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sábado, 29 de abril de 2017

INTI HUAYRA, un ícono de la cultura riobambeña

 
El descubrimiento de la cultura de un pueblo es un viaje apasionante que devela tradiciones, creencias, indumentaria y otros elementos que son la huella digital de un lugar o una época. La música, la danza, el teatro, la poesía y más artes, son constantes lides individuales o grupales que los artistas emprenden en contra del olvido. Mediante la música, nuestro oído percibe el sonido de diversos instrumentos musicales; entre múltiples ritmos descubrimos la fiesta, la tristeza, el regocijo; estados de ánimo que fundidos con el movimiento corporal, tornan la conjunción música - danza en fidedigna representación de la cotidianidad; allí, el flirteo, la cacería, la guerra, la ironía, la protesta política y más situaciones encarnadas en bailes y canciones permiten reflexionar sobre la convivencia, la identidad nacional, la democracia, la multiculturalidad y más facetas de la realidad social.

En este camino, el arte de la Sultana de los Andes y de nuestro país celebra, en este abril 2017, los 25 años de vida artística del Centro de Difusión Cultural INTI HUAYRA, agrupación constituida mediante reconocimiento jurídico del 5 de marzo de 1992. Desde este inicio, su accionar artístico otorgó destacados logros al arte local, bajo la dirección de su fundador y director, Lic. Alfonso Chávez Cadena. Este riobambeño, nacido en 1964, nos compartió sus experiencias su temprana vocación hacia las artes escénicas, vivencias en teatro de la calle, periplos juveniles como bailarín de ritmos de moda y un premio especial obtenido en 1992 por una destacada investigación con el tema Jatum Raimi. Al comentar sobre el arte y la danza en el Corazón de la Patria, señaló las magras oportunidades para el artista nacional; en sociedades como las nuestras, son los esfuerzos individuales de los cultores de las artes, los que generan un espacio ignorado por autoridades e instituciones. En esta dinámica, el grupo no ha dejado de investigar, innovar y generar nuevas propuestas artísticas. Diego Chávez, vástago de Alfonso, es quien ahora reconstruye y da nuevos bríos a esta agrupación que cuenta con tres elencos: Infantil de 4 a 9 años, juvenil de 10 a 16 años y adultos de 17 en adelante. Sus integrantes pertenecen a distintas instituciones educativas de la ciudad; el trabajo en equipo es clave para el éxito de esta institución cultural que el pasado 31 de marzo,  en la Casa de la Cultura, núcleo de Chimborazo, presentó el recital denominado: “Recorriendo el mundo” donde gratificó a la colectividad por ser parte de su historia. 

Auscultando en el ayer, Alfonso Chávez devela la simiente de este gremio en el mérito artístico de  los Hermanos Gustavo y Edgar Cárdenas, quienes conformaron el denominado grupo Inti Raymi y ejecutaban la parte musical junto a Los Aravicos que plasmaban lo coreográfico. La fusión de estas dos entidades dio lugar a Inti Huayra, nombre que asume los términos quichuas Inti (sol) y Huayra (viento). Diario La prensa, de Riobamba, con fecha 9 de enero de 1993, destaca entre sus logros, la grabación del primer disco como premio en el Concurso Nacional organizado por el Ministerio del Trabajo, en julio de 1992, en el Teatro Sucre de la capital. En esta producción musical se incluye el tema inédito: “Pajonal”, letra del Dr. Francisco Fernández Báez, destacado médico quiteño radicado en Riobamba, con música de Gustavo Cárdenas y arreglos de los intérpretes del grupo.
En algunos de sus versos el poema expresa:

Del pajonal vengo,
vengo a cantar su belleza;
de allá,
donde la piel del hombre
es parte de la piel de la tierra;
de allá,
donde se habla el idioma de las aves,
del agua, del viento y del trueno…

Este dominio en el idioma del arte permitió a Inti Huayra ganar variados concursos a nivel nacional e internacional. Su talento se ha ovacionado en importantes festivales de Panamá,  Bolivia, Venezuela, Costa Rica,  Chile, Perú; en el Festival Florida, de Colombia, obtuvo la primera ubicación. En Ecuador, tras una gran actuación trasmitida por el canal RTU, en 2014, sus integrantes se coronaron como Campeones Nacionales en Danza. Destacan otros primeros lugares en eventos como: La caña de oro, en la ciudad de Milagro (1994) junto a consecutivos campeonatos en Ambato y Latacunga. 

