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jueves, 1 de octubre de 2009

El Magisterio junto al pueblo.

Allí donde está la oscuridad, la educación enciende las luces. Donde está la injusticia, la educación eleva la voz, donde la tiranía arrecia, la educación se levanta como última esperanza para que todo pueblo exista con dignidad y libertad.
Y la voz de la educación es la voz del maestro, pero no la de aquel individuo quien oculto tras un escritorio figura como objeto servil, sin criterio o inundado de pavor, presto a descender la cabeza y aceptar con la vista al suelo que se humille o se pisotee a su propio pueblo.
El verdadero maestro/a es un ente combativo. Tenaz y persistente en la lucha contra la ignorancia; firme e inquebrantable cuando se trata de instaurar la verdad y frenar la opresión de cualquier tirano.
Es la acción del maestro la que realmente educa. Son sus actos los que trascienden en el tiempo, de allí, que la educación no se la hace únicamente en las aulas. Se educa en verdad y dignidad poniéndose de pie y diciendo: ¡alto a todo tipo de atropellos! Se educa en valentía cuando a pesar de los insultos, agresiones o amenazas, se sigue clamando en contra de los opresores.
Un hombre o una mujer que en las aulas difunde el servilismo o la indiferencia social, no debe sentirse maestro/a. El educador fomenta la libre expresión; forja almas libres; crea cerebros capaces de discernir los desatinos de su entorno; afianza espíritus rebeldes que venzan las iniquidades que le asedian.
No es única responsabilidad de la clase magisteril el difundir una cátedra científica. Su gran misión es velar por la integridad del pueblo. Así, en esta paralización de los educadores ecuatorianos no está priorizada la defensa de un gremio. Su lucha es la protesta que todos deberíamos apoyar porque no se está pisoteando a una clase profesional, se está pretendiendo hundir a nuestro país, se está pretendiendo privarnos de nuestros más elementales derechos humanos y ciudadanos, ¡y esto no lo podemos permitir!
Gracias a la educación podemos entender que ninguna revolución, amparada en esquizofrénicas doctrinas fascistas-socialistas, puede conducir a un mejor nivel de vida. Ningún individuo puede mejorar su existencia y ningún pueblo puede desarrollarse, si se eliminan los principios fundamentales de libre expresión, democracia, respeto a la individualidad, a la propiedad y a la existencia digna.
Son los maestros/as la última voz que parece quedarle a este Ecuador, esperemos que otras voces se sumen a ella, no con un sentir político o gremial, sino como una plegaria y una espada a favor de la libertad y la vida.

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