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viernes, 9 de octubre de 2009

¿Y si se evaluara al Mandatario?

En esta época donde se han puesto en boga las auditorias, la rendición de cuentas y las “Evaluaciones”, vale la pena sentarse a meditar sobre los responsables o interesados en llevar adelante las mismas: Controversiales personajes amparados en pasajeras funciones gubernamentales que, según ellos, buscan instaurar mejoras en diversos ámbitos, y que si se lo hiciera con un sólida solvencia ética y moral fuera extraordinario. Pero no reparan que antes de levantarse con sus pretensiones, deberían en primer lugar autoanalizarse y determinar si en inicio ellos caminan por la línea correcta y no caen en la sentencia evangélica de “denunciar la brizna en el ojo del hermano, sin reparar en la viga que pesa sobre su propio ojo”.
Un buen ejemplo de esto –como para todo caso- sería iniciar desde la cabeza. Así, luego de cierto espacio de mandato presidencial, que no sea mayor a los tres años, sería conveniente, necesario, exigible incluso, que se evalúe al primer mandatario para determinar si realmente está en capacidad de continuar en su cargo o en su defecto, como se pretende hacer con los maestros de nuestro país, darle plazo para que se capacite, supere las evaluaciones indispensables y continúe en el cargo.
Un primer requisito, por ejemplo, que debería ser exigible dentro de la evaluación para un gobernante, es su equilibrio emocional. Establecer que la figura del mandatario no debe ser la imagen de un bravucón de barrio que ante cualquier crítica en su contra, arremeta con todo tipo de improperios en contra de sus detractores. De ser el caso, bien valdría la pena motivar al individuo para que se inscriba en un curso elemental de relaciones humanas. Obviamente con la aclaración remarcada de que si no lo aprueba será “destituido”.
Otro elemento vital a evaluar en un presidente, sería su eficacia para mantener la estabilidad social dentro del país. Determinar que si al año o dos, o exageradamente tres de su mandato, existe dentro del territorio un ambiente de seguridad individual, un aceptable nivel de vida o por lo menos un leve indicio de desarrollo y no un contexto de huelgas, enfrentamientos civiles, represión. Que no se admita bajo ninguna circunstancia el asesinato de ciudadanos inocentes, porque una vida que se extingue en las calles luchando por cualquiera de los derechos civiles, es responsabilidad directa del líder que lleva la primera magistratura. De producirse un hecho así, este gobernante manchado de sangre debería ser cesado en sus funciones, bajo el cargo de atentar contra el valor supremo de la vida.
Muy importante a evaluar dentro de la gestión presidencial es su nivel de autonomía para gobernar, el no dejarse mandar por otro mandatario o peor aún ser un títere que imita políticas de otros países sin considerar que cada pueblo tiene distinta realidad. Y que en este aspecto, es imprescindible velar por la seguridad nacional pero no con discursos nacionalistas exacerbados sino con acciones que impidan la presencia de fuerzas terroristas o criminales dentro de la Patria.

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