Ante la globalización del mundo contemporáneo, las artes se exponen a perder o distorsionar su autenticidad.  Grupos como Inti Huayra son responsables de salvaguardarlas; sin dejar de generar nuevas propuestas, deben fundamentar su trabajo en la investigación y el conocimiento para lograr la preservación  real de la cultura de un pueblo, lejos de la adulteración o el sensacionalismo escénico que genera un espectáculo transitorio. A menudo las formas artísticas tradicionales se convierten en productos de atracción  turística que conllevan la pérdida de auténticas formas de expresión comunitaria. Al respecto, el diario riobambeño El Espectador, en artículo del 15 de diciembre de 1993, alude la presencia de “Grupos de danza folclórica fantasmas”, quienes según este medio, “degradan la danza, bailan con zapatos de marca, medias nylon, camisas a su voluntad, blusas de toda índole, sombreros de todo modelo, y todo lo que venga en gana”. 

Los artistas de Inti Huayra, catalogados como “verdaderos representantes de la danza y la música de nuestra provincia”, según referencia del diario citado en párrafo anterior, en publicación del 23 de septiembre de 1994, son un sólido aporte para la construcción de la memoria social y artística de Riobamba; por medio del baile han preservado costumbres, tradiciones y riqueza patrimonial, logrando reflexiones en torno a la memoria social que sostiene la vida en comunidad. Entre máscaras, indumentaria y adornos corporales; coreografías como: La Capitanía, Los vaqueros, La venada, Los pendoneros, El jatun raimi y muchas más han quedado grabadas en el iris de incontables espectadores que en espectáculos, desfiles, encuentros de danza y festivales  ratifican la trayectoria de esta agrupación que trasciende en la memoria colectiva de nuestra tierra.  


domingo, 9 de abril de 2017

La inteligencia fracasada I

El título de este artículo menciona una interesante obra del autor español José Antonio Marina, quien desde su visión filosófica- pedagógica asentada en el  estudio de la neurología y la ética nos mueve a mirar la maravillosa inteligencia humana desde una perspectiva capaz de direccionarnos hacia una mejor calidad de vida. En su obra, Marina recorre diversos estados en donde reflexiona como  el erróneo uso de este potencial conduce a la desdicha. Siendo un propósito vital de la existencia humana la búsqueda de la felicidad, se considera que el no lograrla, por falta de atino en las decisiones  o por sustentarse en falsos modelos de convivencia, ratifica que una persona irremediablemente ha fracasado.

El autor diferencia la inteligencia estructural, o capacidad básica que puede ser medida a través de un test, del uso de la inteligencia. Todos contamos con inteligencia, pero ¿cuál es el uso que hacemos de ella? No siempre una persona inteligente se comporta de tal forma; procederes estúpidos en muchas ocasiones contradicen el nivel intelectual de un individuo. El buen uso de esta capacidad nos conducirá siempre a una situación favorable; su desatinada utilización acarreará una existencia inmersa en la mentira, el odio, la codicia y más demostraciones de una inteligencia fracasada.

“Las sociedades pueden ser inteligentes o estúpidas según sus modos de vida, los valores aceptados, las instituciones o las metas que se propongan”, señala Marina; en ejemplo, el fanatismo durante el régimen nazi o soviético, mediante la manipulación de un vil nacionalismo, la exaltación de una raza y una extrema ceguera colectiva concluyó en el asesinato de millones de inocentes. Esta vía de ignorancia también se manifiesta dentro de una nación sumida en el oscurantismo donde sus habitantes no utilizan de manera autónoma esa inteligencia y pese a su intelectualidad, en muchos casos, son presa de un adoctrinamiento infundado, de la tiranía  de un partido político, de la ridícula soberbia de un modelo de gobierno que no genera paz colectiva.  

