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martes, 22 de marzo de 2016

A fortalecer la resiliencia


Publicado en:  Diario Regional Los Andes - Riobamba- Ecuador - 2016/03/20

La resiliencia es la capacidad que todas las personas tenemos para sobreponernos ante las adversidades y enfrentar los conflictos de la vida diaria, sean de carácter familiar, laboral o personal. Por naturaleza propia, todos los seres humanos nos vemos confrontados a escenarios complicados: la tensión, el estrés, el presionante empleo, la falta de salud, el desamor, la incomprensión familiar son factores asociados a nuestra cotidianidad y cada uno de nosotros reaccionamos de manera diferente ante ellos, es ahí donde aparece la resiliencia como la saeta que nos eleva sobre el desánimo y nos impide que nos asfixiemos en el légamo del pesimismo o la autocompasión.

El ser humano que ha fortalecido su resiliencia no está exento de congojas, quizá las ha tenido en demasía y este mismo factor lo ha conducido a una maduración de personalidad, porque el ser resiliente aprende de los desaciertos, halla una enseñanza aún en la situación más amarga y sabe que cada dificultad lo transforma en un mejor individuo. Esto no significa que la resiliencia sea privilegio de la edad; hallamos muchos jóvenes con altos índices de madurez y fortaleza para enfrentar infortunios y así también adultos que no han superado el miedo infantil, la negatividad o los fracasos que han tenido.

La resiliencia tiene mucho que ver con el uso adecuado de la inteligencia positiva. El pensamiento optimista es el primer signo de esta cualidad que nos convoca a mirar un intersticio de luminosidad en medio de las tinieblas más extremas. Es cuestión de programar nuestra mente hacia un enfoque no fatalista del vivir, hacia una valoración de lo que tenemos y no de lo que hace falta o hemos perdido. Es prioritario trazarnos metas, luchar por nuestros sueños, saber que cada día luchado es una victoria. Es imprescindible confiar en nuestras potencialidades, valorar nuestros talentos que puestos al servicio del trabajo diario y honesto nos llenan de satisfacción.

En el camino para el fortalecimiento de la resiliencia hay que entender también que estamos sujetos a cambios, nuestra misma corporeidad se agota con el devenir de los días  y, aunque no queramos, el camino a la senectud es ineludible, así como todos los cambios que aparecen en la actividad laboral sea por permuta de lugar, autoridad, sistemas de gestión o más aspectos ligados a la modernización del empleo; de igual forma la vida familiar evoluciona: los hijos abandonan el hogar en algún instante, a veces la relación de pareja se fragmenta, ese fantasma despreciable de la muerte aparece cuando se está en la cima y descubre que todo lo que consideramos prioritario, en cuanto a lo material, era una infructuosa quimera; en otras palabras, la vida no es estática, fluye cada segundo y nuestra capacidad para adaptarnos es lo que garantizará la armonía individual, por esto es importante no perder la esperanza, cuidar de nosotros mismos, en cuanto a salud corporal y espiritual; es vital cerrar brechas de conflicto con nuestros semejantes, enfrentar los problemas con valentía y objetividad, no dejar pendiente aquello que nos lastima, hay que encarar lo que nos agobia para darle una solución definitiva. Tomemos acciones decisivas, plasmémoslas en actos perceptibles en donde podamos mirar los avances que hemos dado en nuestra mejora de calidad existencial.  ¡Decidámonos a fortalecer nuestra resiliencia!