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domingo, 7 de mayo de 2017

Una voz por Venezuela

Pese a todas las artimañas del gobierno venezolano por encubrir la catástrofe humanitaria y política que aqueja a su nación, gracias a las redes sociales, el mundo conoce la verdad de lo que ocurre en este pueblo latinoamericano. Una situación que no ha sido únicamente denunciada por periodistas o grupos políticos opositores, a los cuales se los califica como sediciosos o golpistas. Son las imágenes del pueblo en las calles, son los gritos de protesta de jóvenes, hombres y mujeres del pueblo común los que claman por el fin de un régimen fascista que, en contra de todo acto democrático, se afianza al poder mediante la ilegalidad, la violencia y la tiranía.

Amparado en el escudo de la soberanía, el gobierno de Maduro defiende una revolución farsante, cáncer que ha conducido a este hermano país a la miseria. Oculto en la mal entendida soberanía este régimen dictatorial dice defender los intereses de su nación cuando para todos es evidente la opresión de la cual es víctima esta Patria. Ante estas atrocidades la comunidad internacional solo ha demostrado abulia y burocrática diplomacia. Sostienen que los problemas internos de un pueblo deben ser resueltos por sus propios habitantes, pero esta situación no es conflicto exclusivo de los venezolanos. Ante la represión, la tortura, el asesinato y más actos criminales de un sistema opresor, los gobiernos democráticos y respetuosos de los derechos humanos deben intervenir de forma abierta y enérgica. Cuando la existencia, la dignidad y la libertad de un pueblo es mermada por un déspota, no debe existir frontera o soberanía. La vida y la seguridad de un ser humano, víctima de los atropellos del poder, sobrepasa la dimensión de la libre determinación de un pueblo.

La pasividad ante la tragedia de una nación es la peor vergüenza para una comunidad internacional. Esta parsimonia es cómplice de genocidios. No importa si luego del homicidio de uno o tantos inocentes se levantan memoriales o se institucionalizan actos conmemorativos. La muerte de un ser humano que ha caído en defensa de sus legítimos derechos es un dolor que nos conmueve a todos y es un ultraje que nos vuelve menos mujeres y menos hombres. El asesinato, la represión, el injusto encarcelamiento de los opositores, la censura en la libertad de expresión, son innegables demostraciones de un sistema gubernamental inhumano que no debe ser legitimado por nadie. 

Y qué diríamos de aquellos gobernantes de otras naciones que avalan estos actos antidemocráticos. ¿Aseveraríamos que un dictador defiende a otro dictador o que estos jefes de estado que secundan la perversidad también buscan ser dictadorzuelos en sus países para conducirlos por el mismo camino y vivir al amparo de la inmoralidad, la corrupción y la desvergüenza? Confiemos en la decencia, la entereza y el afán de justicia de los gobernantes de América Latina y de otros países para que frenen esta brutalidad en contra de los venezolanos y se juzgue a los responsables más allá de las fronteras y del tiempo.  Esto crímenes no afectan solo a Venezuela. Es una afrenta en contra de la humanidad. Como ciudadanos del mundo clamamos por la vida y la libertad de nuestros hermanos. Condenamos la barbarie de los grupos armados que oprimen a sus compatriotas. Reprobamos la impúdica postura de las fuerzas armadas que bajo soborno secundan el totalitarismo. Censuramos la violencia de la cual es víctima el pueblo en las calles y reprochamos cada día en que un dictador se perenniza en el poder a costa de la sangre de su gente.






lunes, 1 de mayo de 2017

El trabajo como responsabilidad social


En el Día Internacional del Trabajo son muchas las actividades que celebran la valía del obrero y rememoran sus irrenunciables derechos a la dignidad, el salario justo, la no discriminación y otros factores que engrosan cartas constitucionales arrinconadas en el olvido o que se ejecutan de manera direccionada para satisfacer los intereses de grupos de poder. No importa el modelo económico instaurado; al final, son los empleados, sean públicos o privados, los menos favorecidos en el beneficio económico y esto exige una responsabilidad compartida entre Estado, empleadores y por supuesto trabajadores.

