra existencia, en el momento que junto a un rostro olvidado de la niñez, nos dicen adiós, no para siempre, pero sí un adiós a su vida en el hogar o al tiempo que “compartían” en el núcleo familiar.

La televisión es la mejor niñera que tenemos. Basta con encenderla y poner al frente al pequeño/a, para que absorto y fuera de la realidad, no perturbe nuestro descanso. A lo mejor exagero al utilizar el nosotros porque quizá usted, respetable lector no está dentro de este casillero de padres, por lo cual, lo más apropiado sea un “yo”, para señalar todas las deficiencias dentro del mundo de la paternidad responsable. No puedo decirme padre responsable por el solo hecho de brindar educación, alimento o vestuario. Esas son obligaciones que adquirí en el momento que por alguna circunstancia quise que me mentasen como papá. La verdadera responsabilidad paterna debe ser la compañía, el espacio compartido, las palabras de aliento, la ayuda en las tareas escolares o la construcción de aquel castillo de arena que hace muchos años sepultamos en el jardín perdido de la niñez. Es indubitable que la profesión más difícil, es la de los padres; un arduo camino de aciertos y deslices; correctas medidas y sonoras equivocaciones.

Escribo desde mis errores. Largas noches de desvelo junto a los amigos, mas, no con el pequeño que debía compartir una plegaria o recibir un beso de buenas noches. Extensas horas de trabajo a veces innecesario, que no cedí para comprar un helado a contar un simple cuento. Una lista de acciones u ocupaciones ridículas que me apartan del encuentro más importante o la reunión más urgente que debería considerar: El reunirme con aquellos hijos que como lazarillos ceden su vida al amo de los juegos electrónicos, los programas televisivos, la Internet mal empleada o el simple no hacer nada.

Nunca es tarde para amar bien.

CUANDO LA MUERTE ES ALEGRÍA

Cuánta satisfacción produce la época de finados en un sector comercial que por esta celebración ve incrementar sus ganancias. Dejando de lado el abuso de algunos comerciantes, sirve rescatar la manera como muchas personas, de forma creativa y honrada trabajan para obtener algún necesario dinero extra, ofertando servicios como: venta de arreglos florales, agua, limpieza o pintura de bóvedas y otros pequeños negocios que demuestran el deseo de trabajar de nuestra gente.

En mitad de este ambiente, la alegría del reencuentro familiar se dibuja en los rostros de tantos parientes que por la fecha se reúnen en el seno de alguna casa y comparten una tradición muy nuestra como la colada morada y el pan; elementos insustituibles en nuestra cultura que a toda costa debemos defender y amar. Para muchos, el Día de los difuntos puede ser pretexto de nostalgia, pero también es el reencuentro con la fragilidad de la vida; el mero hecho de sabernos rompible caña que en algún instante puede doblegarse ante la oscuridad, sirve como aliento para disfrutar la magia del vivir, el gozo de compartir los amaneceres, el sonido de la lluvia, las campanas, la voz de quienes amamos y por qué no, las lágrimas de quienes en el viaje diario se alejan hacia otro sendero.

El arte de vivir confronta los encuentros y las despedidas; la vida y la muerte, porque la ausencia también es una forma de muerte así como la vida es un encuentro con las realidades, los sueños o los deseos. Mas, no por esto se puede hablar de tristeza. No existe la nostalgia cuando en el fondo del corazón queda latente el hecho de haber compartido grandes momentos junto a quienes hemos querido. No puede vencer la muerte a todos aquellos instantes donde la risa del ser querido, sus palabras, sus gestos, sus arrebatos de humor o desazón ocuparon un tiempo nuestro.

No puede vencer la muerte todos aquellos anhelos que nos vuelven seres humanos y no sombras. El tesón por el trabajo, el ánimo de alcanzar lo inalcanzable nos permite librarnos de un fallecimiento prematuro, donde si bien es cierto caminamos, pero no somos más que tristes cadáveres andantes en medio de todas nuestras frustraciones; vencidos por una profesión que no nos gusta, estudiando lo que no queremos, asistiendo a lugares que nos incomodan o charlando con gente que nos desagrada. Talvez ese es uno de los tantos rostros de la muerte a la que debemos aniquilar con una vida valiente, atrevida, que aunque pueda ser calificada de insensata, al fin es nuestra única oportunidad de vivir.

La muerte es la mejor razón para existir a plenitud, entender lo efímero de los minutos, lo intrascendente de un futuro ilusorio o la decadencia de un pasado que yace sepultado. ¡Sólo el ahora!. Sólo el hoy nos da la posibilidad de resucitar en cada amanecer y por tanto saber amar en el momento exacto y a la hora precisa. De nada servirá una pomposa ceremonia funeral, una placa de bronce o un ataúd de la mejor madera cuando en el momento de la vida no amamos a tiempo.

