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sábado, 17 de marzo de 2012

¿Es la escuela la principal mediadora de la lectura? II

Pese a todas las limitantes y retos señalados para los docentes, conviene una honda reflexión sobre qué es lo primero que se podría hacer para aproximar a los chicos hacia la lectura. Creo encontrar una respuesta en un acercamiento inicial, antes que con los chicos, primero con sus padres. Un diálogo informal, ameno, abierto y reflexivo sobre los libros y la lectura sería un buen punto de inicio para luego comprometer e involucrar a los progenitores en actividades donde compartan la lectura con sus hijos o representados. Un segundo aspecto que ya lo señalé de forma general en uno de los párrafos anteriores involucra a los docentes y su nivel de preparación y conocimiento sobre los lineamientos que conlleven a un buen manejo de las actividades de lectura. Los maestros deben prepararse de manera específica en actividades de mediación lectora; capacitarse para entender mejor tanto el proceso sicológico de la lectura, como los elementos cognitivos que en él inciden. Concuerdo con el planteamiento de Feurstein que señala La mediación como acción realizada por el docente, quien: “selecciona los estímulos y las experiencias, organiza y enmarca las experiencias en el tiempo y en el espacio, prevé una frecuencia suficiente de los estímulos, relaciona acontecimientos previos y futuros, favorece la autorregulación, propicia la interpretación y atribución de significado, motiva y genera interés”. En otras palabras es el facilitador, en este caso el maestro o maestra, el enlace entre el conocimiento y el aprendiz. Otra de las acciones que corresponden a los maestros y maestras es la aplicación de buenos criterios de selección de textos y organizar un currículo de lectura para que la escuela cuente con una base de obras pero que no sean seleccionadas de forma individual sino de acuerdo al contexto específico de cada institución y que considere los distintos niveles, siendo este el primer paso que luego desemboque en una habilidad de selección por parte de los estudiantes. Sobre este aspecto, la investigadora argentina de literatura infantil y juvenil Beatriz Actis, expresa: “Es necesaria la reflexión de los docentes sobre un aspecto tan relevante como el papel del lector en la construcción del sentido no sólo al plantear cuestiones didácticas sino también al seleccionar los textos y al enseñarle a los alumnos a elegir” Aquí juegan un papel muy importante las autoridades que deben facilitar la promoción lectora e incentivar la creación de espacios específicos para quienes llevan la lectura en asignaturas como la de lengua y literatura pero también debe fomentar que los otros maestros contribuyan a leer desde sus asignaturas. La lectura no debe ser entendida como una actividad exclusiva de la asignatura de lengua. La familia por su parte debería desempeñar una rol más participativo dentro de la mediación lectora, aunque en la realidad muchas veces se torna en opositora de un trabajo que también le concierne. Muchos padres se disgustan cuando tienen que contribuir con el desarrollo de una tarea escolar sobretodo si esta tiene que ver con la lectura; parece que la televisión, el internet tienen mayor captación que los mismos hijos y como la lectura y su afición nacen o provienen del hogar, se debe involucrar el apoyo de los padres de familia quienes deben ser copartícipes del proceso. Ante ellos se debe insistir sobre la necesidad de invertir en libros como medio de cultura, de legado para la familia, de no ser posible por los desfases económicos de muchos hogares por lo menos se debería calar en la exigencia de la compra de un diario nacional por lo menos una vez por semana. Creo que es imperativo trabajar en la eliminación o disminución de la ignorancia cultural de muchos adultos que dentro de la vida cotidiana de países como el nuestro no reparan en gastos cuando se trata de la farra o el alcohol, pero lamentan adquirir un libro. Una manera de involucrar a la familia en la mediación lectora es mediante actividades de corta duración que tengan como punto de partida la lectura de algún texto previamente seleccionado por el docente y que conlleve luego la realización de actividades cortas como por ejemplo un comentario corto sobre un fragmento, una tertulia familiar que tenga como evidencia las principales conclusiones de la misma en un breve informe por parte del estudiante o simplemente un grupo de preguntas sobre el texto, con sus respectivas respuestas. En cuanto a los alumnos que son objeto de la mediación, también deben tomar su rol participativo dentro del proceso y asumir que les guste o no, la lectura es una de las grandes necesidades académicas de nuestro siglo y que de no acceder a ella con eficacia, esfuerzo y predisposición favorable, lastimosamente engrosarán las filas de los analfabetos de nuestra era, donde tenemos toda la información al alcance de las manos pero por no poder manejarla mediante habilidades lectoras nos quedamos al margen del avance de la información. Conviene que el estudiante retome los senderos del esfuerzo, se aparte del facilismo y la comodidad para evitar convertirse en un ser rezagado académica y culturalmente dentro de un mundo que se acelera de manera inevitable y condena al olvido a aquellos que por no saber leer son los grandes iletrados de nuestra época. En conclusión, estamos conscientes que no somos una sociedad lectora. El poco recorrido en el ámbito de las letras y la lectura que nos acompaña nos devela como un pueblo poco amante a la literatura y a otras artes. El compromiso de desarrollar habilidades y afición por la lectura se ha endilgado a la escuela y por tanto se ha quitado la responsabilidad a los otros miembros de la comunidad educativa siendo esta una de las grandes causas para que esta actividad adolezca de poca práctica y grandes fallas para su aprendizaje, pero estoy convencido que con una atinada mediación, el compromiso de la familia, las instituciones educativas, los docentes y los mismos alumnos, se puede dar pasos importantes para el mejoramiento de esta importante herramienta de aprendizaje y desarrollo humano.

