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jueves, 23 de febrero de 2017

Lecciones del pueblo


Luego de la intensa jornada electoral vivida durante esta semana en el Ecuador, son muchas las lecciones que el común del pueblo deja para generaciones presentes y venideras. El acto de unidad demostrado en las calles por parte de gente libre de afiliación política o interés individual llevó a que muchos habitantes se unan para elevar su voz, no por uno u otro candidato sino por la transparencia, la equidad y la legalidad que deben ser características de una verdadera democracia. 

Eso nos lleva a creer que ya no somos un pueblo ideológicamente incipiente, hemos madurado como nación y como individuos. En nosotros ha nacido una actitud crítica frente a las realidades que observamos, lo cual nos catapulta a ser actores de un cambio, a ser entes participativos en la construcción de la comunidad en donde nos desarrollamos, a diferencia de pasadas décadas donde, por lo general, reinaba la indiferencia y el miedo de expresarnos. Hoy descubrimos como la comunicación globalizada nos lleva a decidir frente a las circunstancias. La oleada de datos recibidos a través de las redes sociales nos ha permitido juzgar, argumentar y participar sobre nuestro propio pensamiento. En una gran mayoría, ya no somos mentes direccionadas o manipulables; podemos ser autónomos a la hora de actuar por nuestras convicciones. En muchos casos hemos asumido un compromiso personal a favor de nuestro país a quien debemos amor y lealtad. 

Frente al escenario político, que ya está desatado, nos convocamos a seguir en el camino del riguroso celador que se mantiene erguido frente a la intolerancia, el fraude, la mentira inocultable. Hoy más que nunca, el pueblo es el propio cronista de sus hechos. Fotografías, videos, testimonios alejados de la sumisión partidista, develan el comportamiento de un pueblo que no quiere vivir bajo la guadaña de la ignorancia ni la servidumbre. Nos perfilamos hacia una era de libertad de expresión, de trabajo conjunto, donde no importa el candidato o la tienda política sino el progreso de esta nación que, hasta donde la observamos, se halla en la bancarrota y el extremo endeudamiento.  

Necesitamos el apoyo y el trabajo honesto de todos los sectores de la comunidad, de la inteligencia, la honradez y el patriotismo de cada ecuatoriano porque Ecuador no es un latifundio de ningún grupo de poder. Al llamar a la concertación, invocamos a la unidad, anhelamos despojarnos de odios infundados que nos dividen y enfrentan en disputas que nos encadenan al subdesarrollo económico y social. Aspiramos a vivir en una sociedad donde no reine la violencia por parte de los gobernantes quienes desde su poder oprimen y amedrentan a sus mandantes hasta convertirlos en lacayos sin voluntad. Al frente de la Patria, queremos un pueblo participativo no una horda de secuaces que entre sí embozan actos de corrupción visibles hasta para el mayor de los mentecatos. 

Finalmente la lección más importante de este pueblo está arrimada a la esperanza por mejores días. Nuestras generaciones venideras, aunque ya endeudadas por preventas, deudas mal adquiridas u obscuros negociados, requieren de una  dosis de fe en sus actores políticos a quienes no quisiéramos mirar como lobos hambrientos de poder o de riqueza. Requerimos de reales líderes que enfrenten la pobreza, el desempleo, el estancamiento económico. Demandamos un nuevo Estado, una nueva casta política que defienda el interés nacional y no su codicia.