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sábado, 19 de marzo de 2011

El carnaval de Chimborazo



En este mes de tambores, pregones y más eventos propios de las galas carnavalescas, donde todo parecía abandonarse a la festejo o el frenesí, nuestra provincia y el país tuvieron el gozo de recibir un valioso documento que perenniza esta tradicional celebración, que de a poco y por influencia de la globalización y más elementos de nuestra sociedad postmoderna se transforma en una amalgama de nuevas influencias.
Una atinada recopilación musical, histórica y cultural bajo el título “El carnaval de Chimborazo”, nos entregó el destacado músico y compositor Mario Godoy Aguirre, quien junto a entidades como la Casa de la Cultura Núcleo de Chimborazo, otras instituciones preocupadas por la cultura y la atinada dirección del historiador riobambeño Franklin Cepeda Astudillo, consolidaron tan valioso documento, que de seguro será indiscutible fuente de consulta e invaluable cofre que impedirá que se extingan de la memoria colectiva las celebraciones, los rituales, los personajes, las tan festejadas coplas, donde entre humor y algarabía se vive un tiempo extraordinario que rompe la cotidianidad para ser pretexto de manifestaciones auténticas de personas y pueblos.
La obra compuesta por un texto de ciento cuarenta y tres páginas y dos discos compactos inicia con una dedicatoria, creo yo, muy merecida para el Dr. Carlos Ortiz Arellano, reconocido hombre de letras, quien en su tiempo supo también extender un valioso legado cultural para el pueblo chimboracense. Más adelante, las páginas de Mario Godoy nos cuentan la esencia de la fiesta, sus orígenes, el tránsito que esta ha vivido desde las raíces puruhaes y las posteriores variaciones en las diferentes comunidades de la provincia. Se destaca el carnaval como un tiempo de inseguridad, desorden, libertinaje, pero, al mismo tiempo realza los elementos rituales, los instrumentos musicales, la unidad familiar y más componentes del pueblo indígena que vive la festividad como un tiempo para el disfrute, para el arreglo de cuentas y el mítico consumo de licor al que se asocia poderes míticos y curativos.
En otro ámbito se presenta el carnaval mestizo donde la copla, el contrapunto, el juego con agua, nos llevan a experimentar el mismo festejo desde otra perspectiva. En este contexto las tradiciones no se pierden, sino que al igual que todo lo que nos rodea, también evolucionan. Frente a este cambio los documentos históricos favorecen el rescate de lo auténtico que se vive o vivió en cada espacio histórico porque las verdaderas tradiciones son aquellas que a pesar de su dinamismo no desechan sus orígenes.
En el texto destacan también los testimonios de la imagen. Una atinada selección fotográfica donde los rostros, el camari, los atuendos, los músicos y más, acompañan las páginas de la fiesta; con ellos, la antología musical de los dos discos compactos enciende el alma, al percibir con nuestros oídos las amenas coplas que vibran entre guitarras, bombos y tambores: Aquí están mis amistades/y las quiero con ternura/sólo me podré olvidar/ abajo en la sepultura. Todos esperamos que el trabajo de estos amigos de la cultura no permanezca en el desconocimiento ni el olvido; que este sea un escalón más en el rescate de nuestras raíces y tradiciones.

martes, 15 de marzo de 2011

¿Qué nos importa Libia?

