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martes, 31 de enero de 2017

Castellano o español, una lengua que nos une

Desde el siglo III a.C. cuando la Hispania romana era fuente del latín vulgar hasta el siglo XIII, cuando Alfonso X, el rey Sabio, institucionalizó el uso del castellano, en referencia a Castilla, lugar donde se originó esta lengua, este idioma ha proliferado con hondas raíces en el mundo. Según datos del Instituto Cervantes, el español, como se le denomina internacionalmente, es la tercera lengua más hablada en el planeta, después del chino mandarín y del inglés. Hablamos por tanto de una lengua sólida que ha crecido y se ha enriquecido con el aporte de otras. Una lengua que es oficial en más de veinte países y que tiene sus ramajes cimentados en internet donde las gigantescas redes sociales como Facebook y Twitter dan fe de su magnitud. 

La llegada de la lengua española a territorio americano en 1492, fue además un aspecto de unificación geográfica donde esta lengua se revitalizó y pasó a ser la cultura misma enraizada en las expresiones del pueblo, en el diálogo cotidiano, en el grafiti, en la copla, en la tertulia improvisada, en el documento oficial, en el verso o el relato de novelistas y poetas que han llevado su belleza hasta la cima de los Premios Nobel. Un idioma no es solo el convencionalismo comunicativo de una sociedad determinada; es su huella digital, es su señal de pertenencia a un espacio donde nacemos y que nos llega a través de la voz de quien junto a la cuna profiere las primeras palabras. Ser parte de una lengua es ser parte de una familia, de una identidad, de una alegre sonoridad que nos cautiva cuando la escuchamos en tierras de idioma diferente. 

La estrecha vinculación entre lengua, cultura, identidad, nos dice que somos parte de un lugar, que somos fruto de generaciones que nos precedieron y nos legaron una herencia inalienable a la que no deberíamos renunciar a pesar de una implacable globalización en donde las culturas dominantes imponen su lengua como forma de opresión o de avasallamiento. El reciente acto del nuevo gobierno norteamericano que elimina de su página oficial la opción del uso del español, no es tan solo el retiro de un enlace en una página web. Es un desconocimiento radical a toda una comunidad que en los mismos Estados Unidos lo conforman millones de personas, es un marcado mensaje que expresa la obligatoriedad de un idioma en discrimen de otro, un: “Si no hablas inglés, lárgate o regresa al sitio de donde viniste”. En tiempos de clara modernidad, de supuesto alejamiento de la barbarie retrocedemos hacia la discriminación, la xenofobia, el maltrato no solo para quienes habitan en suelo norteamericano sino para todos quienes nos identificamos con “Un lugar de la Mancha” del cual urge acordarnos para que se nos reconozca como un pueblo que como a muchos otros no se le puede retirar el derecho humano de pregonar, utilizar o mantener su lengua en donde quiera. 

En el caso de los hispanos, la lengua de los cantares, la lengua del romancero, trovada por Juana de Ibarbourou, es un legado íntimo que nos acompaña a donde vayamos, no importa si por acción laboral, de estudio o de turismo hayamos aprendido otras lenguas, la lengua vernácula es el lazo con la Patria, con las tradiciones, con la exquisitez de las fiestas, el flirteo, la alabanza o la broma que arranca estentóreas risas. ¡Larga vida para nuestra lengua!