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viernes, 25 de febrero de 2011

Pueblo vs opresores

Las revueltas en los países árabes, la salida del mandatario egipcio, luego de décadas en el poder, la espantosa represión del gobierno libio en contra de la población que no está de acuerdo con sus acciones, son irrefutables evidencias del grado de conmoción al que puede llegar un país cuando su gente se cansa de la opresión y el abuso.

La historia demuestra que los sistemas fundamentados en el temor, la falacia o la manipuladora propaganda de velar por los desposeídos, tarde o temprano generan enfrentamientos internos que destruyen la unidad de una nación. Es que la mentira no puede perennizarse y los pueblos engañados pueden despertar en cualquier momento y terminar con sus opresores. Lo lamentable, es que esto genera derramamiento de sangre, muerte de inocentes y odios internos difíciles de superar.

Todo lo anterior propiciado por un tipo de egocéntrico gobernante que no depone sus caprichos ante la colectividad que exige cambios. La figura de este espécimen de nefasto líder muy bien coincide con la nerónica personalidad del desquiciado emperador romano quien no reparó en incendiar su propia ciudad con tal de satisfacer sus exigencias personales. La obnubilación por el poder, el maniático deseo de gobernar, período tras período, si es posible hasta su muerte, hace que recurra a estratagemas legales e ilegales con tal de no ceder a su curul. Su misma ambición lo enceguece al punto de considerar a sus gobernados como un tumulto de seres irracionales que pueden perderse si su cuasi dios les llegase a faltar; amparado en el pretexto de defender los intereses del ignorante pueblo, que según él, nunca sabe lo que quiere o necesita, exige permanecer al mando, porque piensa que solo él es el elegido para salvar a la nación de cualquier enemigo real o imaginario que aparezca. Así, este modelo de jerarca se autocorona como redentor, mártir, beato, profeta, defensor de revoluciones necias; dueño de un ideal que la gente ignorante del pueblo no puede entender.

Este tipo de líderes se han bautizado como emperadores, faraones, zares, reyes, revolucionarios. En algunos casos se autonombran “presidentes constitucionales”, pese a que controlan todos los poderes del Estado y su poder pisotea toda figura democrática. Su esencia fascista, su prepotencia, su vanidad, son atributos que sumados a su experta manipulación, anulan a todos quienes se le oponen. Llegan a sentirse indestructibles o perennes en su puesto, mas, olvidan que para consuelo de la humanidad, ninguna perversidad o astucia puede perennizarse, porque frente a ellos está un pueblo que por más sumiso que parezca, en algún momento reaccionará y echará a tierra sus ambiciones. ¡Pobres tiranuelos que no comprenden o recuerdan las lecciones de la historia!

1 comentario:

Antito Carpio Arias dijo...

No es justo que nos dejemos mandar y que tomen malas decisiones personas que no estan calificadas para esto, debemos ser firmes y hacernos notar con gran educación que somo personas pensantes, no debemos dejar que nadie nos diga que hacer obligadamente, necesitamos en todas partes un lider enérgico, valeroso, educado y q no busque solo el poder sino el bien de todos y cada uno de los que formamos un estado.

Antonella Carpio Arias
6º QUI-BIO