Que no pasemos por alto la llamada telefónica, la visita personal, los te quiero, los abrazos, las miradas confrontadas con la canela de la dulzura. No esperemos llorar en un funeral o entonar canciones con mariachis, bandas o elocuentes oraciones fúnebres. La vida hay que beberla a cada instante para poder reír ante la muerte de quienes ya no necesitan nuestras lágrimas porque pudieron llevarse nuestras risas

CUANDO EL PUEBLO PIERDE LA FE

La constante corrupción política nos amenaza con tintes de totalitarismo: frases acaloradas, amenazas disfrazadas, declaraciones insensatas y más elementos propios de una política decadente son antesala del oscuro porvenir que como ecuatorianos tendremos que seguir enfrentando.

En este recurrir se ha perdido demasiado tiempo, valiosos recursos humanos e indudablemente altas cantidades de dinero pertenecientes al propio pueblo. Hay que entender que toda sociedad evoluciona, y con ella sus leyes. Es innegable que toda constitución debe ser revisada, replanteada con el paso de los años, pero, tampoco esto significa que por decreto se va a eliminar la pobreza, por decreto van a aparecer fuentes de trabajo, mejores servicios básicos o un incremento en la calidad de vida de la gente.

El progreso de una nación no se lo hace en una mesa donde los mismos personajes, descendientes, parientes, o algo relacionado con la misma subespecie de politiqueros acomodan las leyes para beneficio propio. Un pueblo crece en la medida que un Estado limpio, capaz, y equitativo, favorezca y estimule la actividad económica de pequeñas, medianas o grandes empresas. Un pueblo crece con acertadas políticas que fomenten la inversión, el crédito; se respalde de una atinada estrategia tributaria, que no extorsione ni sirva de traba burocrática para quien tiene la valentía de iniciar un negocio por mínimo que sea.

Es hora de terminar con este circo levantado por un hábil engañador que desde la fantasía de sus incesantes publicidades nos miente con la falsa imagen de un país que no existe. Nos urge trabajar y sentir estabilidad social para que inversiones extranjeras y nuestras propias inversiones se sientan amparadas por un sistema de gobierno racional, práctico, eficiente, al servicio del pueblo. El verdadero cambio es de conciencia, no de intereses partidistas. ¿Cuál es legado que estamos otorgando a las presentes y futuras generaciones? Acaso ellas tienen en su cosmovisión mental, la idea de Ecuador como un país de bandoleros, donde todo se puede conseguir sobre la base de la manipulación, la agresión verbal; descaradas alianzas donde la ideología sirve para engalanar el slogan de una bandera u oficina, pero no como respaldo moral de sus militantes.

Me pregunto realmente, a futuro: ¿Qué sucederá durante este gobierno que maneja a la Asamblea nacional como un hato de acémilas? ¿Se reducirán los altos y crecientes índices de inflación? ¿Habrá fomento en el campo laboral? ¿Al fin las universidades dejarán de vender títulos profesionales y tendremos verdaderos, creativos, científicos e investigadores en lugar de peones para ser explotados como tales, debido a su baja formación académica? ¿Al fin las grandes empresas que se defienden como patrimonio del Estado servirán eficientemente a la sociedad, dejando de ser nido de atracadores sindicatos o líderes gobiernistas nombrados a dedo que también son cómplices de saqueos económicos y malos servicios? ¿Se terminará este bárbaro sangrado de nuestra gente que se ve obligada a dejar la Patria para convertirse en siervos de otras naciones? ¿Se desterrará la inmunda actitud de beneficiar a las burocracias doradas con sueldos que son reales asaltos a las arcas fiscales, en desmedro y ante el asombro de cientos de compatriotas que reciben sueldos de miseria? ¿Será que la crisis al menos obligue a demostrar la tan necesaria austeridad fiscal y no caer en el despilfarro, los gabinetes paseantes, las coimas, el exorbitante gasto de nuestros recursos económicos?

Son preguntas de las que sinceramente desearía por el bien común, sean respondidas de manera favorable. Pero como se vislumbra el panorama, ningún día bueno se avizora para nuestro pueblo. ¡Cuánto desearía estar equivocado!

COPIA Y CORRUPCIÓN

La honradez es producto de la cultura que se vive en un pueblo, es el resultado de la tradición, los ejemplos de los mayores y la demostración del civismo de quienes a la cabeza de cada pueblo embanderan los valores Patria.

“La piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los días se convierten en años”. Pero lo importante no cambia: la convicción, la honestidad y los valores no tienen edad ni precio.

Mas, no deseo citar lo que todos conocemos. No quiero hablar del policía que extorsiona, del político que roba o vende su conciencia, del estudiante que trampea en una prueba, o de cualquier individuo que utiliza medios ilícitos para recibir un beneficio personal.

La corrupción es un estado mental que debemos cambiar; es esa falsa idea de sentirnos enemigos de otros y pensar en nuestro interés individual.

