Mario Godoy Aguirre documentandolas
cosechas de cebada en comunidades próximas a Tixán.
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La
humanidad no es la misma desde el auge de las nuevas tecnologías; la distancia
geográfica entre pueblos y culturas ha desaparecido y vivimos un planteamiento
ideológico mundial; una “aldea global”, que espectaculariza la cultura con gran
peligro para la identidad individual y colectiva. Es innegable que estos
cambios requieren de hondos análisis y distintas maneras de actuar, sobretodo
en países considerados como subdesarrollados o tercermundistas donde su
condición los vuelve vulnerables ante culturas que, favorecidas por su tecnología
o economía, imponen creencias o comportamientos que descartan la autonomía de
personas y pueblos enteros; peor aún si consideramos que la condición humana se
deja fácilmente captar por la novedad, lo superfluo, el mero exterior de lo que
le ofrecen, y olvida el verdadero contenido, origen o fondo de lo que nos rodea.
Una pérdida de autenticidad que nos conduce al desconocimiento cultural de lo
nativo, al olvido de lo propio, al desprecio de raíces y legados ancestrales, muchas
veces alterados por fines comerciales; La cultura, como manifiesta Vicente
Verdú, periodista español, está “encallada en una monocultura del dinero y la
simpleza, estimula las inclinaciones más rudimentarias para creer, consolarse o
sentirse bien”.
Un
espacio de autenticidad de pertenencia, o individualidad es el que nos da la
música, el canto, la oralidad, el ritualismo de los pueblos; toda aquella
herencia de seres que, en muchos casos anónimamente, han construido un
colectivo social que sirve como patrimonio cultural que no debe perder su lugar
en la memoria ni en la historia. Para ello es vital el trabajo de personas que
valoran sus raíces, que, pese a tiempos y distancias, se conectan con su tierra
y miran su riqueza cultural como un legado para ulteriores generaciones; tal el
caso del compositor, investigador y musicólogo riobambeño Mario Godoy Aguirre
quien, desde una vocación musical
heredada de generaciones, busca mediante su trabajo documentar y rescatar del
olvido aquellos testimonios que son esencia cultural de Ecuador y Chimborazo, sumando
a estas entregas el talento creativo con que ha cantado a la Sultana de Los
Andes.
Mario
Godoy Aguirre, distinguido riobambeño, nació en 1954. Aprendió música con su
padre, Don Gonzalo Godoy y otros notables maestros cuyo contacto estimuló sus
investigaciones, consignadas posteriormente en numerosos artículos científicos
publicados en importantes revistas internacionales, junto a una amplia
producción bibliográfica donde destacan obras como sus textos de Educación Musical, La música en la Época
Colonial en la Presidencia y la Real Audiencia de Quito, Breve historia de la
música del Ecuador, El Carnaval de Chimborazo, La Música Ecuatoriana, memoria
local – patrimonio global, una historia contada desde Riobamba… a más de
participaciones en obras fundamentales como el Diccionario Iberoamericano de la Música. En su labor destaca además
el hallazgo de 44 villancicos de la época colonial que, tras siglos de
desconocimiento, han sido estudiados y transcritos a un lenguaje contemporáneo
para su posterior interpretación en escenarios de Ecuador, Estados Unidos y
Francia y grabaciones en Suecia. Sus lectores, por otra parte, esperan culmine
sus indagaciones en torno a Julio Jaramillo, a partir de las decenas de
entrevistas que ha realizado a personas que lo conocieron.
Su Breve historia de la música en Ecuador, es
juzgada por Antonio Tobón Restrepo, historiador, musicólogo colombiano, como
libro que “Describe tipos de músicas, repertorios, géneros, personajes y
fenómenos musicales en contextos socio-culturales diversos que han tenido por
escenario al territorio del actual Ecuador. […] además, [de] desarrollar una visión interpretativa e
interna de la música mestiza. […] Se puede ver que interesa a Godoy contribuir
en la construcción de un relato de memoria de la música que deje de lado -al
menos al nivel del discurso- el tono eurocéntrico y que reconozca la realidad
multicultural del país”(Revista Musical
Chilena, Año LXV, Enero-Junio, 2011, N° 215, pp. 69-71).
