Concluida la agitación de la campaña
electoral, con sus sorprendentes, y para otros lógicos resultados, se despliega
un impredecible panorama frente a las futuras
gestiones y diligencias de los candidatos elegidos. El país respira cierto halo
de incertidumbre, fruto de la reacción del gobierno, quien mediante
declaraciones, anuncios de cambio de Gabinete o alianzas políticas, demuestra
una postura de enfrentamiento en lugar de una ineludible consolidación
nacional. Al parecer, la lucha por demostrar quien tiene el poder o el banal
hecho de nominarse como la primera fuerza política nacional es más urgente que
las reales necesidades del pueblo.
En la campaña se pudo ya
visualizar esta actitud, que a la larga fue determinante en los resultados
electorales. Muchos candidatos oficialistas perdieron sus casi seguras dignidades,
al ser opacados por una figura presidencial que convirtió a sus postulantes en piezas
de ajedrez, carentes de liderazgo y autonomía. La gente miro esta obcecación y dedujo
que quienes querían ocupar las curules no pretendían un beneficio comunitario,
sino el afianzamiento de un aparato estatal ya demás vigorizado. Es por esto
que las manifestaciones populares, en festejo de la ganancia de los candidatos
no oficialistas, fueron por demás efusivas, al punto de convertirse en extensas
caravanas de alegría, donde no necesariamente se ovacionaba la victoria del personaje
electo, sino el triunfo de un pueblo que,
en esta ocasión, se sintió libre para bajo el calor de la noche aplaudir por el cambio y la libertad, manifestando
así su inconformidad frente a lo que considera incorrecto, política y democráticamente
hablando.
Oficialistas y opositores deben
cavilar con madurez y recordar que el real aspecto por el cual una persona pugna
para una elección, es servir a la ciudadanía, siendo esta la visión del verdadero
líder. Todos los ecuatorianos augurarnos un futuro mejor para nuestra Patria,
al amparo de lo que hagan las cabezas de gobierno y las nuevas autoridades. Sin
necesidad de un color o una bandera ideológica, buscamos vivir en un Ecuador
libre de rencores o divisiones de clase, libre de pobres y pelucones, de “fascistas”
y revolucionarios. Es tiempo de vivir otra realidad democrática en nuestra
nación, que al menos yo la miro con un leve indicio de madurez política, porque
en esta jornada electoral supo discernir bastante bien para buscar otro contexto
social, financiero y gubernamental.