En el Ecuador hemos crecido bajo el oscurantismo salvaje de bárbaros ejemplos de corrupción, impunidad, y abuso de poder. La corrupción no nace en las aulas. Nace en los modelos que la sociedad busca imponer. Y es aquí donde para poder arrancar este mal, debemos pensar y educarnos con mente crítica para decir no al elogio del dinero y de la muerte. Decir no a un sistema que pone precio a las cosas y a la gente, donde el que más tiene es el que más vale, y decir no a un mundo que destina a las armas de guerra dos millones de dólares cada minuto, mientras cada minuto mata treinta niños por hambre o enfermedad curable.

Ellos son el resultado de la corrupción de quienes les roban el derecho a una atención médica desde antes de su nacimiento, y más tarde asaltan presupuestos escolares, programas de alimentación o salud. En otras palabras son el resultado de uno o varios asesinos, que se llenan los bolsillos a cambio de sus vidas. PORQUE LA CORRUPCIÓN NO ES OTRA COSA, SINO UN ASESINATO DE LA DIGNIDAD Y DE LA VIDA.

Por ello, no copiemos el mal ejemplo de los vendepatria que explotan a los pobres; no copiemos la mezquindad, la avaricia, ni nos vendamos por cuatro monedas, porque nuestra conciencia es más valiosa que cualquier tesoro.
Los invito a evitar la copia de lo malo; y si algo tenemos que copiar, entonces imitemos lo bueno de tanta gente valiosa que existe en nuestro país y nuestro mundo. Pero a más de copiar aportemos con la originalidad de nuestras ideas, de nuestra creatividad, porque ya es hora de que creamos en nuestras capacidades.
Dejemos a un lado el primer lugar en corrupción y seamos potencia en justicia, valores y cultura.

Conviviendo con la naturaleza

Desde remotos tiempos el ser humano ha demostrado su indiscutible capacidad de adaptación al entorno donde vive o sobrevive. Sin importar condiciones climáticas extremas, escasez de alimentos, epidemias o conflictos sociales, el hombre ha estado de pie para prorrogar su existencia y superar sobrados infortunios.

No tengo conocimiento de un esquimal que por motivos de frío se postre ante el temporal y se resigne a morir. Tampoco de un habitante o peregrino del desierto que frente al asfixiante calor o una tormenta de arena opte por recibir pacíficamente la muerte. Menos aún de un pueblo que luego de ser abatido por la guerra, las enfermedades o un desastre natural se resigne a desaparecer de la faz de la Tierra, so pretexto de su desgracia.

Acciones como estas, son demostración de la inquebrantable fortaleza humana que frente a las tribulaciones naturales o provocadas, se torna más sólida todavía. La amenaza provocada durante los últimos nueve años por el volcán Tungurahua, parece no habernos enseñado nada. Las continuas motivaciones realizadas por los elementos de control y prevención, parecen desvanecerse junto con la ceniza. Para nada parece importarnos el imprescindible uso de mascarillas, visores u otros elementos de protección. Tenemos tan poco aprecio por nuestra salud que preferimos el comodismo o la vanidad frente al resguardo de nuestro cuerpo. Lentamente nos convertimos en futuros cuadros clínicos de enfermedades que podrían afectar nuestro normal existir o nuestra vida misma.

A la falta de cuidado de nuestra salud, se añade otro elemento incluso más nocivo: Una actitud de inconciencia, desinterés y apatía frente a la tragedia que nos azota. Es tan triste escuchar expresiones como: “Ojalá caiga ceniza para que no haya trabajo” o “¡Que lindo el volcán que nos da vacaciones!”. Esto es mero reflejo de un pensamiento corroído por la holgazanería, una mentalidad que arrastra decadencia moral y falta de amor por nuestra sociedad. Un aberrante egoísmo que injustamente destierra los sinsabores y la marginalidad de todas aquellas personas que por ser cercanas al volcán han tenido que dejarlo todo para apenas esperar la misericordia ajena.

Las continuas paralizaciones de actividades económicas y educativas sólo acrecientan la pobreza y el subdesarrollo. No podemos escudarnos tras una alerta roja para rendir culto a la indiferencia y la pereza. En casos como tales, los jóvenes de los establecimientos educativos son los primeros que deben ser convocados; en primer lugar para contribuir con la limpieza de la ciudad y en segundo aspecto para que continúen con sus actividades académicas normales, normados con la exigencia de portar sus implementos de protección, porque con o sin ceniza, la vida y el tiempo no pueden detenerse. Esto es crear sentimiento de pertenencia, solidaridad y responsabilidad para una colectividad. Con trabajo y esfuerzo es como muchos países asolados por la destrucción se han levantado de entre los escombros. Es hora de saber convivir con la naturaleza, enfrentarla y seguir con el curso normal de nuestras vidas.

CIEN AÑOS DE SOLEDAD

Uno de los grandes maestros de la literatura latinoamericana y mundial. Gabo, Gabito o García Márquez, como guste llamarlo. Innato autor de ser imaginativo que nos acarrea de la mano, para a través de su narrativa adentrarnos al mundo de lo mágico; enfrentar la hiperbólica realidad de leyendas engendradas en el alma de América Latina, donde se conjuga lo risible con lo trágico, lo real con lo increíble.

La esencia cosmopolita del ser humano, hace que la obra de García Márquez permanezca y trascienda con vital energía asumiendo el inexorable espacio del amor y la soledad. De manera concreta, al referirme a Cien años de Soledad, obra que ha convertido al autor colombiano en símbolo de todo un continente, vale destacar no sólo el gran valor literario que posee, sino esencialmente su valor universal. ¿Qué persona no es o ha sido en algún instante de la vida un Aureliano Buendía?, soñador empedernido, creador y notablemente abandonado. ¿Qué mujer puede negar a esa Úrsula arrimada en alguna parte de sus ser? Fuerte, precavida, con la mejor fortaleza para amar e irse más allá de la ceguera. ¿Acaso no hemos tenido a nuestra propia Pilar Ternera o no nos hemos deslumbrado ante una Remedios, la Bella? ¿Como generales en la batalla de la vida, no hemos combatido en más de treinta guerras y la hemos perdido todas, pero con la misma insistencia seguimos fabricando pececitos de oro en cada oportunidad que tenemos de vivir? ¿A nuestros hijos, a los hijos de nuestros hijos, no los han marcado en la frente con el estigma de la pobreza, el subdesarrollo, la miseria, y nos los siguen asesinando en las calles, en los vientres, en los tugurios?

Un Melquíades aparece cualquier día frente a nosotros. Nos coloca los pergaminos de la verdad, una verdad tan obvia que no miramos o la queremos evitar, porque como toda verdad nos exige sacrificio. Entonces empezamos a crear falsedades alrededor de nuestra existencia, buscamos caminos escabrosos por la pura gana de no hacer lo correcto; y al igual que el gran patriarca de los Buendía, quedamos atados debajo de un castaño, con la soberbia soledad y la intrascendencia de una vida, que la pudimos haber construido de mejor manera.

Qué decir de Macondo. En mi lineal idea, se me ocurre pensar que para crearlo, Gabo se sirvió mucho de las peculiaridades de nuestro continente, pero, la aldea fantástica de su novela, se hubiese hecho más increíble todavía, con relatos de hechos como los que ocurren en nuestro país. Pensemos que aquí todavía existen personas (léase políticos) que piensan cosas inauditas como que la tierra es cuadrada o que el pueblo es pendejo. Los presidentes no nos duran, los altos magistrados perciben cuantiosas remuneraciones por no hacer nada, la misma gente que ha insultado y robado la honra de la Patria sigue apareciendo en los medios con la sinvergüenza cara de inocentes víctimas. Un Ecuadorcondo, donde pese a la inmensa riqueza que tenemos, permitimos: a nuestros niños/as mendigar en las calles, ancianos que se nos mueren en las veredas, hospitales donde la inoperancia médica opera sin ningún canon de responsabilidad, centros de estudios que año a año gradúan profesionales y bachilleres que abarrotan el desempleo. Un Ecuadorcondo donde sus autoridades se destrozan como buitres para no ceder a sus cargos, con la excusa de ser elegidos por el pueblo. Pero al final, embanderan la codicia personal, los intereses partidistas y al pueblo de verdad, lo condenan, no a cien años de soledad, sino a una interminable escala de marginalidad, pobreza y vergüenza, porque nos da vergüenza mirar aquellos noticieros donde los mismos caraduras de siempre siguen sangrando a nuestra Patria.

Celebro la vida y la obra de un gran maestro. Gabriel García Márquez, el mago que nos ha permitido de alguna manera encontrarnos sin fatalidad con esenciales aspectos de nuestra composición, no solo latinoamericana sino humana. La grandeza de lo fantástico es que atrás de la aparente irrealidad nos hallamos con grandes certezas.

BALDOMERA

Uno de los pocos personajes femeninos que aparecen como protagonistas dentro de la Novelística ecuatoriana, es Baldomera. Mujer mulata, de condición social y económica pobre, que personalmente considero uno de los personajes femeninos más carismáticos de nuestra literatura, aunque tal vez por el hecho de de ser mujer no alcance la dimensión de los héroes masculinos.

En muchos lugares se ha celebrado el “Día Internacional de la Mujer”, con flores, pensamientos, periódicos murales, abrazos y frases de “feliz día”. Mas el buen deseo se esfuma como el mismo tiempo y nos vemos de frente con una realidad donde la mujer a pesar de todas las conquistas logradas para sí, aún no goza de la tan mencionada igualdad que se cita en infinidad de artículos y tratados. Prueba de esto es la existencia de la llamada Comisaría de la mujer, donde cada día se receptan denuncias de agresión, abuso o violencia intrafamiliar…

Demás está escribir que esta situación debe cambiar. Considero necesaria una nueva participación de la mujer, pero desde una perspectiva de igualdad de derechos y no de una competencia por parecerse al hombre. Creo absurdo un comportamiento femenino que a cuenta de dicha igualdad, imita acciones masculinas como embriagarse, emplear un vocabulario soez e incluso darse de golpes en cualquier calle. Esas formas de actuar no son correctas para ninguna persona, peor aún para una persona del sexo femenino.