El Estado tiene la obligación de velar por la seguridad de todos sus recursos humanos. Frente a la empresa privada los gobernantes deben legislar para que los empleados laboren en condiciones adecuadas y reciban un pago acorde al esfuerzo realizado. Dentro del sistema capitalista la explotación laboral está atada a la ganancia empresarial; ahí, el Estado debe intervenir con políticas que promuevan esta inversión, pero al tiempo que la favorece, debe buscar equilibrio entre utilidades de la empresa y trabajo del empleado. Además, una buena administración gubernamental no puede favorecer una ideología de odio entre ricos y pobres ni sentar la idea de equidad social con la práctica de confiscar o atracar con impuestos al inversor privado; si este crece, a la par aumenta el empleo y si este decae o fracasa, esto genera desempleo para muchas familias.

Los estados por naturaleza no suelen ser los mejores administradores de los recursos nacionales. Aunque ciertos gobiernos se califiquen como defensores de los trabajadores son los primeros en generar la desigualdad social y laboral. El mantenimiento de una burocracia pipona y de baja calidad laboral son signos de la equivocada administración que configura un sistema de obligado servilismo, donde los puestos de trabajo funcionan  como pago de cuotas políticas, en desmedro de la satisfacción de las necesidades reales de una nación. Capítulo aparte son los megasueldos que muchos burócratas reciben a cambio de un voto o de su silencio cómplice. Si nos referimos a la preparación académica, en Ecuador, por ejemplo, los jóvenes para ingresar a estudiar en la universidad requieren puntajes mínimos; un profesional docente para ejercer sus funciones precisa de un largo proceso de selección en contraste a tantos politiqueros incapaces que por coyunturas, tronchas o arreglos dolosos se apropian de plazas laborales donde vagan, desfalcan y gozan de impunidad.

Por su parte, los obreros en su ámbito de responsabilidad deben ser decentes y ganar honradamente su salario. No se pueden permitir robar. Un obrero roba a su empleador cuando no cumple a cabalidad con el trabajo encomendado. Robar no es únicamente apropiarse ilícitamente de un bien material. El desperdicio del tiempo, la mediocre ejecución del trabajo son sigilosas formas de hurto. En conclusión, el trabajo es fuente de dignidad para todo ser humano. Su óptima ejecución y reconocimiento es lo que promueve una sociedad más justa y equitativa. 
 
Artículo publicado en Diario Regional Los Andes, Riobamba 1 de mayo de 2017 

sábado, 29 de abril de 2017

INTI HUAYRA, un ícono de la cultura riobambeña

 
El descubrimiento de la cultura de un pueblo es un viaje apasionante que devela tradiciones, creencias, indumentaria y otros elementos que son la huella digital de un lugar o una época. La música, la danza, el teatro, la poesía y más artes, son constantes lides individuales o grupales que los artistas emprenden en contra del olvido. Mediante la música, nuestro oído percibe el sonido de diversos instrumentos musicales; entre múltiples ritmos descubrimos la fiesta, la tristeza, el regocijo; estados de ánimo que fundidos con el movimiento corporal, tornan la conjunción música - danza en fidedigna representación de la cotidianidad; allí, el flirteo, la cacería, la guerra, la ironía, la protesta política y más situaciones encarnadas en bailes y canciones permiten reflexionar sobre la convivencia, la identidad nacional, la democracia, la multiculturalidad y más facetas de la realidad social.

