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miércoles, 19 de febrero de 2014

Vivir con miedo



El miedo es una condición innata de la naturaleza humana; es una emoción que puede tener origen imaginario o basarse en un hecho auténtico que nos confronta ante un peligro o cierta forma de incertidumbre. Toda persona, bajo alguna circunstancia ha sentido esta intensa agitación  que en la mayoría de los casos se desvanece y se cuelga en el olvido. Pero existe una forma de miedo que es endémica y en extremo peligrosa; un miedo que ronda por calles, parques, oficinas; que se cola en el lecho a mitad de la noche para robarnos  el sueño o que se arrima en buses, estaciones, universidades o en cualquier lugar a donde concurramos. Me refiero al miedo social, ese tipo de miedo producto de la inseguridad en que se hunden todos los habitantes de una colectividad cuando a su alrededor cunde la delincuencia, la falta de trabajo, la inestabilidad laboral, la falta de garantías constitucionales y más derechos que siendo responsabilidad de un Estado o Gobierno, quedan arrinconados tras intereses sectarios.  

Lilian Tintori, esposa del líder de la oposición venezolana, Leopoldo López, en el programa Conclusiones, trasmitido por CNN, al responder a su entrevistador, habló de una Venezuela que vive con miedo, hablo de un país donde sus habitantes han perdido todo espacio de seguridad debido a la represión de la que son víctimas por parte de un gobierno que ante todo el mundo se ha develado abiertamente como represivo, torturador y atropellador de los derechos humanos. Venezuela es uno de los principales países productores de petróleo, un pueblo que por lógica debería vivir con altos estándares de calidad económica, social y política, pero gracias a lo poco que logramos visualizar en las redes sociales, que no son censuradas o restringidas, vemos un pueblo hundido en la debacle, en el caos, en el odio y la confrontación; vemos una nación dividida y al borde de un enfrentamiento fratricida producto de una ideología gubernamental que ha engendrado separatismo y rencores. 

Las necesarias interrogantes que surgen a partir de esta realidad venezolana son: ¿En Ecuador también ya se ha instaurado el miedo? ¿Los ecuatorianos podemos caminar libremente por las calles, expresar nuestras opiniones, manifestar nuestras inconformidades políticas? o ¿nos sentimos amordazados, intimidados ante el hecho de cometer algún “desatino” antigubernamental y terminar siendo víctimas de un juicio, una dolosa multa o una humillante rectificación por lo que hayamos manifestado, escrito o graficado?

Los ecuatorianos, ¿podemos recorrer nuestro admirable país sin recelo de ser víctimas de un robo o secuestro? ¿Podemos ingresar a una institución de educación superior para acceder a una profesión acorde a nuestras aptitudes, u obtener un empleo que nos dote de un salario que cubra las necesidades básicas? ¿Podemos afirmar que vivimos en un clima de libertad, de igualdad y tolerancia o somos una nación amedrentada en donde el miedo, ese maldito miedo nos lleva a conformarnos con una realidad que no queremos?  

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