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martes, 30 de noviembre de 2010

El delito de la indiferencia

En estos días, con profunda consternación hemos sido partícipes de dos despreciables asesinatos en la ciudad de Riobamba. Una niña y una muchacha de cortos años fueron privadas de su vida de la manera más inicua. Los comentarios, los noticieros locales y nacionales, el vulgo y todas sus derivaciones malsanas hacen eco de estas fatalidades, como si se tratasen de un motivo para la morbosa crítica. Es todo lo que hemos hecho frente a lo acontecido. Es lo único a lo que nos hemos limitado: A ser espectadores de piedra frente a una sociedad que ante nuestras narices se desploma a pedazos.
Al parecer ya nada nos conmueve. Vivimos tan acostumbrados a la maldad o la violencia que solo por instantes reaccionamos, para luego volver al sopor de la indiferencia; y éste es el principal delito de toda sociedad que se niega a sí misma la oportunidad para vivir de mejor manera. Es que mientras no vivamos el dolor en carne propia, seguiremos creyendo que los males sociales son motivos de noticieros. Mientras nosotros o nuestras familias no sean afectadas, seguiremos siendo los mudos o recontramudos testigos de lo que pasa a nuestro alrededor.
Mientras tanto, el crimen, el secuestro, las violaciones, el narcotráfico y más tentáculos del mal siguen extendiéndose porque no tenemos la fortaleza para enfrentarlos. El mal prospera cuando no hay líderes comprometidos con la dignidad y la vida de los inocentes, pero también crece cuando las bocas que deben hablar para denunciarlo, se callan tras un bien justificado: “no es mi problema”.
En toda nación, son las autoridades, el gobierno, las leyes, quienes deben amparar y velar por la seguridad de la sociedad, pero cuando en su lugar actúa la inoperancia, la desidia y hasta cierta simpatía por la criminalidad, nos toca a nosotros, el pueblo común, despertar de la apatía y enfrentar con denuedo al hampa que puede arrastrarnos a la total anarquía.
No es que abogue por la toma de justicia por mano propia, ni que se pretenda retroceder a la Ley del Talión, pero debido a la delincuencia, nuestro pueblo está ingresando a un estado de violencia, que si no se la frena lo antes posible, esta desembocará en un deterioro moral y social del que difícilmente podremos salir. Todos los actores de la sociedad civil estamos llamados a unirnos como barrios, como grupos comerciales, como centros educativos y demás, para juntos ser una coraza que ahuyente y repela los ataques de la delincuencia en cualquiera de sus formas.

jueves, 11 de noviembre de 2010

El verdadero heroísmo

Nada de lo que se diga en homenaje a la tierra donde uno nace puede justificar la grandeza que ésta representa. La patria chica es la madre, la pasión, el alma misma. Así, no podemos hablar de Riobamba únicamente a partir de un 11 de Noviembre. Nuestra ciudad acuña una maravillosa historia forjada por verdaderos patriotas que la amaron como Corazón de la Patria y Cuna de las Primicias. Pero sobretodo, es la ciudad que espera volverse grande con el amor, la honradez y la dedicación de los habitantes que hoy viven en ella.

Un glorioso 11 de Noviembre de 1820, se declara la Independencia política y administrativa de la ciudad, que aunque duró menos de 15 días, por la derrota de las fuerzas patriotas en Huachi, sirvió como antesala al inmortal 21 de Abril, donde nuestra tierra vuelve a emerger gloriosa para proyectarse a la consolidación libertaria del 24 de Mayo de 1822.

Recordar fechas como éstas, son exigencia para crear una perspectiva diferente de nuestro tiempo. Entender que en cada época y desde cada realidad, un pueblo debe preservar la glorias de su pasado, pero con el fin de generar nuevos héroes para seguir en la construcción de una buena historia; de un buen legado para las presentes y futuras generaciones que no sientan que los actuales ciudadanos, líderes o autoridades son almas intrascendentes o corruptas que nada aportan a la comunidad.

No se es patriota por colocar una bandera en la puerta de la casa, un arreglo floral frente a un monumento o pronunciar un fatuo discurso en una sesión solemnemente aburrida. El verdadero patriotismo se lo crea en las aulas, en las calles, en los puestos de trabajo, en las plazas, en hospitales, en cualquier sitio donde contribuyamos a mejorar nuestra urbe, sea con el trabajo honesto y cabal o con hechos simples como tratar a la gente con amabilidad. La gloria de nuestro pasado es la primera exigencia para no ser conformistas ni mediocres. Todos podemos llegar al heroísmo; es decir a dar lo mejor de cada uno desde el sitio que nos hallemos.

Que el legado de los libertadores no sea vano ni desaparezca. Que gestas heroicas como las del 11 de Noviembre no sean recuerdo de glorias muertas. Que sean el orgullo de sentirnos pueblo que avanza a favor del progreso, la unión y la libertad.