En este camino, el arte de la Sultana de los Andes y de nuestro país celebra, en este abril 2017, los 25 años de vida artística del Centro de Difusión Cultural INTI HUAYRA, agrupación constituida mediante reconocimiento jurídico del 5 de marzo de 1992. Desde este inicio, su accionar artístico otorgó destacados logros al arte local, bajo la dirección de su fundador y director, Lic. Alfonso Chávez Cadena. Este riobambeño, nacido en 1964, nos compartió sus experiencias su temprana vocación hacia las artes escénicas, vivencias en teatro de la calle, periplos juveniles como bailarín de ritmos de moda y un premio especial obtenido en 1992 por una destacada investigación con el tema Jatum Raimi. Al comentar sobre el arte y la danza en el Corazón de la Patria, señaló las magras oportunidades para el artista nacional; en sociedades como las nuestras, son los esfuerzos individuales de los cultores de las artes, los que generan un espacio ignorado por autoridades e instituciones. En esta dinámica, el grupo no ha dejado de investigar, innovar y generar nuevas propuestas artísticas. Diego Chávez, vástago de Alfonso, es quien ahora reconstruye y da nuevos bríos a esta agrupación que cuenta con tres elencos: Infantil de 4 a 9 años, juvenil de 10 a 16 años y adultos de 17 en adelante. Sus integrantes pertenecen a distintas instituciones educativas de la ciudad; el trabajo en equipo es clave para el éxito de esta institución cultural que el pasado 31 de marzo,  en la Casa de la Cultura, núcleo de Chimborazo, presentó el recital denominado: “Recorriendo el mundo” donde gratificó a la colectividad por ser parte de su historia. 

Auscultando en el ayer, Alfonso Chávez devela la simiente de este gremio en el mérito artístico de  los Hermanos Gustavo y Edgar Cárdenas, quienes conformaron el denominado grupo Inti Raymi y ejecutaban la parte musical junto a Los Aravicos que plasmaban lo coreográfico. La fusión de estas dos entidades dio lugar a Inti Huayra, nombre que asume los términos quichuas Inti (sol) y Huayra (viento). Diario La prensa, de Riobamba, con fecha 9 de enero de 1993, destaca entre sus logros, la grabación del primer disco como premio en el Concurso Nacional organizado por el Ministerio del Trabajo, en julio de 1992, en el Teatro Sucre de la capital. En esta producción musical se incluye el tema inédito: “Pajonal”, letra del Dr. Francisco Fernández Báez, destacado médico quiteño radicado en Riobamba, con música de Gustavo Cárdenas y arreglos de los intérpretes del grupo.
En algunos de sus versos el poema expresa:

Del pajonal vengo,
vengo a cantar su belleza;
de allá,
donde la piel del hombre
es parte de la piel de la tierra;
de allá,
donde se habla el idioma de las aves,
del agua, del viento y del trueno…

Este dominio en el idioma del arte permitió a Inti Huayra ganar variados concursos a nivel nacional e internacional. Su talento se ha ovacionado en importantes festivales de Panamá,  Bolivia, Venezuela, Costa Rica,  Chile, Perú; en el Festival Florida, de Colombia, obtuvo la primera ubicación. En Ecuador, tras una gran actuación trasmitida por el canal RTU, en 2014, sus integrantes se coronaron como Campeones Nacionales en Danza. Destacan otros primeros lugares en eventos como: La caña de oro, en la ciudad de Milagro (1994) junto a consecutivos campeonatos en Ambato y Latacunga. 

Ante la globalización del mundo contemporáneo, las artes se exponen a perder o distorsionar su autenticidad.  Grupos como Inti Huayra son responsables de salvaguardarlas; sin dejar de generar nuevas propuestas, deben fundamentar su trabajo en la investigación y el conocimiento para lograr la preservación  real de la cultura de un pueblo, lejos de la adulteración o el sensacionalismo escénico que genera un espectáculo transitorio. A menudo las formas artísticas tradicionales se convierten en productos de atracción  turística que conllevan la pérdida de auténticas formas de expresión comunitaria. Al respecto, el diario riobambeño El Espectador, en artículo del 15 de diciembre de 1993, alude la presencia de “Grupos de danza folclórica fantasmas”, quienes según este medio, “degradan la danza, bailan con zapatos de marca, medias nylon, camisas a su voluntad, blusas de toda índole, sombreros de todo modelo, y todo lo que venga en gana”. 

