Datos personales

domingo, 26 de marzo de 2017

La tragedia nos une

El novelista francés Albert Camus, en su obra La peste, narra la historia de Orán, una ciudad invadida por las ratas, asolada por una epidemia, símbolo de la muerte, el hambre, la corrupción; sobre esta tragedia, el autor teje un enramada de múltiples emociones que confluyen en la solidaridad, la unión de criterios, el pensamiento que favorece el bien colectivo, en contra del egoísmo, y más lecciones que solo la desdicha enseña a los habitantes de aquel lugar. 
En nuestra realidad y en el preludio de un acto electoral, nuestro país parece enrumbarse a una consolidación de sentires. Al menos en estas últimas semanas, se percibe como muchos ecuatorianos, de las más variadas tendencias ideológicas, de las más distintas profesiones, desde sus polarizadas edades o diferente condición económica claman por un cambio para la situación actual del Ecuador. Parece que la tragedia de la pobreza, cada vez es más evidente; que la desgracia del desempleo, que la crisis de la educación, que la fatalidad de la corrupción descarada, de la impunidad, de la injusticia, han unido a gran parte de los ecuatorianos para mirar hacia otro horizonte.  

Terminó una época de bonanza, un estado de vacas gordas, una era de fecundidad petrolera que vertió ingentes recursos económicos para la nación, sin embargo, los resultados vigentes, en cuanto a economía nacional, indican que no fueron utilizados con eficacia. El fantasma del  sobreprecio ronda en todas las obras construidas por el Estado, ciertas absurdas inversiones han generado inútiles servicios que las delatan como escudo para ocultar infames negociados. Al final el pueblo sigue más pobre, sin trabajo, sin la certidumbre de un futuro que asegure el desarrollo social de todos.
  
Hoy no buscamos el triunfo de una tienda política, no esperamos que se entronice en el poder un adalid populista que nos mienta y nos ofrezca lo irrealizable; no aguardamos la llegada de un reyezuelo que nos lance migajas para que sigamos siendo mendigos o miserables. Queremos un país productivo que se apoye en el trabajo para vivir con dignidad. No pretendemos que la tragedia de la censura nos calle o nos intimide. Nos hemos colmado de escuchar viles mentiras propagadas a toda hora en clara evidencia del despilfarro de nuestros recursos.   

Lo bueno de esta penalidad es la esperanza de crear un país que al fin madure políticamente, que sobre tantos infortunios se oriente a trabajar bajo la única bandera del progreso común. Un país que subyugue las discrepancias regionalistas, los odios infundados, el salvajismo de enfrentar al pueblo contra el pueblo en contramarchas que defienden las ambiciones de ególatras  grupos de poder quienes no solo se roban nuestro presente, sino el camino de nuestros hijos, nietos y de tantas generaciones que sin saberlo ya nacen con una deuda a cuestas. 

Al finalizar su novela, Camus recomienda no callar para no ser parte de la injusticia, advierte sobre la necesidad de permanecer siempre vigilantes ante cada nueva era, porque cuando nos gana la indiferencia, la pereza mental o la decadencia  moral somos fácil presa de cualquier peste y así como en aquella ciudad de Orán, escenario de los acontecimientos, en cualquier momento aparecen las ratas que nos roban la felicidad.    

Artículo publicado en Diario Regional "Los Andes", domingo 26 de marzo de 2017

jueves, 23 de marzo de 2017

La nación que anhelamos


A dos semanas de las elecciones presidenciales, la incertidumbre por el futuro del país es inevitable en toda la población ecuatoriana. No se trata del triunfo de un candidato determinado, sino de un distinto direccionamiento a la realidad que hoy atravesamos. Sin querer enviar dardos hacia algún partido político, basta mirar la cotidianidad para sentir como la crisis nos agobia. Aunque cifras y estadísticas afirmen que habitamos la tierra de los sueños, somos los ciudadanos comunes quienes sentimos como la inflación ha mermado nuestra capacidad adquisitiva. Es el pueblo quien de forma personal o por vínculos familiares percibe como el desempleo empuja hacia límites de desesperación. Somos los ciudadanos llanos quienes cohabitamos con jóvenes frustrados, desocupados, de alas rotas debido a la falta de accesibilidad a las universidades.

