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lunes, 21 de abril de 2014

Mercedes de Jesús Molina: su legado en Riobamba




En pleno Siglo XXI nadie se envanece con seudoalabanzas que magnifican la fama de una ciudad. En el caso de Riobamba, calificativos como: Muy Digna y muy Leal, Sultana de los Andes, Corazón de la Patria y otros vítores, dados a nuestra urbe, no ocultan el deterioro que esta padece. Mirar sus calles polvorientas, sus obras viales ejecutadas sin planificación alguna, sus casas patrimoniales derrumbadas, su crecimiento urbano antiestético, la pérdida de importantes oficinas públicas, trasladadas innecesariamente a otras provincias, y más aspectos que en lugar de encauzarnos al progreso nos hunden en un primitivismo cultural, económico y moral, invita a meditar en todos los entuertos que habrá de deshacer para recuperar aquella gloria arrinconada en las páginas del ayer.

En tal sentido, es vital rememorar legados que, pese al tiempo transcurrido, aún dan relevancia a nuestra tierra. En este caso, cito la obra de Mercedes de Jesús Molina, quien el  14 de Abril de 1873, inició una labor pionera para la espiritualidad y la educación ecuatoriana, al fundar  el Instituto Santa Mariana de Jesús, que tuvo su primera sede entre las calles diez de agosto y García Moreno, edificio donde funciona el Colegio Riobamba Centro.

La fundadora, sin ser riobambeña, trabajó arduamente por esta ciudad. Entre privaciones, pobreza y conflictos políticos levantó una obra que hoy se halla en cinco continentes. Para comprender mejor la trascendencia de este aporte nos remontamos a 1828, cuando Don Miguel Molina y Doña Rosa Ayala, en el pueblo de Baba, actualmente parte de la Provincia de Los Ríos, pero en ese entonces, Departamento de Guayaquil,  traen al mundo a Mercedes, venerada hoy, como “La Rosa del Guayas. Antes de cumplir dos meses de nacida la pequeña quedó huérfana de padre; cuando contaba con doce años, la muerte le arrebató también a su madre.

Mercedes en medio de su orfandad, dueña de una gran fortuna, tuvo la responsabilidad de velar por sí misma y orientar su futuro. Conoció los halagos del dinero, sintió el deseo de agradar, de ser admirada, de impresionar. La adolescencia la convirtió en una hermosa mujer a quien atraían los vestidos lujosos, las joyas, las tertulias sociales, las fiestas de salón; a pesar de ello su alma no se extravió en lo mundano y fue espejo de proba conducta. Pronto despertó en ella el primer amor; conoció a un joven de la nobleza guayaquileña quien pidió su mano en matrimonio. Los días de noviazgo fueron  felices, mas, una tarde, luego de una caminata, ella se retiró a su habitación, se sentó frente a su crucifijo, lo tomó entre sus manos y con rostro emocionado le juró fidelidad perpetua. Ulteriormente renunció a todo bien material, donó sus vestidos, despidió al novio y se apartó de las comodidades para entregarse a la santidad.

El 1 de febrero de 1867, emitió los votos privados de pobreza, castidad y obediencia e ingresó al servicio de un asilo de huérfanas. Desde entonces se destacó su nombre como modelo a imitarse, mas, su humildad no buscaba fama ni elogio. Abandonó el orfelinato para dirigirse a la selva oriental donde en medio de las enfermedades, el clima agreste y la barbarie de las tribus aborígenes, se desempeña como misionera y maestra. El amor que Mercedes inspiró en estos  clanes fue tan grande que ellos quisieron adueñarse de su vida. Se ve obligada a dejar la misión y retorna a Cuenca donde es recibida con júbilo por sus habitantes. Entregó unos pocos días al descanso, luego asumió la dirección de un segundo orfanato, donde permaneció de 1871 a 1873. El asilo marchaba bien, pero Mercedes sabía que no era ese el lugar ni la obra que anhelaba. Como respuesta a sus deseos, recibió una carta del Padre Domingo García, mismo que se hallaba en Riobamba y a quien el Obispo de la diócesis, Monseñor Ordóñez, había entregado una casa destinada a un orfanatorio para la educación de niñas pobres. Mercedes Molina, junto a tres de sus colaboradoras: Mercedes Cepeda, Ángela López y Virginia Carrión, llegaron a la capital de Chimborazo el 13 de Enero de 1873. Al día siguiente estas cuatro mujeres realizaron su profesión religiosa para fundar así la Congregación Mariana de Jesús.