Ser mujer en igualdad de deberes y derechos significa aportar en acción, palabra y pensamiento, pero sin perder la feminidad que torna al sexo femenino como el tesoro más precioso de la creación. Una mujer no necesita levantar pesas para demostrar su fuerza; el hecho de dar vida y criar a un hijo es la mejor demostración de fortaleza. Para una mujer no es necesario el vocerío o la palabra abrupta; su silencio o su mirada lo conquistan todo.

El hombre y la mujer son imprescindibles por ser opuestos. Por llevar la incandescencia del sol así como la tranquilidad de la luna. El mundo requiere de las armas, pero también de la ternura. Así como existe el vendaval debe existir la brisa. Una mujer no es más por parecerse a un hombre así como un varón no se vuelve superior por agredirla.

Baldomera simboliza la belleza interior, la conquista de la espiritualidad sobre lo superficial. Un mundo bello que derrota la absurda idolatría a la imagen que en gran parte de los casos resulta falsa. La belleza no solo es física. Lo esencial no se resquebraja con el tiempo ni se oculta tras un fastuoso atuendo. Hay muchas fantasías en pasarela que al voltear la página del día desaparecen en el olvido y existen imborrables marcas de inmortalidad en una voz femenina que entona una canción de cuna.

No existe un día para la mujer, cada espacio en el calendario es el mejor pretexto para descubrir su encanto de esposa, hija, amiga o madre.

Así hablaba Zaratustra

Uno de los más polémicos pensadores de fines del siglo XIX, es sin duda Friedrich Nietzche; sus observaciones psicológicas concluyeron que todo el comportamiento del ser humano debe regirse por la voluntad de crear, existir y vencer el dolor de obtener una fortaleza. Nietzche forja la denominación de “superhombre”, para aquel ser que siendo dueño de sus actos y pensamientos, se gobierna a sí mismo, sin necesidad de ser guiado o manejado. En su obra “Así hablaba Zaratustra”, afirma que nunca ha existido ese superhombre, pero, que el éxito, en casos particulares, se halla continuamente incluso en los más diversos lugares y civilizaciones.

Los cuatro temas que dominan esta obra son: la propuesta de un superhombre por venir, la muerte de Dios, la voluntad de poder, y el eterno retorno de lo idéntico. En ella Nietzche habla de Zaratustra, figura semilegendaria de la antigua Persia quien a los treinta años se retiró a la soledad de la montaña. Los planteamientos de este autor permiten una revisión profunda de muchos paradigmas ideológicos impuestos por las generaciones que nos antecedieron y que de una u otra manera han limitado la reflexión y libre expresión humana. No juzgo ninguna ideología, pero, es necesario conocer lo que las diferentes corrientes de pensamiento proponen para de esa manera encaminar nuestra individualidad sin ataduras, prejuicios ni convicciones erróneas.

El ser humano es amalgama de saber, sentimiento, conocimiento y proceder. Libre de religiones y trampas ideológicas toda persona debe optar por su cosmovisión plena, no desde la imposición de otros, sino desde su misma estructura de vida. No con ello elimino el criterio de Dios, porque no se puede negar lo innegable, pero si mantengo la autonomía humana como camino para la realización personal. Yo no diría que “Dios ha muerto”, porque de cualquier manera vive, mas, no bajo la sombra siniestra de quienes manipulan su esencia para a través de falsos preceptos de humildad, resignación y sueños de un más allá, dominar y explotar nuestra existencia para beneficio de ellos; de allí, resulta repudiable aquella compasión que muchos ejercen en medio de la publicidad o por afán que los alaben o los llamen solidarios. Horrenda aquella entrega a favor de otros cuando se lo hace porque no hay otra alternativa que arrimarse a la caridad para no estar solo.

La creación del hombre superior es la lucha tenaz en contra de las debilidades que nos matan y de las que menos se hablan. Una de ellas, el miedo. El miedo nos impide desarrollarnos: miedo al que dirán, a lo que opinen otros, a no ser aceptados; miedo a dejar las seguridades que tenemos y miedo a aceptar lo que realmente somos, sentimos o creemos. Por otro lado, un ineludible ejercicio de virtudes que en veces son tabúes o imposiciones de una sociedad hipócrita regentada por falsos predicadores de la verdad que en su interior son un nudo de víboras. Por ello, si no se posee la altura del espíritu es preferible guardar silencio y dejar que llegue el momento en que el alma nutrida de caídas, desprecios y equívocos, pueda hablar por sí misma.

Son profundos y dilatados los razonamientos planteados en la obra. Destaca uno donde ratifica como el hombre aún no puede separar la luz de la oscuridad y esa es la gran búsqueda. El Dios que nos enseñaron nuestros abuelos es el que debe morir para que viva el Dios real; es decir, aquel Dios que sabe bailar y que se levanta en la catedral de cada individuo y no en sitios donde se trafica con la fe y la ingenuidad del pueblo.