Somos los padres y madres de familia quienes vivimos al margen del subempleo o del empleo sobreexplotado y mal remunerado, so pena de perder el limitado ingreso y engrosar las filas de gente en edad productiva que pese a la preparación académica y la experiencia profesional no puede mantener su puesto laboral por no pertenecer a un entramado político o no estar dispuesta a coimear a sus corruptos empleadores. Somos los pobladores habituales quienes clamamos por una nación donde podamos vivir con aspiraciones hacia una mejor calidad de vida, sin que por esto nos etiqueten como pelucones por, en el mejor de los casos, contar con una vivienda, un auto hipotecado o un teléfono a pagar en cuotas.


Buscamos un país donde podamos trabajar seguros sobre la base de nuestra eficiencia, donde nuestra labor sea reconocida con un salario digno que permita proyectar un óptimo futuro para nuestros hijos. Queremos una tierra donde no cunda el miedo a expresar lo que sentimos, donde nuestra voz elevada en contra de los atropellos sociales o la tiranía del poder no sea rotulada como conspiradora o terrorista. Anhelamos un país que en verdad enfrente sus problemas internos con acciones que superen: la deficiencia educativa, el despilfarro estatal, la corrupción e impunidad de los dirigentes de las instituciones gubernamentales.


 No queremos un país de fantasía, una imagen falsa proyectada internacionalmente con el fin de mantener a un clan en el poder, mientras los elefantes blancos de los hospitales públicos evidencian la inoperatividad, la falta de medicina. Con urgencia esperamos que cesen las rivalidades infundadas, que se revierta el veneno inoculado en la última década para avivar populismos que engendran odio y división. Ecuador requiere de una nueva era de unidad, trabajo y honestidad. 

Publicado en Diario Regional "Los Andes". Lunes 20 de marzo de 2017 

jueves, 9 de marzo de 2017

El paternalismo estatal en la educación



En informal plática dentro de un contexto educativo y en referencia a la afición por la lectura, ciertos docentes, refiriéndose al cotidiano ejercicio lector literalmente aseveraban: “No leemos porque no nos regalan libros para leer”, tal pronunciamiento, espontáneo y trivial, lleva a creer que siendo este grupo parte de un conglomerado responsable de la dirección y encauzamiento intelectual y formativo de las generaciones en proceso de aprendizaje, es poco lo que pueden aportar frente a estudiantes que también se encuentran afianzados al criterio de lo gratuito y sin esfuerzo.


Este colectivo comportamiento pedigüeño, incitado por gobiernos que no forjan individuos emprendedores o críticos, a sabiendas que es mejor mandar en un pueblo donde la mendicidad hace que sus habitantes se conformen con cualquier migaja, es la causa para que en nuestro país se haya declinado el esfuerzo individual o la lucha franca hacia mejores estados de vida. El conformismo campea en tantos individuos que hoy se aferran a un bono de pobreza que no los etiqueta como pobres, sino como gente sin dignidad, porque un ser humano no requiere de limosna, un hombre o una mujer que de verdad pretende superarse demanda del empuje de un Estado que invierta en forjar en ellos un pensamiento de progreso, creatividad, crítica, trabajo decidido y justamente remunerado.

La ineludible supervivencia dentro de un sistema capitalista, que sin ser perfecto  ni del todo justo, nos permite de alguna manera tener el derecho a soñar con un distinto nivel de existencia, a diferencia de aquellos inauditos socialismos defendidos por adalides, dictadores o monarcas de sus pueblos cuya ideología genera una comunidad miope, una nación imposibilitada para ver más allá de la dádiva o la donación. Sin caer en el ámbito del lugar común, una sentencia declara: “Lo que no te cuesta no te duele”. Esto se palpa en las instituciones educativas donde se regalan, libros, uniformes y más insumos, que de alguna manera  da paso a que los estudiantes crean que se les debe regalar hasta el título. Esta idiosincrasia estatal paternalista deja una maldición de gente discapacitada moralmente, condenada a la miseria mental, a la pereza, al facilismo. Hago alusión al contexto educativo porque si ahí se enraíza este virus, incierto es lo que esperamos para el futuro. Anécdotas y referencias de varios educadores de establecimientos educativos, sobretodo  fiscales, describen como el comportamiento sablista de sus estudiantes llega a niveles altos de  degradación, en donde para cualquier actividad escolar se exige a los docentes el aporte  su limitado ingreso económico para aplacar una marejada pedigüeña que no siempre corresponde a personas de bajo recurso, sino a sectores destrozados por un Estado que los ha estigmatizado como pobres, miserables o incapaces de valerse por sus propios medios.  