Si bien es cierto que el mundo, con justa razón, se halla afligido ante la hecatombe de las ciudades japonesas, también es verdad que somos tan volátiles en nuestros pensamientos, tan efímeros en nuestras sensaciones internas y al final, lo que en un momento nos parecía escalofriante, termina por ni siquiera importarnos. Hemos perdido tanto la capacidad de asombro que nos resulta trivial una carnicería humana, un asesinato en masa, la paradójica muerte de mujeres o niños. Ya ni los noticieros –espero sea por la feroz censura de la que son víctimas- hacen eco de lo que acaece en el pueblo libio. A duras penas citan algún apresurado comentario y giran sus observaciones sobre lo más comercial, interesante o de último momento.
Al final, a quién le importa las masacres en contra de inocentes, la destrucción de otros seres humanos por parte de mercenarios o asesinos. A quién le importa que un inicuo gobernante arremeta salvajemente en contra de su misma nación, con tal de satisfacer el hambre de poder. Esta es la historia del mundo: una secuela de indiferencias que favorecen el genocidio en cualquier lugar del planeta y luego que este sucede, rondan los golpes de pecho, las peroratas de los supuestos líderes defensores de la vida y los derechos humanos, pero que en el momento de actuar, se cruzan de brazos tras sus escritorios, sus intereses, sus miedos y nada hacen por frenar la opresión.
Este es nuestro legado: “El hombre es lobo del hombre”; este es el ejemplo que dejamos para las generaciones jóvenes, a quienes enseñamos que el grande o el que lleva el poder puede pisotear, vociferar, y hasta asesinar con legalidad bajo los mentirosos ideales que siempre lo mantendrán gobernando al pueblo que oprime. Hoy es Libia, esperamos que mañana no sea cualquier otro pueblo, peor aún, que no sea una nación de América Latina la que tenga que desangrarse para calmar la sed de algún tirano.
Muchos creerán que, por el momento, mayor atención merecen quienes sufren los embates de los desastres naturales, esto es comprensible y podríamos decir que hasta lógico, pero pensemos que más cruel y peligrosa que la furia de la naturaleza es la mente del gobernante que entreteje intrigas por mantener su estatus. Un terremoto o sus estragos se pueden superar, incluso las catástrofes han sido escuela para enseñar la virtud a los pueblos, pero las brechas que abren los déspotas, los fascistas, los dictadores o presidentes viles difícilmente pueden franquearse porque los estragos que estos causan en la mente y las conciencias de los hombres divide irremediablemente a las naciones.
¡Qué lástima por nosotros los seres humanos! Perdidos en fantasías en ilusiones, en esos afanes por la vanidad, la gloria o el dinero. Somos nuestro propio dios y así, de forma cabal o de manera inconsciente proclamamos: ¡Qué nos importa el mundo!

jueves, 10 de marzo de 2011

SÓLO LA MUJER

Somos la sociedad del siglo XXI, una sociedad que se ha desarrollado entre escombros, políticas y revoluciones. Una sociedad que en tantas ocasiones ha sido asaltada por los monstruos de la guerra, la delincuencia, la violencia absurda y la soledad. Pero entre todas estas contrariedades siempre ha existido una luz que recibe el nombre de mujer.


Desde los albores del tiempo, la imagen de la mujer ha sido la orientación para el nacimiento de los grandes pueblos. Desde la lejana comunidad primitiva donde su labor era medida en razón de su divinidad para producir la tierra; hasta el mismo mundo contemporáneo, que con su carga de dificultades y evoluciones requiere de la energía, la paciencia y la entrega que muchas veces solo una mujer es capaz de darla.


Tan valioso es el aporte que la mujer ha dado a la sociedad, que personalmente me atrevo a decir que sin mujer no existiría sociedad, porque la sociedad es el resultado de todo ese cúmulo de paciencia fomentada al pie de una cuna en largas noches de desvelos y fatigas que a la mujer la convierten en madre.

No con esto quiero decir que la maternidad es el único camino para la realización de la mujer porque en sus manos yace el compromiso innato de construir un mundo diferente, de formar una sociedad distinta, donde por fin se sepulten los individualismo y mezquindades que a pocos ha decorado con el bienestar de la opulencia, mientras la mayoría lleva en los ojos la sombra de la tristeza diaria que muchas veces tiene el sabor de un pan ausente o la risa triste del niño desnutrido.


No pretendo escribir sobre feminismo o machismo, porque esas son las fuerzas negras que impiden que nuestra sociedad avance. Pretendo escribir sobre igualdad, es decir, presente y futuro. No podemos quedarnos atados a un pasado donde el sexo femenino fue pisoteado de manera absurda y no por culpa única de los hombres, sino también de las mismas mujeres que con su silencio y pasividad se convierten en cómplices del atropello.


