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viernes, 23 de julio de 2010

Asamblea Nacional: La historia se repite

Finalmente parece inocultable el real proceder de la actual Asamblea Nacional quien tras su fachada revolucionaria pretendía crear la imagen de una entidad en la cual el pueblo podía confiar. Sus mismos procederes concluyen en una institución similar y hasta peor al Congreso que se depuso en el inicio de la gestión del Presidente Correa.
Lamentable, para todos aquellos incautos que creían que este organismo iba a realizar un cambio trascendental para el país, sin tomar en cuenta que éste, desde sus inicios, no pasó de ser un instrumento totalmente servil al gobierno central. Trágico, para este pobre Ecuador que parece condenado a un aparato legislativo inoperante, quien más allá de sus supersueldos no vela por el bien de la nación ni actúa en función de un beneficio colectivo. Volvemos a la tan criticada era de los improperios, las injurias, las compras de votos o los trueques inescrupulosos que compran las conciencias. Que los asambleístas del oficialismo no se escondan en la aseveración de haber sido elegidos por voto popular, porque ese no es un derecho para atropellar las leyes, sino un deber para cuidar del bienestar ciudadano.
Un Congreso, Asamblea, Parlamento o como quiera llamarse, que no es fiel a la línea de propiciar leyes trasparentes y se enrola en un jugueteo de acomodos partidistas, es un ente peligroso porque su ineficacia da lugar a que los otros entes de gobierno asuman poderes omnímodos, destruyendo así los principios de democracia que debe ser característica primordial de los orbes civilizados. “Por sus frutos los conoceréis”, reza una máxima evangélica y ahora el pueblo ecuatoriano, de manera sensata, con criterio de madurez política o en el mínimo caso con ojos de sentido común, debe valorar el trabajo de los actuales asambleístas. El pueblo debe observar los palpables beneficios de este organismo y aquilatar el aporte dado a la Patria o juzgar con severidad, si éste, al igual que los anteriores congresos, no ha pasado de un deprimente espectáculo de noticiero o de un nefasto mal ejemplo de práctica democrática.
Por su parte, las minorías de la Asamblea, pese al desequilibrio de poderes, debe tener una participación más combativa. Ellas no pueden ocultarse en su posición de debilidad para argumentar que nada pueden hacer. La indiferencia, la cobardía, el silencio cómplice, son para un representante del pueblo delitos imperdonables, porque se supone que son las voces de quienes no pueden hablar y son las manos de quienes no pueden actuar.
El pueblo está cansado de los desatinos legislativos. Aunque no pase de anhelos vanos, todos esperamos mejores días para la Patria y quizá, si tuviésemos una Asamblea de voces libres, de hombres y mujeres que amen a su pueblo, podríamos pensar en mejores días para el Ecuador querido. Redundo, aunque siga siendo un anhelo vano.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Las personas que van a la asamblea nacional tienen que tener carácter áspero para poder dirigir la nación ecuatoriana, personas capaces de velar por el futuro y el bien de la nación, no deberían ser elegidos mediante injusticias corrupción o injurias por que no es un derecho para arrollar las leyes. Por eso el pueblo Ecuatoriano debe analizar muy bien a la que va a dirigir la economía de nuestro País.

EMILY VISTIN

Unknown dijo...

Los asambleístas tienen que dirigir nuestra nación, tener una capacidad para encaminar la economía de nuestro país y velar por un buen funcionamiento de beneficio colectivo, en el tiempo en el que estamos debemos ser personas consientes y libres de elegir a la persona encargada de velar por el futuro de nuestra patria.

KARINA YERBABUENA