Mario Godoy Aguirre en la laguna de
Colta, junto al gran pianista cubano Jesús, “Chuchito” Valdés
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Junto
a este invaluable aporte bibliográfico, Godoy además, deja su huella con su
faceta de productor y animador musical con seis festivales musicales en el
nevado Chimborazo (1986 – 1990). Cinco encuentros nacionales del compositor
chimboracense, Riobamba, (1985- 1989- 2012). Coordinación del Encuentro Internacional
de Estudio e Interpretación del Pasillo en América, Quito, (18-22 - IX – 1995).
Dos festivales en el Jardín Azteca de la OEA, Washington DC., EE.UU.
Coordinador del Festival Sumac Jahuay, Cacha, Chimborazo, 2012.
Su trayectoria
profesional lo ha llevado a desempeñar importantes cargos en la gestión
cultural nacional; destacamos la más reciente labor de este año 2012, donde se
desempeña como Consultor para el INPC Regional 3 en la investigación y
documentación del Jahuay, canto ritual de la cosecha y como profesor invitado
de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y Curador y conferencista del
III encuentro Internacional de Musicología, Loja 2012. Su generosidad para con
Riobamba lo motivaron a viabilizar la presencia del gran pianista cubano
Chuchito Valdés y los músicos húngaros Ákos Tarnok y Zoltán Juhász, en
actuación que engalanó el V Encuentro del Compositor de Chimborazo organizado
con la Casa de la Cultura, a fines de octubre de este año.
El
jahuay, canto ritual de la cosecha, uno de los trabajos que actualmente Godoy
desarrolla en diversos sectores de Chimborazo, nos remonta al mundo de algunas
comunidades, donde al ritmo marcado por el Paqui (cantor que preside la
cosecha) se recoge el generoso fruto de la madre tierra, siendo este canto el
que acompaña las largas faenas de trabajo, documentadas con profesionalismo por
un investigador que, con sencillez, paciencia, sin poses de vanidad y con
profundo respeto, comparte sus alimentos y experiencias con sus hermanos
indígenas.
Mario
Godoy Aguirre, como compositor, tiene a su haber numerosos pasillos, sanjuanitos, danzantes, yaravíes, valses,
tonadas, chigualitos, carnavales, aires típicos y cantos infantiles y
religiosos, insertados en los orígenes de las manifestaciones humanas y
sociales de la nacionalidad ecuatoriana, la más rica en expresiones populares
de la extensa cordillera andina. En labios del pueblo cobran vida canciones
como Solidaridad, Padre Nuestro, Carnaval
de Riobamba…
Son
muchas las distinciones que por su labor ha recibido pero, en su peregrinaje
como cultor y guardián de la música, destaca su calidad humana, ese amor maravilloso
a su esposa Mercedes y a sus hijos David, Daniela y Cecilia, quienes comparten su
generosidad, su amplia sonrisa y su mirada que sueña en que la solidaridad sea
el signo de nuevos tiempos. Hay tantas cualidades que se le pueden sumar a un
hombre distinguido pero la más importante es la de caballero, hijo predilecto
de una ciudad a la que no ha dejado de volver. El tiempo, más temprano que
tarde, saca a relucir sus méritos, la pertinencia de sus empeños relegando en
el olvido a malos vientos que nunca han logrado doblegarlo. Mario Godoy Aguirre
no ha sido, ciertamente, profeta en su tierra, pero sí para su tierra. Su
palabra y obra son testimonio de que la grandeza no está en lo que egoístamente
poseemos para nosotros mismos, sino en lo que legamos para la sociedad y las
posteriores generaciones.
Mario Godoy Aguirre en Santa Teresita
de Guamote, durante la documentación del Jahuay.
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