El Estado debe apoyar a sectores vulnerables como el de personas discapacitadas, gente de tercera edad desprovista de patrimonio o niños en abandono. Pero la gran obligación de quienes están en la dirigencia nacional es generar una mentalidad de progreso en sus habitantes. No queremos un país de manos extendidas, buscamos una honrada gestión gubernamental que forje empleo, facilite la inversión extranjera, a la vez que apoye al pequeño y gran empresario local, entre otras opciones desarrollo económico. 


El origen de las fatalidades y vicios de un pueblo está en la falta de trabajo y oportunidades para crecer en su economía. Hay que fortalecer la autoestima de sus habitantes para que logren sentirse entes productivos y no parásitos de nadie.

miércoles, 8 de marzo de 2017

Mujer ayer y hoy

Somos la sociedad del siglo XXI, una sociedad que se ha desarrollado entre escombros, políticas y revoluciones. Una sociedad  asaltada por  la guerra, la delincuencia, la violencia absurda y la soledad. Pero entre todas estas contrariedades siempre ha existido una luz que recibe el nombre de mujer.

Desde los albores del tiempo, la imagen de la mujer ha sido la orientación para el nacimiento de los grandes pueblos. Desde la lejana comunidad primitiva donde su labor era medida en razón de su divinidad para producir la tierra; hasta el mismo mundo contemporáneo, que con su carga de dificultades y evoluciones requiere de la energía, la paciencia y la entrega que muchas veces solo una mujer es capaz de darla.

Tan valioso es el aporte que la mujer ha dado a la sociedad, que personalmente me atrevo a decir que sin mujer no existiría sociedad, porque la sociedad es el resultado de todo ese cúmulo de paciencia fomentada al pie de una cuna en largas noches de desvelos y fatigas que a la mujer la convierten en madre.

No con esto quiero decir que la maternidad es el único camino para la realización de la mujer porque en sus manos yace el compromiso innato de construir un mundo diferente, de formar una sociedad distinta, donde por fin se sepulten los individualismo y mezquindades que a pocos ha decorado con el bienestar de la opulencia, mientras la mayoría lleva en los ojos la sombra de la tristeza diaria que muchas veces tiene el sabor de un pan ausente o la risa triste del niño desnutrido.

No pretendo escribir sobre feminismo o machismo, porque esas son las fuerzas negras que impiden que nuestra sociedad avance. Pretendo escribir sobre igualdad, es decir, presente y futuro. No podemos quedarnos atados a un pasado donde el sexo femenino fue pisoteado de manera absurda y no por culpa única de los hombres, sino también de las mismas mujeres que con su silencio y pasividad se convierten en cómplices del atropello.

Urge una sociedad libre que no se siga hundiendo en el fango de una violencia atroz e injustificada en contra del sexo femenino. De una sociedad nueva que realmente valore todos los triunfos y éxitos que la mujer ha conquistado en los distintos campos políticos, científicos, intelectuales y sociales.

La mujer siempre presente en todas las épocas. Hoy más que nunca con el reto de enfrentar la responsabilidad del trabajo diario y al mismo tiempo de luchar contra la tiranía, la violencia, la pornografía o la droga. Mujer ser dimensional y planetario que aquí como en el último rincón del mundo entretejes los ideales porque sabes que no hacen falta alas para hacer un sueño, basta con las manos y con el empeño. No hacen falta alas para ser más bellos, basta el buen sentido del amor inmenso. Ser mujer significa saber que la vida solo tiene sentido, si nos comprometemos a dejar este mundo que nos tocó vivir, mejor de lo que lo encontramos.

Mujer: eres forjadora de tu destino, tus metas, tus ideales. En tus manos y corazón están presentes todas aquellas almas que te hicieron la conquistadora de un nuevo tiempo y que te dan la convicción de llamar al hombre para que sea verdadero compañero en el transitar de la existencia. Hemos conquistado el espacio, el tiempo, la gravedad, y tantos secretos que la naturaleza esconde, pero es el momento de conquistar el don de la pareja humana regida en igualdad de pensamiento, sentimiento deberes y derechos.