De 1873 a 1883 la Madre Mercedes cultivó su rosal espiritual. Desempeñó cargos de: superiora, súbdita, maestra de novicias, directora espiritual de niñas, enfermera y portera. El 3 de Junio de 1883 se vio acometida por una fuerte enfermedad. Su alma voló al seno de Dios el 12 de junio de ese año, a los 55 años de edad. El recuerdo de sus virtudes, su fama póstuma y los múltiples favores que ha obrado Dios por su mediación, permitieron que sea Beatificada el 1 de febrero de 1985.

En memoria de esta ejemplar mujer, se levanta en Riobamba un santuario ubicado en las calles Mariana de Jesús y argentinos. En su ingreso principal, luego de subir algunas escalinatas, encontramos una escultura yacente de Mercedes Molina, que representa su cuerpo inerte; sobre ella se levanta una pintura realizada en 1985 por Eloy  Narea con motivo de la beatificación.
 

A mano izquierda se halla el acceso al subsuelo donde su cripta guarda restos de varias hermanas de la comunidad, así como de muchas personas que, por devoción, han pedido ser sepultadas en este mausoleo, abierto también a la colectividad en general.

Al ingresar a la iglesia nos hallamos con la nave central que conduce al presbiterio donde en su parte frontal superior se observa una escultura que representa la Santísima Trinidad, lo que en años anteriores dio este nombre al templo. Actualmente se denomina “Santuario Beata Mercedes Molina. Al pie del altar mayor encontramos los restos de esta mujer santa, que reposan allí, en una urna de mármol, desde el 12 de abril de 1993.

Esta iglesia de corte moderno tiene una  estructura de hormigón de forma paraboloide que genera la nave principal, la cual es intersectada por otras más pequeñas. En su parte superior podemos observar una serie de 48 vitrales, 27 de los cuales se cambiaron tras la explosión del polvorín de Riobamba en el 2002. Estos nuevos elementos fueron realizados por un artista cuencano de apellido Veintimilla.  

En las naves laterales están presentes distintas pinturas que fueron colocadas en abril de 1998, por gestión de la Hna. María Elena Contreras, Superiora General de la comunidad de ese entonces. Los lienzos rememoran importantes momentos de la vida de la Beata ecuatoriana y fueron elaborados por el pintor V. Rivadeneira A.

Uno de los principales atractivos de este santuario es su Centro de Espiritualidad, creado en el año 2005 por iniciativa de la Hna. María Elena Narváez, Madre General de aquella época. Esta réplica, erigida donde antiguamente reposaban los restos mortuorios de la fundadora, fue realizada por los Hermanos Bernal, artífices riobambeños, quienes en sus dioramas recrean diversos momentos de la vida de Mercedes Molina. El centro consta de diez salas a las que se accede por una puerta ubicada al lado derecho de la entrada principal. Antes del ingreso a ellas encontramos un corredor empedrado donde destacan una serie de vitrinas con fotografías referentes a las obras de las Hermanas Marianitas alrededor del mundo.

La primera sala, Santa Marianita,  alberga una figura de esta Santa ecuatoriana con una réplica en miniatura de la casa que ella ocupaba en Quito durante el Siglo XVII. Mariana de Jesús es la Patrona del instituto de las Marianitas.