Los artistas de Inti Huayra, catalogados como “verdaderos representantes de la danza y la música de nuestra provincia”, según referencia del diario citado en párrafo anterior, en publicación del 23 de septiembre de 1994, son un sólido aporte para la construcción de la memoria social y artística de Riobamba; por medio del baile han preservado costumbres, tradiciones y riqueza patrimonial, logrando reflexiones en torno a la memoria social que sostiene la vida en comunidad. Entre máscaras, indumentaria y adornos corporales; coreografías como: La Capitanía, Los vaqueros, La venada, Los pendoneros, El jatun raimi y muchas más han quedado grabadas en el iris de incontables espectadores que en espectáculos, desfiles, encuentros de danza y festivales  ratifican la trayectoria de esta agrupación que trasciende en la memoria colectiva de nuestra tierra.  


domingo, 9 de abril de 2017

La inteligencia fracasada I

El título de este artículo menciona una interesante obra del autor español José Antonio Marina, quien desde su visión filosófica- pedagógica asentada en el  estudio de la neurología y la ética nos mueve a mirar la maravillosa inteligencia humana desde una perspectiva capaz de direccionarnos hacia una mejor calidad de vida. En su obra, Marina recorre diversos estados en donde reflexiona como  el erróneo uso de este potencial conduce a la desdicha. Siendo un propósito vital de la existencia humana la búsqueda de la felicidad, se considera que el no lograrla, por falta de atino en las decisiones  o por sustentarse en falsos modelos de convivencia, ratifica que una persona irremediablemente ha fracasado.

El autor diferencia la inteligencia estructural, o capacidad básica que puede ser medida a través de un test, del uso de la inteligencia. Todos contamos con inteligencia, pero ¿cuál es el uso que hacemos de ella? No siempre una persona inteligente se comporta de tal forma; procederes estúpidos en muchas ocasiones contradicen el nivel intelectual de un individuo. El buen uso de esta capacidad nos conducirá siempre a una situación favorable; su desatinada utilización acarreará una existencia inmersa en la mentira, el odio, la codicia y más demostraciones de una inteligencia fracasada.

“Las sociedades pueden ser inteligentes o estúpidas según sus modos de vida, los valores aceptados, las instituciones o las metas que se propongan”, señala Marina; en ejemplo, el fanatismo durante el régimen nazi o soviético, mediante la manipulación de un vil nacionalismo, la exaltación de una raza y una extrema ceguera colectiva concluyó en el asesinato de millones de inocentes. Esta vía de ignorancia también se manifiesta dentro de una nación sumida en el oscurantismo donde sus habitantes no utilizan de manera autónoma esa inteligencia y pese a su intelectualidad, en muchos casos, son presa de un adoctrinamiento infundado, de la tiranía  de un partido político, de la ridícula soberbia de un modelo de gobierno que no genera paz colectiva.  

La dicotomía entre inteligencia y estupidez se marca en el comportamiento diario de los individuos; el ser inteligente celebra la armonía de la sociedad, la transparencia de sus instituciones o la legalidad de sus funcionarios; en contraparte, el ser de inteligencia fracasada festeja la corrupción, justifica el robo legalizado, aviva el enfrentamiento. El hombre racional dista del irracional porque el primero se basa en las evidencias, en la certeza de lo que críticamente distingue como bueno o malo, como inmoral o ético; el irracional se encierra en lo que le dicen que repita, en lo que le direccionan que piense, en mensajes repetitivos que los núcleos de poder inoculan como verdad; ha perdido el sentido de la realidad y en esta irracionalidad se atrinchera en una opinión impuesta que le conduce a la violencia. De este modo, el fracaso de la inteligencia no solo afecta a un individuo, su inevitable condición de ser social influye en el medio que vive, y lo destruye. El reto individual y social es hacer buen uso de la inteligencia, no sucumbir bajo el engolamiento de no mejorar la realidad que nos tocó vivir porque genera cierta comodidad en desmedro de la tragedia de un pueblo entero.   

