Luego de la primera
semana de actividades escolares en la región sierra continúan las
incertidumbres sobre el real resultado de todas las innovaciones educativas
propuestas por el gobierno central. Se destacan mejoras en infraestructura,
presupuesto, currículo, gestión administrativa y más cambios que de hecho eran
necesarios para el avance de la educación ecuatoriana, pero, lastimosamente, lo
que se contempla en lo cotidiano no
refleja el tan mentado progreso educativo. La última odisea vivida por
cientos de padres de familia en busca de un cupo para sus hijos, genera
incontables historias colmadas de indignación e impotencia; luego de esta primera semana de clases, aún sorprende mirar
filas de personas que pernoctan frente a las puertas de las oficinas educativas
con el fin de hallar un establecimiento para educar a sus vástagos. Para
muchos, esto podría ser trivial, pero devela inoperancia, desacierto en una
gestión educativa que se suma a tantos otros deslices, como la horrenda
burocratización en que ha caído la labor docente, sujeta ahora a completar
informes, formatos y absurdos papeleos que merman espacio para una mejor actividad
académica. Qué decir de la cruenta
jornada de trabajo que soporta un docente, quien agotado física y mentalmente
luego de una mañana completa frente a sus estudiantes, se ve obligado a mal
alimentarse y completar un horario laboral inconsecuente con el quehacer de
este ámbito profesional. Cada profesión tiene sus características y requerimientos que la hacen única y que exige
habilidades, tiempos y funciones específicas. Por esto, a quienes muchas veces
tachan de inocua o desidiosa la labor del educador, les invitaría a realizar la
actividad y comprobar realmente lo que implica ser docente y pararse
diariamente en las aulas para llevar adelante un trabajo que no cualquiera
puede realizar.
Se habla también de
una educación del milenio, donde la tecnología, lo audiovisual, lo informático
son parte ineludible del entorno pedagógico, mas, se olvida que la educación no
la hacen las máquinas. Una institución educativa no es mejor por la cantidad de
computadoras o pizarras electrónicas que la adornan. Estas son ídolos de barro
que se despedazan cuando no existe el personal calificado que las maneje con
eficacia; por esto, los docentes deben ser capacitados, deben ser exigidos en
su labor, pero con criterios lógicos, y junto a ello deben recibir una
remuneración que dé valor a su tarea y no sean víctimas de explotación o abuso.
En el caso de los docentes fiscales, sus inadecuados salarios y categorías
permanecen congelados desde hace años; peor aún, los educadores que laboran en
establecimientos particulares, los grandes olvidados del sistema, sobre quienes
recae la presión y la represión de patronos, quienes, a sabiendas de la baja
oferta de empleo que existe en Ecuador, obligan a estos docentes a laborar bajo
injustas condiciones y con la constante amenaza del despido.
Al finalizar este
año lectivo contaremos con la primera promoción del Bachillerato General Unificado
a nivel de país; allí podremos valorar los resultados y apreciar si los cambios
curriculares fueron planteados desde nuestra realidad como país, con miras a un
verdadero conocimiento investigativo, crítico y libre, u obedece a intereses sectarios
que ocultamente pretenden hundir al pueblo en la sumisa ignorancia. Esperemos además que las nuevas promociones de
bachilleres puedan optar por sus verdaderos intereses profesionales y no sigan
siendo presa de lo fortuito, del “qué más me toca”, porque hasta hoy muchos estudiantes
se han visto forzados a cursar carreras que nunca quisieron y ello en el futuro será causa de inestabilidad
e ineficacia laboral.
Iniciar un nuevo
ciclo académico implica aspiraciones, propósitos, esperanzas. Las generaciones
adultas, los viejos que estamos al frente de tantos niños y jóvenes tenemos la
responsabilidad histórica de velar por el bienestar de quienes vendrán luego a
ocupar nuestros sitiales; tenemos la obligación de legar testimonio de
honradez, prudencia y trabajo para que ellos alcancen un país mejor del que
vivimos.
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