La obra de Nietzche resulta un complejo océano que vale la pena descubrir para redescubrirnos.

DE LAS MIL Y UNA METAS

Superado el frenesí de nuevo año, los abrazos retrasados, los propósitos y muchos deseos planteados, vale la pena mirar nuestros adentros para redefinir hacia donde vamos. Aunque no de manera premeditada, al menos en lo secreto de nuestro pensamiento, surgió la idea de cambio al iniciar un nuevo período; un cambio económico, sentimental, laboral o de cualquier otro tipo, pero sí, una transformación necesaria, porque si permanecemos iguales al día anterior, morimos de manera irremediable.

El valor que debemos dar al tiempo es la premisa: Todo segundo que escapa entre los dedos es irrecuperable; de allí, lo único real, es el presente donde se vive y donde se siembra para un espacio posterior, que si no llega, da la satisfacción de vivir el día y disfrutar de lo que se hace. No es la visión de la espiga naciente la que da luz al sembrador; es el contacto con la tierra, el beso del agua, el viento arremolinado sobre el rostro lo que crea su certeza de vida. No son los sueños quienes engendran la felicidad vivida, sino cada paso dado para su consecución.

Infinitas son las metas que podemos plantearnos. La primera, debe ser la felicidad. La felicidad es vida mientras que la depresión, la angustia, la desesperanza se transforma en una absurda muerte. Nuestra misión trascendental sobre la tierra es ser felices. Crear para nosotros mismos una sensación de bienestar, que a la larga se revierte en bondad y esa bondad es la propulsora de un nuevo mundo; solo seres felices pueden dar felicidad a otros, jamás brotará miel del corazón amargo ni crecerán magnolias sobre la piel de la roca.

Para la construcción de lo nuevo, necesitamos dejar atrás lo viejo; destruir lo vivido. La creación parte de la destrucción. Así como el universo se engendró del caos, así, el nuevo ser humano debe levantarse de su ceniza; quemar las cadenas que atan su libertad, las oleadas de prejuicios que sacrifican su paz por la paz de otros y que a la postre, se convierte en la peor de las mentiras. Nada más vil como el propio engaño, la desmedida traición con la que tantas veces nos asesinamos.

Otra gran meta humana, es la búsqueda de la verdad; pero : ¿Qué es la verdad?. Acaso la continua lucha entre el bien y el mal, sin entender que lo que a veces es bueno para uno se torna malo para otro. Místicos, psicólogos, sacerdotes, hablan de la verdad más allá de las cosas, Un futuro ilusorio puede ser la más grande de las mentiras, el falso paraíso, la reencarnación que nunca se cumple, todo quizá resulte vana fantasía. Tal vez la exquisita verdad está en lo que siente tu corazón y hacia donde te arrastra, sin que importe soledad o vanagloria, olvido o desprecio, palabras que te hieran o miradas que te ignoren. Al final todos conocemos la verdad hacia donde debemos caminar pero no tenemos el valor de llegar a alcanzarla.

Mil y una metas podemos plantearnos pero todas ellas van en pos de la verdad o la felicidad, ¡Sigamos el camino!

Adoum, el Poeta y su voz

Como una especial manera de celebrar la Poesía del Ecuador, La Casa de la Cultura de nuestro país, ha tenido la valiosa iniciativa de promover el encuentro de las más importantes voces de la poética ecuatoriana y sus lectores. Ésta inició con la palabra de Jorge Enrique Adoum, en un evento, de entrada libre, celebrado el día jueves 22 de marzo de 2007, a las 19h00, en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Con la voz un tanto lenta pero con la seguridad innata de quien sabe lo que dice, Adoum compartió con el numeroso público la experiencia del ser a través de la poesía. Una visión profunda y estética de un país al que insistentemente debemos llamarlo nuestro. Desde la experiencia trascendental de hombres que germinaron con perdurable convicción de beneficio al pueblo como Benjamín Carrión y su imprescindible reto de volvernos potencia cultural; hasta la voz valiente de una madre que se volvió bandera y boca de sus hijos Andrés y Santiago Restrepo y de todos los hijos de Ecuador o cualquier lugar donde insidiosamente se destruyan vidas inocentes, bajo los tentáculos de Estados asesinos.
Cuando leemos a Adoum, necesariamente nos llega a la memoria, la leve idea de pertenencia a un Ecuador, que aunque amargo nos pertenece. El necesario puente entre la poesía y la realidad, hace de la poética del escritor ambateño un punto de reflexión y contacto con nuestra cotidiana existencia. Vida de caídas y de entuertos que a costa de cualquier sacrificio debemos vivirla sin perder el sentido de pertenencia hacia aquel lugar, a quien no debemos únicamente la existencia, sino la historia, el tiempo y la posterior trascendencia.
Con un lenguaje que conjuga la sencillez y el reto de lo distinto, Adoum nos llena no solo de poesía; es la búsqueda de aquella estabilidad humana perdida en el correteo de los días, atropellada en el tren de un existencial vacío donde se afirma: “el amor y la poesía ya no se usan en nuestros días”. Afirmación triste pero cierta. Y es ahí donde aparece el reto de ser, o intentar ser escritor, en un mundo donde se ha exiliado lentamente la palabra. ¿Acaso el llamarnos modernos o globalizados es sinónimo de inconcientes, parcos, insensibles?
La poesía no sirve para nada, expresan algunas bocas. Y en verdad, la poesía no sirve para nada; para nada que sea material, porque la poesía -y esto encontramos en la páginas de Jorge Enrique-, es la búsqueda de comunicación, la necesidad de diálogo, la perfecta forma de mantener un espíritu combativo o fortalecer la urgente solidaridad libre de fronteras. Es el hambre por desbaratar infamias políticas o represivas. La justa aspiración a una esperanza en medio de tanto quebranto.
¡Cuán necesario es el arte en la formación del ser humano! ¡Cuán necesaria la promulgación y uso de una educación donde se priorice al individuo como tal, en lugar de numerarlo o clasificarlo como desechable pieza dentro del inmenso ajedrez del juego económico. La educación actual ha desechado importantes ciencias humanas de sus currículos, sustituyéndolas por más horas de conocimientos técnicos, que si bien son necesarios para el campo laboral, no son primera prioridad en la formación personal.
No se puede construir una casa desde el techo, así como no se puede llenar la cabeza de ideas sin que antes se asienten bien los pies sobre la tierra. Por más aldea global, edificio inteligente o red satelital que exista, el humanismo siempre permitirá captar el medio que vivimos y así entenderlo y servirlo de mejor manera.
Gracias a la poesía de un poeta decente, de un poeta como Jorge Enrique Adoum.