Artículo publicado en Diario Regional Los Andes, Riobamba, 9 de abril de 2017

sábado, 8 de abril de 2017

Maldad institucionalizada

Los pueblos se forjan al amparo de la honestidad, el trabajo, la equidad, la libertad y más elementos inherentes al mundo civilizado. Estos valores esenciales para la supervivencia ética de una nación no existen por el hecho de ser citados en una carta constitucional o en una perorata política. Los pueblos son direccionados en su actuar a través de las leyes, pero la existencia de estas no garantizan el convivir armónico si quienes las instauran son los primeros en quebrantarlas. En la antigua Grecia se planteaba la disyuntiva sobre qué era mejor: ¿El gobierno de las leyes o el de los hombres? A sabiendas que las leyes son quebrantables, se concluía que lo fundamental es la condición de ética, moral y bondad que un ser humano debe tener cuando se coloca al frente de una nación porque son sus actos, y no sus palabras los que darán valor y legitimidad a su mandato. 

Grandes imperios brillaron por sus sistemas organizacionales, sus logros militares, sus innovaciones en diversos ámbitos, pero al mismo tiempo su corrupción, su violencia, su tiranía, su maldad institucionalizada carcomieron sus estructuras hasta volverlos polvo. La inmoralidad es la plaga de todo pueblo, la indecencia llevada a los estratos del poder mina el honor de las naciones y sus habitantes. Una nación no puede crecer bajo la sombra de la ignominia, un pueblo no puede prosperar si sus organismos de gobierno se apuntalan sobre la mentira, el dolo, el ansia de poder que beneficia a grupúsculos contaminados hasta el tuétano con la desvergüenza. 


No podemos llegar a la grandeza cuando los adultos, las autoridades, los que tácitamente al frente de la Patria revelamos a nuestros jóvenes y niños que la verdad no vence, que el engaño triunfa sobre la honestidad, que la falacia se impone a la franqueza, que el deshonor brilla en el rostro mentiroso y caradura con mayor esplendor que la honorable faz. No podemos decirnos democráticos si el accionar político devela que la violencia se impone a la razón y a la voluntad del pueblo, que no importa cuánto se reclamen los derechos sociales e individuales  si se manipulan los entes armados para reprimir o amedrentar a quien con rectitud reclama. En esta violencia se incluye también la incitación al odio, la intimidación a través de grupos foráneos que generan rencores y conducen a que los ciudadanos en las calles pierdan sus estribos ante la provocación planificada que desvirtúa la protesta franca.  


Un pueblo libre no puede vivir bajo la institución del miedo. Los ciudadanos contamos con el irrenunciable derecho para expresarnos con autonomía sin que por esto seamos tratados como sediciosos o terroristas. Una constitución con un derecho a la resistencia sobre el papel es inútil, si al momento de pronunciarnos nos amedrentan con alambradas, policías armados hasta los dientes o amenazas difundidas en medios de comunicación esclavizados. Un pueblo oprimido no puede proyectarse al futuro porque las rejas existentes limitan su libertad de ser, de actuar y de sentir. 


Finalmente, un gobierno con solidez moral no puede atizar el divisionismo; al contrario, es responsable de velar por los intereses de todos los sectores de la ciudadanía, sean estos afines o no a su ideología; los gobernantes que solo cuidan de sus coidearios inyectan en la Patria la discordia. ¿Será la corrupción institucionalizada el futuro del Ecuador o aún podrá brillar la armonía, la rectitud y la decencia?  

Artículo publicado en Diario Regional Los Andes, Riobamba, jueves 6 de abril de 2017 

domingo, 26 de marzo de 2017

La tragedia nos une

El novelista francés Albert Camus, en su obra La peste, narra la historia de Orán, una ciudad invadida por las ratas, asolada por una epidemia, símbolo de la muerte, el hambre, la corrupción; sobre esta tragedia, el autor teje un enramada de múltiples emociones que confluyen en la solidaridad, la unión de criterios, el pensamiento que favorece el bien colectivo, en contra del egoísmo, y más lecciones que solo la desdicha enseña a los habitantes de aquel lugar. 
En nuestra realidad y en el preludio de un acto electoral, nuestro país parece enrumbarse a una consolidación de sentires. Al menos en estas últimas semanas, se percibe como muchos ecuatorianos, de las más variadas tendencias ideológicas, de las más distintas profesiones, desde sus polarizadas edades o diferente condición económica claman por un cambio para la situación actual del Ecuador. Parece que la tragedia de la pobreza, cada vez es más evidente; que la desgracia del desempleo, que la crisis de la educación, que la fatalidad de la corrupción descarada, de la impunidad, de la injusticia, han unido a gran parte de los ecuatorianos para mirar hacia otro horizonte.  

