Tras años de requerimientos y aspiraciones de un
buena parte de la comunidad riobambeña, en el mes de mayo de 2013 participamos con
honda complacencia de la inauguración del teatro–auditorio de la Universidad Nacional de
Chimborazo, obra construida con buen sentido y apego a normas necesarias de
seguridad, funcionalidad y estética. Los pasados vientos de desidia, desdén
cultural, reinantes en la urbe parecían tomar nortes diferentes, más aún cuando
desde el lunes 17 al viernes 21 de ese mismo mes se vivió una semana cultural
intensa que daba paso a imaginar un nuevo devenir cultural para nuestra
relegada ciudad.
Se dio el primer paso, un loable inicio digno de
encomio para quienes fraguaron y empujaron esta iniciativa truncada tantas
veces por un imaginario que desdeña el arte, una masa atrapada por la veleidad,
que se contenta con espectáculos grotescos, ramplones o insultantes
menospreciando así la calidad artística. En una semana de historia, el “tablado”
del alma mater, recibió destacadas participaciones, así: Quito 6, ensamble
cameral que destacó con sus interpretaciones el trabajo de valiosos compositores
del país, la Orquesta Sinfónica y el Ballet Nacional del Ecuador, el trabajo
cinematográfico de María Fernanda
Restrepo, quien con su documental, “Con mi corazón en Yambo”, volvió a
recordarnos una lucha que no concluye, y como cierre a estos destacados
eventos, el humor de Las Marujas arrancó aplausos a una audiencia que por ese
día abarrotó el auditorio.
Al parecer Riobamba contaba con su recinto
cultural, con su teatro auditorio, que pese a las trabas o restricciones generaría
pretextos para un nuevo comportamiento social, mas, han pasado meses desde este
aclamado comienzo y hoy solo se destaca la soledad de una infraestructura
arrimada al olvido. Es verdad que lo cultural en nuestro medio es poco rentable,
si lo traducimos a términos económicos, pero esta es la inversión imprescindible
para el bien de las generaciones jóvenes. Por el mejor porvenir de ellas debemos
destruir el ostracismo mental, la ignorancia, la insensibilidad artística y
crear espacios suficientes donde descubran la estética de la música, la danza,
el teatro y más artes. Un pueblo, una ciudad es desarrollada en medida de la civilización
de su gente; la barbarie desecha la belleza de las formas, los sonidos, los
movimientos y se contenta con lo irreflexivo formando así lo que Vargas
Llosa califica como “La
Civilización del Espectáculo” donde "las estrellas de la televisión y los
grandes futbolistas ejercen la influencia que antes tenían los profesores, los
pensadores y (antes todavía) los teólogos".
Confiamos en la agudeza administrativa de quienes
están al frente del buen uso de este recinto. Confiamos en que la visión
universitaria apunte a criterios inteligentes, propiciando que este sea el
lugar continuo y permanente donde los artistas tengan la oportunidad de
compartir su talento, que este sea el templo cultural a donde recurran autores,
compositores, virtuosos que trabajan por Riobamba y el Ecuador; confiamos en
que no se cierren puertas a gestores culturales que generan propuestas y eventos de real
aporte educativo con el retrógrado criterio de fomentar únicamente presentaciones
con mero fin de lucro.
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