A UNA MAESTRA

Toda profesión tiene su ocaso, toda etapa humana cumple un ciclo vital y termina encanecida junto a los años que la ven pasar. Toda profesión despide a su gente; con gratitud en algunos casos, o la mayoría de veces con la indiferencia propia de una humanidad deshumanizada.

En el caso de quienes llevan el corazón de la enseñanza, la semilla de la educación en sus venas, me atrevo a afirmar que no puede existir olvido. Y no porque vivamos en un país donde se valore la labor docente. No porque cada discípulo o estudiante regrese a decir un día ¡gracias! No porque la sociedad esculpa sobre roca las acciones de cada educador. La inmortalidad del maestro se da porque su trabajo echa raíces en vidas que crecen y se reproducen cada día. Su labor traspasa las barreras de la distancia y el tiempo y sólo el maestro/a es quien sigue sembrando en mitad de tempestades; una siembra que ni siquiera podrá mirar pero que existe en la dignidad de tantos seres humanos que aprendieron las letras, el camino al trabajo, la noción de educarse para romper las cadenas de la ignorancia.

Con el incentivo para la jubilación promovido por el Ministerio de Educación, esta semana se acogieron a este derecho cientos de maestros y maestras de nuestro país. Gente valiosa que posiblemente vencidos por las enfermedades y los años requieren de un merecido reposo. Gente con altas alas que vieron nacer y volar a incontables hombres y mujeres. Guerreros y guerreras que pisotearon el analfabetismo; que con certeza habitaron en pueblitos, recintos o anejos distantes donde remozados de juventud regaron el néctar su mejor edad para construir un Ecuador que a nadie parece ya importar.

Profesores y profesoras a quienes la risa de las aulas les permitía olvidar el paupérrimo sueldo retrasado que no llegaba o esconder tras un gesto de alegría la soledad o la nostalgia por la familia distante; una familia que debía entender que estaba separada porque su padre o madre pertenecía al magisterio y tan solo volvería el fin de semana. Toda profesión es loable, pero el que construye almas, cerebros y corazones bien merece la posición de un trato privilegiado donde se prioricen sus derechos. ¡Absurda sociedad, mal llamada civilizada! Que niega un trato digno a sus profesores.

Al menos estas palabras sirvan para decir gracias a todos nuestros educadores/as que en este año se retiran de sus aulas y si bien queda un insondable vacío, también quedan oleadas de fructíferas faenas. A través de ellos, un gracias para Alicia: mi primera y eterna maestra.

Viajera de las letras/ invencible luz para tu aula enamorada/ raíz indestructible donde bebimos la palabra/ pájaro enternecido, interminable lámpara.

Maestra buena sin más fortuna que tus pupilas derrotadas. / Sea su luz extinta/ veneración a la esperanza / antorcha vencedora de la soledad encarnizada
guitarra tus pestañas que no encienden pero cantan / amiga, compañera, mujer para mi pueblo.

11 MINUTOS

Paulo Coelho, difundido autor de este tiempo presenta una diversidad de textos que a su manera filosofa o da una visión personal sobre la espiritualidad y la vida. Personalmente me aventuro a creer que el éxito de su difusión se respalda más en una eficiente campaña publicitaria antes que en un valor exclusivamente literario; de todos modos cualquier libro puede enseñarnos algo y cada vez que leemos un texto debemos hacerlo con un toque de humildad para recordar que nadie es dueño de la verdad absoluta y que el obtener un conocimiento es abrir horizontes vastos de aprendizaje.

