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viernes, 9 de octubre de 2009

Un ¡VIVA! por el pueblo ecuatoriano

Luego de tantos días de inestabilidad social y de importantes pérdidas humanas, materiales y económicas, parece refulgir en el horizonte de la Patria ecuatoriana al menos un leve rayo de mejores tiempos.
Es verdad que para esto se ha tenido que recurrir a medidas extremas que lamentablemente produjeron hondas cicatrices. Una valiosa vida humana se ha perdido y ésta no se la puede recuperar ni con el mejor de los acuerdos. Al mismo tiempo, son estas acciones las que nos conducen a valorar la importancia que tienen todos los sectores sociales en la construcción de un Estado democrático. Son ellos, quienes cobijados bajo la bandera de los derechos individuales y constitucionales han sabido defender lo que les pertenece. Esto es: su pleno derecho a expresarse y ser escuchados.
Ha sido tan reconfortante mirar en las calles al verdadero pueblo, que cansado ya de tantas arbitrariedades y mentiras salió para poner un alto a los atropellos de los que era objeto. Ha sido tan valioso mirar a nuestros hermanos indígenas elevar las almas para no ser opacados por el irrespeto o la arbitrariedad.
Resulta tan gratificante escuchar en los parques y en las plazas la voz del estudiante, del obrero, de las madres y padres de familia, que al fin parecen despertar de un extraño letargo para proferir un rotundo “no estoy de acuerdo” en contra de todas las iniquidades que ya pesaban bárbaramente sobre nuestras espaldas.
Y claro que vale la pena encumbrar la acción de lucha y libertad dictada como noble cátedra por los maestros y maestras ecuatorianas, quienes ejerciendo su primera responsabilidad social de defender al pueblo, supieron ponerse a la vanguardia de todos, para así enseñarnos que los derechos no son un regalo sino una conquista.
El mejor de los aplausos para todos los ecuatorianos/as que de una u otra manera hicieron, hacen y harán respetar su dignidad. Que las jornadas de protesta vividas, no sean sino un campanazo de lo que le puede esperar a cualquier gobierno que pretenda ultrajar a la ciudadanía. Estas primeras acciones populares apenas fueron una advertencia y una clara muestra de que el pueblo podrá ser paciente pero no estúpido como alguien lo puede considerar.
Finalmente, después del imperioso diálogo entre gobernantes y gobernados todos estamos prestos para recuperar el tiempo perdido y retornar con mayor esmero al trabajo. Pero sin olvidar que todo lo concertado en las mesas de negociación debe ejecutarse con franqueza y rectitud. Caso contrario, ahora que ya estamos despiertos y encendidos con la llama del derecho y la libertad, sabremos volver con mayor valor para defender lo que nos pertenece.

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