La dicotomía entre inteligencia y estupidez se marca en el comportamiento diario de los individuos; el ser inteligente celebra la armonía de la sociedad, la transparencia de sus instituciones o la legalidad de sus funcionarios; en contraparte, el ser de inteligencia fracasada festeja la corrupción, justifica el robo legalizado, aviva el enfrentamiento. El hombre racional dista del irracional porque el primero se basa en las evidencias, en la certeza de lo que críticamente distingue como bueno o malo, como inmoral o ético; el irracional se encierra en lo que le dicen que repita, en lo que le direccionan que piense, en mensajes repetitivos que los núcleos de poder inoculan como verdad; ha perdido el sentido de la realidad y en esta irracionalidad se atrinchera en una opinión impuesta que le conduce a la violencia. De este modo, el fracaso de la inteligencia no solo afecta a un individuo, su inevitable condición de ser social influye en el medio que vive, y lo destruye. El reto individual y social es hacer buen uso de la inteligencia, no sucumbir bajo el engolamiento de no mejorar la realidad que nos tocó vivir porque genera cierta comodidad en desmedro de la tragedia de un pueblo entero.   

Artículo publicado en Diario Regional Los Andes, Riobamba, 9 de abril de 2017

sábado, 8 de abril de 2017

Maldad institucionalizada

Los pueblos se forjan al amparo de la honestidad, el trabajo, la equidad, la libertad y más elementos inherentes al mundo civilizado. Estos valores esenciales para la supervivencia ética de una nación no existen por el hecho de ser citados en una carta constitucional o en una perorata política. Los pueblos son direccionados en su actuar a través de las leyes, pero la existencia de estas no garantizan el convivir armónico si quienes las instauran son los primeros en quebrantarlas. En la antigua Grecia se planteaba la disyuntiva sobre qué era mejor: ¿El gobierno de las leyes o el de los hombres? A sabiendas que las leyes son quebrantables, se concluía que lo fundamental es la condición de ética, moral y bondad que un ser humano debe tener cuando se coloca al frente de una nación porque son sus actos, y no sus palabras los que darán valor y legitimidad a su mandato. 

Grandes imperios brillaron por sus sistemas organizacionales, sus logros militares, sus innovaciones en diversos ámbitos, pero al mismo tiempo su corrupción, su violencia, su tiranía, su maldad institucionalizada carcomieron sus estructuras hasta volverlos polvo. La inmoralidad es la plaga de todo pueblo, la indecencia llevada a los estratos del poder mina el honor de las naciones y sus habitantes. Una nación no puede crecer bajo la sombra de la ignominia, un pueblo no puede prosperar si sus organismos de gobierno se apuntalan sobre la mentira, el dolo, el ansia de poder que beneficia a grupúsculos contaminados hasta el tuétano con la desvergüenza. 


No podemos llegar a la grandeza cuando los adultos, las autoridades, los que tácitamente al frente de la Patria revelamos a nuestros jóvenes y niños que la verdad no vence, que el engaño triunfa sobre la honestidad, que la falacia se impone a la franqueza, que el deshonor brilla en el rostro mentiroso y caradura con mayor esplendor que la honorable faz. No podemos decirnos democráticos si el accionar político devela que la violencia se impone a la razón y a la voluntad del pueblo, que no importa cuánto se reclamen los derechos sociales e individuales  si se manipulan los entes armados para reprimir o amedrentar a quien con rectitud reclama. En esta violencia se incluye también la incitación al odio, la intimidación a través de grupos foráneos que generan rencores y conducen a que los ciudadanos en las calles pierdan sus estribos ante la provocación planificada que desvirtúa la protesta franca.  


Un pueblo libre no puede vivir bajo la institución del miedo. Los ciudadanos contamos con el irrenunciable derecho para expresarnos con autonomía sin que por esto seamos tratados como sediciosos o terroristas. Una constitución con un derecho a la resistencia sobre el papel es inútil, si al momento de pronunciarnos nos amedrentan con alambradas, policías armados hasta los dientes o amenazas difundidas en medios de comunicación esclavizados. Un pueblo oprimido no puede proyectarse al futuro porque las rejas existentes limitan su libertad de ser, de actuar y de sentir. 


Finalmente, un gobierno con solidez moral no puede atizar el divisionismo; al contrario, es responsable de velar por los intereses de todos los sectores de la ciudadanía, sean estos afines o no a su ideología; los gobernantes que solo cuidan de sus coidearios inyectan en la Patria la discordia. ¿Será la corrupción institucionalizada el futuro del Ecuador o aún podrá brillar la armonía, la rectitud y la decencia?  

Artículo publicado en Diario Regional Los Andes, Riobamba, jueves 6 de abril de 2017