Datos personales

sábado, 17 de marzo de 2012

¿Es la escuela la principal mediadora de la lectura? I

La sociedad actual tiende a sobredimensionar el rol de la escuela frente a la educación. Se espera que los planteles educativos dotados de nuevos lineamentos pedagógicos, amplios recursos tecnológicos, soberbias estructuras escolares y más novedades educativas de espectáculo comercial, solucionen problemas que no parten del ámbito educativo sino que obedecen a dificultades más hondas que nacen de la estructura social, del nivel cultural de los habitantes de un pueblo y del grupo familiar de donde procede el estudiante, sumados a muchos estados emocionales que en la actualidad tienen que enfrentar las generaciones de este siglo. Se cree que la escuela posee la receta mágica para que tal o cual estudiante de deficiente rendimiento supere sus limitaciones o desfases y con este criterio la responsabilidad mayor recae sobre los hombros de los maestros quienes deben responder primero a su autoridad interna, luego a los sistemas nacionales de evaluación y obviamente a padres de familia, muchas veces obstinados en una calificación y no en un conocimiento valedero. Pero como la educación confluye en una comunidad educativa que forma en conjunto, vale reflexionar sobre el rol que desempeña cada responsable del proceso educativo dentro del ámbito de la medicación lectora: docente, padres, alumnos y la misma sociedad. Con este criterio asumo que un buen manejo, difusión, aceptación y uso de la lectura no es responsabilidad de un solo ente, sino de todo un conjunto, y que si uno de ellos no funciona, la labor de mediación lectora no tendrá el nivel de desarrollo deseado. No se necesita ser un investigador intuitivo, ni docente para concluir que las actuales generaciones, hablo de Ecuador, por la realidad que palpo a diario, simplemente no les gusta leer. Si preguntamos en un aula de cincuenta estudiantes: ¿A quién le gusta leer?, no será extraño que no más de diez personas levanten la mano. Si luego añadimos una nueva interrogante: ¿Quién ha leído un libro completo en el último mes?, el número disminuirá grandemente al punto quizá de volverse cero. Esta es la realidad de nuestro medio. Vivimos una sociedad que desde múltiples planos aborrece la lectura, desvaloriza los libros o sustituye la práctica lectora con entretenimientos a los que califican de interesantes como: la televisión, los videojuegos o el uso de redes sociales. Ante esta realidad y como educador creo que tampoco podemos quedarnos con los brazos cruzados. Pero antes de analizar posibles sugerencias de mejora, opino que el gran cambio no solo ante la lectura sino ante todo el sistema educativo parte de la actitud y mentalidad del docente. Un educador motivado genera cambios, es luz para sus discípulos, se transforma en un soñador y un creador que dirige por mejores rumbos a quienes tiene consigo, y esto es preparación y actitud mental positiva. Claro está que aquí confluyen múltiples factores que no vienen al caso analizar, pero que deben ser citados porque muchas veces esperamos cambios en la labor educativa, mas estos no resultan porque sus gestores primordiales, maestros y maestras, son los empleados que dentro del grupo de profesionales son los más explotados, los menos reconocidos en su labor y los peor remunerados, pese a que sobre sí llevan hondas responsabilidades, a mi parecer mayores a la de otro tipo de trabajadores. Con esta limitante enorme, queda apelar al compromiso humano de los docentes y su mejor predisposición para la labor pedagógica, pero también hay que estar conscientes que no se puede generar mejora solo con buena voluntad. Hay que tener claro que las prácticas pedagógicas necesitan de un sustento teórico desde el cual revisar y evaluar los procesos educativos. El ejercicio de la docencia precisa de habilidades a desarrollar; requiere desplegar nuevas estrategias de aprendizaje, entrenar en el uso de habilidades cognitivas como evaluar, discernir, comparar, jerarquizar, analizar, sintetizar, deducir. Para llevar con eficacia un buen proceso de lectura, el docente debe conocer técnicas, estrategias, de mediación y no actuar en el aula de manera empírica como generalmente se ha tratado al proceso de la lectura dentro de las aulas. En otras palabras, debe existir un real interés por la lectura de calidad, por capacitarse y por implementar estrategias para que nuestros alumnos aprendan mejor; que apoyen, guíen y conduzcan al alumno en la construcción de su propio aprendizaje: que lo ayuden, de manera efectiva, a aprender a aprender. Esta condición revalora el trabajo del docente, le impone nuevas metas a alcanzar y se consolida como un reto para los docentes de hoy, y sobre todo de mañana. En este criterio vale señalar las limitaciones de orden económico, político, cultural de muchos sectores donde el maestro no tiene las condiciones para prepararse y es aquí donde deben volverse verdaderos héroes y utilizar los recursos que tiene a mano: tradiciones narrativas orales, medios de comunicación, internet u otras opciones que confluyen en que la actitud frente a la tarea que se tiene será fundamental a la hora de enseñar. Y una última posición sería su testimonio como lectores frente a sus estudiantes. Porque no se puede enseñar a ser lector si uno mismo no se lee.

No hay comentarios: