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domingo, 8 de septiembre de 2013

Un nuevo año escolar

Luego de la primera semana de actividades escolares en la región sierra continúan las incertidumbres sobre el real resultado de todas las innovaciones educativas propuestas por el gobierno central. Se destacan mejoras en infraestructura, presupuesto, currículo, gestión administrativa y más cambios que de hecho eran necesarios para el avance de la educación ecuatoriana, pero, lastimosamente, lo que se contempla en lo cotidiano no  refleja el tan mentado progreso educativo. La última odisea vivida por cientos de padres de familia en busca de un cupo para sus hijos, genera incontables historias colmadas de indignación e impotencia; luego de  esta primera semana de clases, aún sorprende mirar filas de personas que pernoctan frente a las puertas de las oficinas educativas con el fin de hallar un establecimiento para educar a sus vástagos. Para muchos, esto podría ser trivial, pero devela inoperancia, desacierto en una gestión educativa que se suma a tantos otros deslices, como la horrenda burocratización en que ha caído la labor docente, sujeta ahora a completar informes, formatos y absurdos papeleos que merman espacio para una mejor actividad académica.  Qué decir de la cruenta jornada de trabajo que soporta un docente, quien agotado física y mentalmente luego de una mañana completa frente a sus estudiantes, se ve obligado a mal alimentarse y completar un horario laboral inconsecuente con el quehacer de este ámbito profesional. Cada profesión tiene sus características y  requerimientos que la hacen única y que exige habilidades, tiempos y funciones específicas. Por esto, a quienes muchas veces tachan de inocua o desidiosa la labor del educador, les invitaría a realizar la actividad y comprobar realmente lo que implica ser docente y pararse diariamente en las aulas para llevar adelante un trabajo que no cualquiera puede realizar.  

Se habla también de una educación del milenio, donde la tecnología, lo audiovisual, lo informático son parte ineludible del entorno pedagógico, mas, se olvida que la educación no la hacen las máquinas. Una institución educativa no es mejor por la cantidad de computadoras o pizarras electrónicas que la adornan. Estas son ídolos de barro que se despedazan cuando no existe el personal calificado que las maneje con eficacia; por esto, los docentes deben ser capacitados, deben ser exigidos en su labor, pero con criterios lógicos, y junto a ello deben recibir una remuneración que dé valor a su tarea y no sean víctimas de explotación o abuso. En el caso de los docentes fiscales, sus inadecuados salarios y categorías permanecen congelados desde hace años; peor aún, los educadores que laboran en establecimientos particulares, los grandes olvidados del sistema, sobre quienes recae la presión y la represión de patronos, quienes, a sabiendas de la baja oferta de empleo que existe en Ecuador, obligan a estos docentes a laborar bajo injustas condiciones y con la constante amenaza del despido.       

Al finalizar este año lectivo contaremos con la primera promoción del Bachillerato General Unificado a nivel de país; allí podremos valorar los resultados y apreciar si los cambios curriculares fueron planteados desde nuestra realidad como país, con miras a un verdadero conocimiento investigativo, crítico y libre, u obedece a intereses sectarios que ocultamente pretenden hundir al pueblo en la sumisa ignorancia.  Esperemos además que las nuevas promociones de bachilleres puedan optar por sus verdaderos intereses profesionales y no sigan siendo presa de lo fortuito, del “qué más me toca”, porque hasta hoy muchos estudiantes se han visto forzados a cursar carreras que nunca quisieron y  ello en el futuro será causa de inestabilidad e ineficacia laboral.  

Iniciar un nuevo ciclo académico implica aspiraciones, propósitos, esperanzas. Las generaciones adultas, los viejos que estamos al frente de tantos niños y jóvenes tenemos la responsabilidad histórica de velar por el bienestar de quienes vendrán luego a ocupar nuestros sitiales; tenemos la obligación de legar testimonio de honradez, prudencia y trabajo para que ellos alcancen un país mejor del que vivimos.  

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