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sábado, 28 de julio de 2012

A reducir la velocidad



Los límites de velocidad impuestos para la circulación de vehículos en nuestro país han causado más de un asombro a los descuidados conductores quienes, con admiración tras el volante, balbucean cualquier excusa para justificar una contravención. Ya era tiempo de tomar acciones correctivas para enfrentar de alguna manera el exceso de accidentes de tránsito, considerando que gran parte de estos se producen por la imprudencia de la mayoría de automovilistas quienes aceleramos indiscriminadamente nuestros autos, sea para cumplir con una obligación a la que no dimos la debida planificación de tiempo o simplemente por el gusto de sentirnos pilotos de fórmula uno, en una pista que no respeta la vida de quienes están a nuestro alrededor.
Las multas y sanciones son severas, pero por desgracia parecen ser la única alternativa para enmendar el comportamiento agresivo e irrespetuoso de quienes al mando de un automotor nos convertimos en portadores de desgracia y muerte. De nada han servido las múltiples campañas de educación vial, el pintar las calles con corazones azules u otras acciones en favor de un manejo responsable. Estas medidas pueden incomodarnos en demasía y de seguro existen varios detractores de ellas, pero somos un sociedad por demás indisciplinada y nos guste o no, debemos manejarnos con normas que favorezcan a la colectividad.
En este contexto donde cunde la denominada “viveza criolla”, muchos usuarios de redes sociales han empezado a utilizarlas junto a sus celulares para advertir los lugares donde se realizan los controles policiales y así eludir o disimular las infracciones; esto  nos torna más primitivos e insensatos. Eduquemos a nuestros hijos en el buen actuar, no en la trampa ni la picardía que es una disfrazada manera de corrupción. Cuántos ciudadanos del país han pagado con sangre y lágrimas la desmedida velocidad que es sinónimo de tragedia. Hoy, ojalá cambiemos nuestro actuar errado mediante esta serie de imposiciones legales, mañana y en un futuro cercano no necesitaremos de ellas porque será el buen sentido común el que gobierne nuestra manera de conducir un auto por las calles.
Finalmente, creo que la gran mayoría ciudadana mira con complacencia el nuevo orden dispuesto, a la vez que espera que todo ese dinero recaudado por las infracciones tenga un buen uso y así también crezcamos en la conciencia colectiva de que las multas, aranceles e impuestos pagados por el pueblo son revertidos en obras de bien común y no se destine a despilfarros políticos. Nos obligan a cambiar, pero también quienes están a la cabeza del país deben obligarse a sí mismos a buscar una nueva era moral para un país donde se ha entronizado la indecencia, el robo y el abuso.

lunes, 16 de julio de 2012

Al finalizar el año lectivo

Ha finalizado el año escolar 2011 – 2012 en el régimen sierra. Ha sido un año de grandes cambios para el ámbito educativo por lo cual se requiere volver las páginas para establecer aciertos y desaciertos. Era vital renovar todo el accionar educativo de nuestro país. Aspectos como: la evaluación docente, la capacitación a los educadores, la revisión del currículo,  el empuje hacia el uso de las nuevas tecnologías y más, son grandes puntos a favor de quienes llevan el direccionamiento educativo del Ecuador. Pero, una vez que se han probado las enmiendas, es necesario que se evalúe lo actuado y se corrijan las debilidades. Un punto crucial a revisarse es la jornada laboral docente. Es inadmisible la manera inhumana en que hemos sobrevivido los maestros, cuando luego de una ardua jornada intelectual, mal alimentados y cansados, hemos debido extender fuerzas para permanecer en los puntos de trabajo, y no porque se huya del esfuerzo, sino porque biológica y emocionalmente no se puede rendir más, y esto nos ha conducido a la enfermedad y a la desmotivación. Por su parte, las autoridades educativas parecen atadas a la terquedad de no mirar lo que es obvio hasta para un niño.  Señalé en un artículo anterior: No es igual, sin desmerecer el trabajo de otros profesionales, trabajar con papeles, trazos, encomiendas o cualquier otro objeto, a laborar con seres humanos, con hijos de los cuales los maestros nos hacemos cargo y realizamos la función que muchos padres no pueden o no quieren hacer.
Otro punto a revisarse es el currículo. Tiene valiosas reformas, pero como ente dinámico requiere continuas modificaciones, sobretodo hoy que el contexto avanza vertiginosamente. Queda la gran duda sobre los niveles de profundidad con que estos conocimientos se abordan en las aulas, en oposición a las especialidades de antaño. Solo el tiempo certificará los resultados. Lo que sí es notorio es la burocratización de la educación; el exagerado papeleo que, por inútil, solo contribuye a restar valioso tiempo para otras acciones vitales. Por ejemplo, en el caso de la planificación, esta debe ser corta, clara, concisa y obedecer a un espacio de tiempo que permita elasticidad al trabajo y adaptación ante cambios inesperados. Hoy vivimos la prioridad de llenar formularios y se ha descuidado el trabajo real del aula.
Quizá no posea el agudo intelecto de los planificadores del Ministerio de Educación, pero el hecho de bregar diariamente en las aulas, de vivir en contacto con nuestros “clientes”, léase queridos estudiantes, me da la potestad para afirmar que todo cambio a nivel educativo debe planificarse con quienes ejercen la experiencia diaria y no desde una oficina; las enmiendas en educación deben considerarse con maestros y no con teóricos o personas que aunque tiempo atrás hayan vivido la actividad académica, al momento de ejecutar reformas están desconectadas de la docencia. No se puede dirigir un barco sentado desde la orilla.
Finalmente, una gran injusticia en contra de educadores privados y estatales está en su remuneración. La sociedad nos confía su mayor su tesoro: la niñez y la juventud de la Patria, pero el salario del educador es miserable frente a todo lo que este hace. Somos los profesionales peor pagados y somos nosotros los que damos la letra, el saber, la conciencia a las generaciones venideras: A mayor trabajo, mayor remuneración. Los docentes somos amantes del esfuerzo, la entrega y en la práctica somos los grandes explotados. Analicen esto señores directivos de la educación, recuerden que no aprendieron del aire ni de las palmeras. Están donde están, gracias a sus maestros que los acompañaron desde las primeras letras.