Terminó una época de bonanza, un estado de vacas gordas, una era de fecundidad petrolera que vertió ingentes recursos económicos para la nación, sin embargo, los resultados vigentes, en cuanto a economía nacional, indican que no fueron utilizados con eficacia. El fantasma del  sobreprecio ronda en todas las obras construidas por el Estado, ciertas absurdas inversiones han generado inútiles servicios que las delatan como escudo para ocultar infames negociados. Al final el pueblo sigue más pobre, sin trabajo, sin la certidumbre de un futuro que asegure el desarrollo social de todos.
  
Hoy no buscamos el triunfo de una tienda política, no esperamos que se entronice en el poder un adalid populista que nos mienta y nos ofrezca lo irrealizable; no aguardamos la llegada de un reyezuelo que nos lance migajas para que sigamos siendo mendigos o miserables. Queremos un país productivo que se apoye en el trabajo para vivir con dignidad. No pretendemos que la tragedia de la censura nos calle o nos intimide. Nos hemos colmado de escuchar viles mentiras propagadas a toda hora en clara evidencia del despilfarro de nuestros recursos.   

Lo bueno de esta penalidad es la esperanza de crear un país que al fin madure políticamente, que sobre tantos infortunios se oriente a trabajar bajo la única bandera del progreso común. Un país que subyugue las discrepancias regionalistas, los odios infundados, el salvajismo de enfrentar al pueblo contra el pueblo en contramarchas que defienden las ambiciones de ególatras  grupos de poder quienes no solo se roban nuestro presente, sino el camino de nuestros hijos, nietos y de tantas generaciones que sin saberlo ya nacen con una deuda a cuestas. 

Al finalizar su novela, Camus recomienda no callar para no ser parte de la injusticia, advierte sobre la necesidad de permanecer siempre vigilantes ante cada nueva era, porque cuando nos gana la indiferencia, la pereza mental o la decadencia  moral somos fácil presa de cualquier peste y así como en aquella ciudad de Orán, escenario de los acontecimientos, en cualquier momento aparecen las ratas que nos roban la felicidad.    

Artículo publicado en Diario Regional "Los Andes", domingo 26 de marzo de 2017

jueves, 23 de marzo de 2017

La nación que anhelamos


A dos semanas de las elecciones presidenciales, la incertidumbre por el futuro del país es inevitable en toda la población ecuatoriana. No se trata del triunfo de un candidato determinado, sino de un distinto direccionamiento a la realidad que hoy atravesamos. Sin querer enviar dardos hacia algún partido político, basta mirar la cotidianidad para sentir como la crisis nos agobia. Aunque cifras y estadísticas afirmen que habitamos la tierra de los sueños, somos los ciudadanos comunes quienes sentimos como la inflación ha mermado nuestra capacidad adquisitiva. Es el pueblo quien de forma personal o por vínculos familiares percibe como el desempleo empuja hacia límites de desesperación. Somos los ciudadanos llanos quienes cohabitamos con jóvenes frustrados, desocupados, de alas rotas debido a la falta de accesibilidad a las universidades.

Somos los padres y madres de familia quienes vivimos al margen del subempleo o del empleo sobreexplotado y mal remunerado, so pena de perder el limitado ingreso y engrosar las filas de gente en edad productiva que pese a la preparación académica y la experiencia profesional no puede mantener su puesto laboral por no pertenecer a un entramado político o no estar dispuesta a coimear a sus corruptos empleadores. Somos los pobladores habituales quienes clamamos por una nación donde podamos vivir con aspiraciones hacia una mejor calidad de vida, sin que por esto nos etiqueten como pelucones por, en el mejor de los casos, contar con una vivienda, un auto hipotecado o un teléfono a pagar en cuotas.