Urge una sociedad libre que no se siga hundiendo en el fango de una violencia atroz e injustificada en contra del sexo femenino. De una sociedad nueva que realmente valore todos los triunfos y éxitos que la mujer ha conquistado en los distintos campos políticos, científicos, intelectuales y sociales.


La mujer siempre presente en todas las épocas. Hoy más que nunca con el reto de enfrentar la responsabilidad del trabajo diario y al mismo tiempo de luchar contra la tiranía, la violencia, la pornografía o la droga. Mujer ser dimensional y planetario que aquí como en el último rincón del mundo entretejes los ideales porque sabes que no hacen falta alas para hacer un sueño, basta con las manos y con el empeño. No hacen falta alas para ser más bellos, basta el buen sentido del amor inmenso.
Ser mujer significa saber que la vida solo tiene sentido, si nos comprometemos a dejar este mundo que nos tocó vivir, mejor de lo que lo encontramos.

Mujer: eres forjadora de tu destino, tus metas, tus ideales. En tus manos y corazón están presentes todas aquellas almas que te hicieron la conquistadora de un nuevo tiempo y que te dan la convicción de llamar al hombre para que sea verdadero compañero en el transitar de la existencia. Hemos conquistado el espacio, el tiempo, la gravedad, y tantos secretos que la naturaleza esconde, pero es el momento de conquistar el don de la pareja humana regida en igualdad de pensamiento, sentimiento deberes y derechos.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Un “líder de la revolución”


Muammar al-Gaddafi, gobernante de facto de Libia, desde 1969, ha concertado en estos días toda la preocupación del mundo civilizado quien mira con estupor como este revolucionario masacra sin compasión a su pueblo, con la tiránica intención de no abandonar el mandato que ostenta desde hace décadas. Entre sus delirantes declaraciones Gaddafi prometió no dejar el poder y que si fuese necesario, moriría como “mártir” de su pueblo. Por otra parte, este supuesto defensor de su nación, instaura la muerte en contra de cualquiera de sus opositores.

Desde el 21 de febrero de este año, una rebelión popular enfrenta a este régimen con el fin de expulsarlo e iniciar reformas en cuanto a los derechos humanos y el derecho a la libre expresión dentro del país. Esto ha propiciado un sangriento enfrentamiento civil de cuyas magnitudes no se tiene una real información debido a las férreas restricciones en contra de los medios de comunicación. La brutal represión en contra de los manifestantes, quienes han sufrido bombardeos y tiroteos, ha sido denunciada en medio de una pertinaz censura, pero por los testimonios y las imágenes obtenidas, sabemos que el pueblo libio está sufriendo los azotes de una cruel tiranía que de ninguna manera quiere perder sus privilegios.


La comunidad internacional y muchos organismos de defensa de los Derechos Humanos buscan frenar este genocidio y ya se han tomado fuertes medidas en contra del dictador. Con voz enérgica muchos gobernantes condenan estos crímenes en contra de la humanidad. Junto a ellos, todos los seres humanos debemos apoyar la idea que: libre de fronteras y mal entendidas soberanías, el mundo tiene la obligación de enfrentar y censurar a todo genocida que actúe en contra de cualquier nación o pueblo del planeta. No hacerlo significaría, sobretodo para los gobernantes, una nefasta actitud de indiferencia o complicidad o peor aún una malsana simpatía por esta especie de tiranos.


Nuestro Presidente Correa, luego de un encuentro con Gaddafi en Libia opinó que este era una “figura maltratada”, mas la historia y los propios actos criminales del supuesto revolucionario y mártir libio confirman que las tan mentadas revoluciones son hábiles escudos para enriquecerse a costa del pueblo. Las grandes fortunas y propiedades del líder libio, de sus familiares y cercanos colaboradores, junto a sus maniobras por controlar el poder y perennizarse en el mandato, evidencian la desmedida ambición con que estos grupos de poder actúan para vivir en la opulencia mientras sus naciones sufren la opresión y el hambre (tampoco nos olvidemos de la sufrida Cuba o de algún otro país de Latinoamérica). |