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sábado, 9 de julio de 2011

“No soy de aquí ni soy de allá”

Trovadores, cantautores, músicos y más locos de este mundo se visten de hondo luto. En Latinoamérica fue acallada de manera cobarde una enérgica voz; una voz que le cantó a lo simple, a lo cotidiano, a lo fantástico de la vida que no es otra cosa que el vivir mismo. Facundo Cabral, cantautor argentino, murió asesinado en Guatemala este 9 de Julio, día de la celebración de la Independencia de Argentina, como si se tratase de un paradójico signo para quien le cantó a la paz y a la libertad.
Cabral fue la voz social, la expresión sin tapujos que desde la perspectiva de la ironía nos avivaba con frases descomplicadas para reaccionar ante esta sociedad aturdida por complejos, irracionalidades y horizontes perdidos. Libre de sus ideologías políticas, fue el autor de la paz, el hombre modesto del pueblo que manifestó con simpleza lo que todos conocemos pero callamos y ese es el mérito de todo cantor: decir lo que a otros nos cuesta, expresar lo que a otros nos duele o nos indigna, denunciar con acordes o tonadas lo que envilece al hombre para de alguna manera tratar de redimirlo.
En uno de sus conciertos profería: “Cuando el hombre trabaja, Dios lo respeta, pero cuando el hombre canta: Dios lo ama”. Muchos amamos su música, su expresión, su censura en contra de lo injusto. Esto tampoco nos vuelve socialistas ni nada parecido a tan fatal enfermedad. Nos torna individuos que buscamos la armonía, la paz individual y colectiva. Somos los amigos, los que sin ser ni de aquí ni de allá, porque estamos divididos entre la vida y la muerte, soñamos con un mundo mejor para nuestro hijos a quienes no queremos heredar ninguna descomposición natural ni humana. Somos los que “Cabralgando” en el trascurrir de los días aspiramos a una sociedad al menos más tolerante, menos agresiva, más de personas que de fieras. Qué nos importan las banderas, los mercados financieros, las trasnacionales o más emblemas de poder. Todo país es un mismo hombre, una misma mujer, un niño de uno o cien años que merece vivir con dignidad.
En dueto con Alberto Cortez, otro grande de la canción latinoamericana, entonó aquellos de “A los amigos les adeudo la ternura…” Es esa ternura la que hoy nos entristece pero también nos alegra porque tuvimos la oportunidad de deleitarnos con canciones que no idolatran la falsedad ni la insipidez humana, al contrario, todas ellas son el poema de un hombre universal; de ese necesario mortal que necesitamos en el orbe para no quedar reducidos al nivel de las bestias.
Un ¡Hasta pronto! Para ese amigo que desde ya estará tirado para siempre en la arena, persiguiendo en bicicleta los colores del cielo, rodeado de vino, conejos y flores.

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