11 minutos es la búsqueda del amor ideal que a manera de los antiguos cuentos de hadas desemboca en el final feliz (muy predecible por cierto). Una muchacha atrapada por sí misma en el mundo de la prostitución, viviendo una soledad que pretende llenar con adicciones propias de nuestra era: sexo, búsqueda de dinero, fama, poder, que a la larga la dejan tan vacía como a la mayoría de gente que producto de la globalización, el inmediatismo y el sueños de confort traducido en posesión de infinidad de bienes materiales nos condena a la búsqueda del “tener” y cuando lo conseguimos, no entendemos que mismo hemos buscado durante largas horas de trabajo, sacrificio, lejanía de nuestros seres queridos, desvelos por estrés y quien sabe cuantas otras acciones sin sentido.

El gran mal de nuestra época en sí es la soledad. En medio de muchedumbres somos individuos solos: ajenos en nuestros propios hogares de los cuales en infinidad de momentos somos sombras. En nuestro sitio de trabajo hablamos pero nunca confiamos, respiramos pero no vivimos. Cada día es un día más para lamentarnos de lo caro de las cosas, el tiempo que se va de prisa o el cansancio por la jornada laborada. Tasas crecientes de suicidios, altos índices de enfermedades nerviosas, familias separadas son la mejor muestra de lo dicho, por ello el hombre ha dejado ser lobo del hombre, para convertirse en su propio lobo.

Cada uno de nosotros puede cambiar la realidad. El peor crimen o la mayor gloria están en el cerebro humano. Una mente puede crear vida (su propia vida) o arrastrarla miserablemente. Podemos elegir entre deprimirnos o reír. No importa cuán dura sea la situación que vivamos, si tenemos el optimismo y el coraje de gritarle a nuestra mente que no debe inmovilizarse frente a nada podremos ver destellos de sol aún medio de una voraz tormenta. No es fácil, pero cualquier instante es bueno para empezar. Este puede ser el segundo ideal para dejar a un lado el periódico que tienes en tus manos, levantar la mirada y entender que la vida es demasiado frágil como para desperdiciarla en lamentaciones.

Once minutos plantea también lo trivial que puede ser el sexo sin amor, una fría relación carnal donde luego de un disfrute pasajero solo queda la fugacidad de un instante. Al sexo se lo concibe como una droga cuyo efecto dura un leve tiempo. Creo que muchas de las relaciones extraconyugales no son una búsqueda de placer físico sino la busca de alivio interior, una manera de llenar el aislamiento existencial; no con ello justifico este acto pero concluyo que gran parte de los errores humanos nacen de la soledad individual. Aprendamos a disfrutar de la compañía de otras personas pero empecemos disfrutando de nuestra propia presencia.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Ciudadanos de mármol

Se ha vuelto tan mentada la aberrante actitud del gobierno de pretender acallar las voces de los comunicadores. En tantos medios se discute con tenacidad las intenciones de un régimen controlador que solapado en leyes torcidas y manipuladas, busca instaurar una ley de comunicación que nos conduce a la incomunicación.

Se dice que viene la mordaza y con ella un silencio que quizá sepulte la poca libertad de expresión que con pobreza hemos manejado, porque desgraciadamente en nuestro país no es necesario que nos impongan sellos a los labios, si por naturaleza nunca los abrimos, pese a los atropellos de los que somos víctimas.

Son contados los medios de comunicación y más ínfimos en número quienes sin miedo a la represión enrumban sus criterios en favor de la libertad. Son tan pocos en número que pareciera que estos defensores son seres anormales que pretenden subsistir en una sociedad donde la mayoría es masa petrificada que no opina ni defiende lo que le pertenece.

La lucha por la libre expresión, no es causa única para los informadores. Su defensa debe interesar a todos los ciudadanos porque cada habitante del país tiene para sí el irrenunciable derecho de expresar, opinar y comunicar. En último sentido si no lo quiere hacer, le queda también para sí otro irrenunciable derecho, que es conocer la verdad absoluta de lo que sucede en el entorno donde vive.

Estos aspectos conllevan al ciudadano a ejercer una responsabilidad moral con la Patria a la que pertenece, porque no se puede permanecer impávido frente a la intolerancia, al atropello o la prepotencia.

Ciudadanos: ¿Acaso pretendemos formar a nuestros hijos/as en la pasividad o la esclavitud? No hay peor cadena que el silencio cómplice de quien a sabiendas de la injusticia se oculta tras el quemeimportismo y deja que lo pisoteen.

Seamos periodistas o no, todos merecemos vivir en un Estado que respete y garantice la libertad. No seamos la estatua fría que muda e impasible ve exhibir ante sus narices desvergüenza, avaricia o iniquidades.

Silenciar los medios de comunicación implica esconder la verdad. Y creo que ningún ciudadano que se aprecie, puede aceptar ser una sombra manipulada en pos de intereses egoístas.