¿Es la escuela la principal mediadora de la lectura? I

La sociedad actual tiende a sobredimensionar el rol de la escuela frente a la educación. Se espera que los planteles educativos dotados de nuevos lineamentos pedagógicos, amplios recursos tecnológicos, soberbias estructuras escolares y más novedades educativas de espectáculo comercial, solucionen problemas que no parten del ámbito educativo sino que obedecen a dificultades más hondas que nacen de la estructura social, del nivel cultural de los habitantes de un pueblo y del grupo familiar de donde procede el estudiante, sumados a muchos estados emocionales que en la actualidad tienen que enfrentar las generaciones de este siglo. Se cree que la escuela posee la receta mágica para que tal o cual estudiante de deficiente rendimiento supere sus limitaciones o desfases y con este criterio la responsabilidad mayor recae sobre los hombros de los maestros quienes deben responder primero a su autoridad interna, luego a los sistemas nacionales de evaluación y obviamente a padres de familia, muchas veces obstinados en una calificación y no en un conocimiento valedero. Pero como la educación confluye en una comunidad educativa que forma en conjunto, vale reflexionar sobre el rol que desempeña cada responsable del proceso educativo dentro del ámbito de la medicación lectora: docente, padres, alumnos y la misma sociedad. Con este criterio asumo que un buen manejo, difusión, aceptación y uso de la lectura no es responsabilidad de un solo ente, sino de todo un conjunto, y que si uno de ellos no funciona, la labor de mediación lectora no tendrá el nivel de desarrollo deseado. No se necesita ser un investigador intuitivo, ni docente para concluir que las actuales generaciones, hablo de Ecuador, por la realidad que palpo a diario, simplemente no les gusta leer. Si preguntamos en un aula de cincuenta estudiantes: ¿A quién le gusta leer?, no será extraño que no más de diez personas levanten la mano. Si luego añadimos una nueva interrogante: ¿Quién ha leído un libro completo en el último mes?, el número disminuirá grandemente al punto quizá de volverse cero. Esta es la realidad de nuestro medio. Vivimos una sociedad que desde múltiples planos aborrece la lectura, desvaloriza los libros o sustituye la práctica lectora con entretenimientos a los que califican de interesantes como: la televisión, los videojuegos o el uso de redes sociales. Ante esta realidad y como educador creo que tampoco podemos quedarnos con los brazos cruzados. Pero antes de analizar posibles sugerencias de mejora, opino que el gran cambio no solo ante la lectura sino ante todo el sistema educativo parte de la actitud y mentalidad del docente. Un educador motivado genera cambios, es luz para sus discípulos, se transforma en un soñador y un creador que dirige por mejores rumbos a quienes tiene consigo, y esto es preparación y actitud mental positiva. Claro está que aquí confluyen múltiples factores que no vienen al caso analizar, pero que deben ser citados porque muchas veces esperamos cambios en la labor educativa, mas estos no resultan porque sus gestores primordiales, maestros y maestras, son los empleados que dentro del grupo de profesionales son los más explotados, los menos reconocidos en su labor y los peor remunerados, pese a que sobre sí llevan hondas responsabilidades, a mi parecer mayores a la de otro tipo de trabajadores. Con esta limitante enorme, queda apelar al compromiso humano de los docentes y su mejor predisposición para la labor pedagógica, pero también hay que estar conscientes que no se puede generar mejora solo con buena voluntad. Hay que tener claro que las prácticas pedagógicas necesitan de un sustento teórico desde el cual revisar y evaluar los procesos educativos. El ejercicio de la docencia precisa de habilidades a desarrollar; requiere desplegar nuevas estrategias de aprendizaje, entrenar en el uso de habilidades cognitivas como evaluar, discernir, comparar, jerarquizar, analizar, sintetizar, deducir. Para llevar con eficacia un buen proceso de lectura, el docente debe conocer técnicas, estrategias, de mediación y no actuar en el aula de manera empírica como generalmente se ha tratado al proceso de la lectura dentro de las aulas. En otras palabras, debe existir un real interés por la lectura de calidad, por capacitarse y por implementar estrategias para que nuestros alumnos aprendan mejor; que apoyen, guíen y conduzcan al alumno en la construcción de su propio aprendizaje: que lo ayuden, de manera efectiva, a aprender a aprender. Esta condición revalora el trabajo del docente, le impone nuevas metas a alcanzar y se consolida como un reto para los docentes de hoy, y sobre todo de mañana. En este criterio vale señalar las limitaciones de orden económico, político, cultural de muchos sectores donde el maestro no tiene las condiciones para prepararse y es aquí donde deben volverse verdaderos héroes y utilizar los recursos que tiene a mano: tradiciones narrativas orales, medios de comunicación, internet u otras opciones que confluyen en que la actitud frente a la tarea que se tiene será fundamental a la hora de enseñar. Y una última posición sería su testimonio como lectores frente a sus estudiantes. Porque no se puede enseñar a ser lector si uno mismo no se lee.