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martes, 3 de marzo de 2009

La verdadera soberanía I

Con gritos de guerra, mucha gente invoca la llamada soberanía, aquella condición donde internacionalmente, un Estado soberano es igual a los demás: puede gobernar su propio territorio, declarar la guerra, o regular su estructura política. En nuestro caso solo es fundamento para sumergirnos en un conflicto sin sentido, donde bajo pretexto de defender la “Soberanía”, el gobierno central comete descabellos que lo delatan como un sistema que a toda costa busca afianzarse, no solo en el país, sino en la región; obviamente no por iniciativa propia, sino como un títere de un régimen venezolano, que de forma directa demuestra su voracidad por el poder, así como su carácter fascista para expandirse por la región buscando el apoyo de grupos criminales.

El melodrama que se ha levantado en torno a la muerte del guerrillero Reyes, demuestra la simpatía que profesan todos aquellos defensores de la violencia, la muerte y la criminalidad, quienes con esta excusa buscan que se reconozca legalmente a grupos patibularios, como si se tratasen de luchadores políticos, lo cual no tiene ninguna lógica mental, menos aún, un mínimo asidero moral, porque no se puede, ni se debe dejar en la impunidad todos los latrocinios cometidos por la FARC; si así se lo hiciera, sería el más vil antecedente para que en el mundo y en la historia se siga instaurando el salvajismo.

Se afirma que se ha violado nuestra soberanía. Que las tropas colombianas operaron sin autorización en contra de una base rebelde afianzada en suelo ecuatoriano. Pero, acaso no deberíamos cuestionarnos: ¿Por qué nuestro ejército no veló por la seguridad nacional y permitió la entrada de estos villanos, para que posteriormente el ejército colombiano haga lo que no pudo hacer el nuestro? En lugar de sentirnos ofendidos por el allanamiento de nuestra soberanía: ¿no deberíamos sentirnos avergonzados por no saber custodiarla con eficiencia? ¿O es que solamente se está utilizando esta acción para atacar y disminuir el accionar de un presidente colombiano, que con los cinturones bien ajustados y la necesaria mano de hierro, hace frente a tan cobardes sanguinarios, mientras otros, con la cómoda disculpa de no querer internacionalizar un conflicto se convierten en cómplices de la maldad y el terror?

No levantemos aspavientos por una veintena de mafiosos a quienes el pueblo ni el mundo nada deben, porque atrás de ellos se ocultan otros de igual calaña que comercializan con el dolor humano. Que ningún defensor de derechos humanos alegue que se merecen un trato humanitario, porque los derechos humanos, como todo derecho se los merece y se los conquista; éstos son para quienes se comportan como reales personas, no para quienes como animales se ensucian con sangre inocente y se enriquecen con el dolor ajeno. Estos insurgentes al igual que cualquier grupo armado del planeta son voraces buitres ávidos de poder, roídos por la ambición y el deseo de imponer sistemas opresores, porque ninguna conquista alcanzada a través de la violencia lleva a un cambio con equilibrio.

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