Buscamos un país donde podamos trabajar seguros sobre la base de nuestra eficiencia, donde nuestra labor sea reconocida con un salario digno que permita proyectar un óptimo futuro para nuestros hijos. Queremos una tierra donde no cunda el miedo a expresar lo que sentimos, donde nuestra voz elevada en contra de los atropellos sociales o la tiranía del poder no sea rotulada como conspiradora o terrorista. Anhelamos un país que en verdad enfrente sus problemas internos con acciones que superen: la deficiencia educativa, el despilfarro estatal, la corrupción e impunidad de los dirigentes de las instituciones gubernamentales.


 No queremos un país de fantasía, una imagen falsa proyectada internacionalmente con el fin de mantener a un clan en el poder, mientras los elefantes blancos de los hospitales públicos evidencian la inoperatividad, la falta de medicina. Con urgencia esperamos que cesen las rivalidades infundadas, que se revierta el veneno inoculado en la última década para avivar populismos que engendran odio y división. Ecuador requiere de una nueva era de unidad, trabajo y honestidad. 

Publicado en Diario Regional "Los Andes". Lunes 20 de marzo de 2017 

jueves, 9 de marzo de 2017

El paternalismo estatal en la educación



En informal plática dentro de un contexto educativo y en referencia a la afición por la lectura, ciertos docentes, refiriéndose al cotidiano ejercicio lector literalmente aseveraban: “No leemos porque no nos regalan libros para leer”, tal pronunciamiento, espontáneo y trivial, lleva a creer que siendo este grupo parte de un conglomerado responsable de la dirección y encauzamiento intelectual y formativo de las generaciones en proceso de aprendizaje, es poco lo que pueden aportar frente a estudiantes que también se encuentran afianzados al criterio de lo gratuito y sin esfuerzo.


Este colectivo comportamiento pedigüeño, incitado por gobiernos que no forjan individuos emprendedores o críticos, a sabiendas que es mejor mandar en un pueblo donde la mendicidad hace que sus habitantes se conformen con cualquier migaja, es la causa para que en nuestro país se haya declinado el esfuerzo individual o la lucha franca hacia mejores estados de vida. El conformismo campea en tantos individuos que hoy se aferran a un bono de pobreza que no los etiqueta como pobres, sino como gente sin dignidad, porque un ser humano no requiere de limosna, un hombre o una mujer que de verdad pretende superarse demanda del empuje de un Estado que invierta en forjar en ellos un pensamiento de progreso, creatividad, crítica, trabajo decidido y justamente remunerado.

La ineludible supervivencia dentro de un sistema capitalista, que sin ser perfecto  ni del todo justo, nos permite de alguna manera tener el derecho a soñar con un distinto nivel de existencia, a diferencia de aquellos inauditos socialismos defendidos por adalides, dictadores o monarcas de sus pueblos cuya ideología genera una comunidad miope, una nación imposibilitada para ver más allá de la dádiva o la donación. Sin caer en el ámbito del lugar común, una sentencia declara: “Lo que no te cuesta no te duele”. Esto se palpa en las instituciones educativas donde se regalan, libros, uniformes y más insumos, que de alguna manera  da paso a que los estudiantes crean que se les debe regalar hasta el título. Esta idiosincrasia estatal paternalista deja una maldición de gente discapacitada moralmente, condenada a la miseria mental, a la pereza, al facilismo. Hago alusión al contexto educativo porque si ahí se enraíza este virus, incierto es lo que esperamos para el futuro. Anécdotas y referencias de varios educadores de establecimientos educativos, sobretodo  fiscales, describen como el comportamiento sablista de sus estudiantes llega a niveles altos de  degradación, en donde para cualquier actividad escolar se exige a los docentes el aporte  su limitado ingreso económico para aplacar una marejada pedigüeña que no siempre corresponde a personas de bajo recurso, sino a sectores destrozados por un Estado que los ha estigmatizado como pobres, miserables o incapaces de valerse por sus propios medios.  


El Estado debe apoyar a sectores vulnerables como el de personas discapacitadas, gente de tercera edad desprovista de patrimonio o niños en abandono. Pero la gran obligación de quienes están en la dirigencia nacional es generar una mentalidad de progreso en sus habitantes. No queremos un país de manos extendidas, buscamos una honrada gestión gubernamental que forje empleo, facilite la inversión extranjera, a la vez que apoye al pequeño y gran empresario local, entre otras opciones desarrollo económico. 


El origen de las fatalidades y vicios de un pueblo está en la falta de trabajo y oportunidades para crecer en su economía. Hay que fortalecer la autoestima de sus habitantes para que logren sentirse entes productivos y no parásitos de nadie.

miércoles, 8 de marzo de 2017

Mujer ayer y hoy

Somos la sociedad del siglo XXI, una sociedad que se ha desarrollado entre escombros, políticas y revoluciones. Una sociedad  asaltada por  la guerra, la delincuencia, la violencia absurda y la soledad. Pero entre todas estas contrariedades siempre ha existido una luz que recibe el nombre de mujer.

Desde los albores del tiempo, la imagen de la mujer ha sido la orientación para el nacimiento de los grandes pueblos. Desde la lejana comunidad primitiva donde su labor era medida en razón de su divinidad para producir la tierra; hasta el mismo mundo contemporáneo, que con su carga de dificultades y evoluciones requiere de la energía, la paciencia y la entrega que muchas veces solo una mujer es capaz de darla.

Tan valioso es el aporte que la mujer ha dado a la sociedad, que personalmente me atrevo a decir que sin mujer no existiría sociedad, porque la sociedad es el resultado de todo ese cúmulo de paciencia fomentada al pie de una cuna en largas noches de desvelos y fatigas que a la mujer la convierten en madre.

No con esto quiero decir que la maternidad es el único camino para la realización de la mujer porque en sus manos yace el compromiso innato de construir un mundo diferente, de formar una sociedad distinta, donde por fin se sepulten los individualismo y mezquindades que a pocos ha decorado con el bienestar de la opulencia, mientras la mayoría lleva en los ojos la sombra de la tristeza diaria que muchas veces tiene el sabor de un pan ausente o la risa triste del niño desnutrido.

No pretendo escribir sobre feminismo o machismo, porque esas son las fuerzas negras que impiden que nuestra sociedad avance. Pretendo escribir sobre igualdad, es decir, presente y futuro. No podemos quedarnos atados a un pasado donde el sexo femenino fue pisoteado de manera absurda y no por culpa única de los hombres, sino también de las mismas mujeres que con su silencio y pasividad se convierten en cómplices del atropello.

Urge una sociedad libre que no se siga hundiendo en el fango de una violencia atroz e injustificada en contra del sexo femenino. De una sociedad nueva que realmente valore todos los triunfos y éxitos que la mujer ha conquistado en los distintos campos políticos, científicos, intelectuales y sociales.

La mujer siempre presente en todas las épocas. Hoy más que nunca con el reto de enfrentar la responsabilidad del trabajo diario y al mismo tiempo de luchar contra la tiranía, la violencia, la pornografía o la droga. Mujer ser dimensional y planetario que aquí como en el último rincón del mundo entretejes los ideales porque sabes que no hacen falta alas para hacer un sueño, basta con las manos y con el empeño. No hacen falta alas para ser más bellos, basta el buen sentido del amor inmenso. Ser mujer significa saber que la vida solo tiene sentido, si nos comprometemos a dejar este mundo que nos tocó vivir, mejor de lo que lo encontramos.

Mujer: eres forjadora de tu destino, tus metas, tus ideales. En tus manos y corazón están presentes todas aquellas almas que te hicieron la conquistadora de un nuevo tiempo y que te dan la convicción de llamar al hombre para que sea verdadero compañero en el transitar de la existencia. Hemos conquistado el espacio, el tiempo, la gravedad, y tantos secretos que la naturaleza esconde, pero es el momento de conquistar el don de la pareja humana regida en igualdad de pensamiento, sentimiento deberes y derechos.