La segunda sala, Mercedes Molina, acopia documentos sobre el lugar de nacimiento, la familia y otros aspectos de carácter personal de la Beata en sus primeros años de vida.
La tercera sala, La misión, evoca la labor misionera de Mercedes en la región de Gualaquiza.
La cuarta sala: Fundación,  contiene un retablo del antiguo templo de la Casa Madre donde está la imagen original del Santo Cristo ante el cual Mercedes Molina volcó su devoción y decisión inicial. El ambiente se complementa con una pintura concerniente a la primera profesión de votos y la fundación del Instituto.

La quinta sala, Oratorio, exhibe pinturas sobre trascendentales experiencias contemplativas de Mercedes Molina: La visión del Rosal, su encuentro con Jesús y su muerte. En este espacio también se halla el relicario donde permaneció el cuerpo de ella, desde 1954 hasta 1993.   

La sexta sala, Celda.  Antes de acceder a ella, nos encontramos con una efigie de Mercedes junto a dos chiquillos, símbolo de su labor como maestra. Ya en la celda, apreciamos una emulación de su  sencillo dormitorio compuesto de un camastro sin sábanas, los cilicios para actos penitenciales y los utensilios utilizados en el diario vivir. Entre esta sala y la siguiente hallamos un corredor que rememora la Primera comunidad. Destaca ahí un cuadro alusivo al trabajo manual de Mercedes en beneficio de su naciente obra. 

La séptima sala: Labores, retrata los distintos oficios a los que las primeras hermanas marianitas se dedicaban para ganarse el sustento y mantener sus obras de caridad. Estos eran: elaboración de hostias, manteles, bordados, labores de costura, ornamentos, velas, troquelados y tejidos.   

La octava sala, Panadería. Retrata esta actividad artesanal realizada por las primeras religiosas de esta orden en miras a su propia manutención.

La novena sala: Biblioteca, reúne libros y cuadros históricos que acompañan el documento de la Ordenación Pontificia del Instituto. En ese mismo lugar reposan dos cajas mortuorias, utilizadas inicialmente para guardar los restos de Mercedes. Destacan además varias fotografías del antiguo Guayaquil como testimonio de los orígenes de la fundadora.  Para finalizar, una décima sala agrupa la galería con  los retratos de las Hermanas Marianitas que han ocupado el cargo de Madre General en diferentes fechas.

Este memorial está abierto para todo público. Las religiosas marianitas invitan a visitarlo para así conocer una parte fundamental de esta obra nacida en Riobamba y diseminada alrededor del mundo. Para la realización del presente artículo, tuvimos la oportunidad de visitarlo gracias a la colaboración de las Hermanas: Esthela Crespo, responsable de la difusión de la vida y obra de Mercedes de Jesús Molina, pro canonización. Mercedes Vera, Superiora de la Comunidad y Lolita Salazar, responsable del cuidado del santuario.   

Mercedes de Jesús Molina es paradigma de las causas que defienden la vida y el amor misericordioso donde existe dolor humano.  Fue una maestra ejemplar, una laica comprometida, una religiosa íntegra, una ciudadana al servicio de Riobamba para quien heredó la primicia de una educación firme, al servicio de la mujer y de las clases desposeídas. 




A MERCEDES MOLINA
 Rowny Pulgar Noboa 

Mujer: ahora que conozco un espacio de tu vida
te amo con los delirios  de mi mundo.
Soy una gota de lluvia entre el manantial
taciturno de tus obras.
Soy el ruiseñor que despierta en las noches de bruma
para beber el sueño de tus ojos.
Soy el fantasma triste que recoge el paso de tu huella
y luego se esconde bajo la luna para palpar tu alma.

Solo tú mujer puedes ser pretexto para mis dudas,
porque tu obra se teje entre los pinceles y los versos,
y como  rosal de arco iris aletea tu mirada
entre los arrugados horizontes del tiempo.

Por ti mujer
he dejado volar la pluma
por los papeles de mi pensamiento,
y al filo de la madrugada evoco tus pasos transeúntes
que imagino escuchar entre las desoladas calles.

Por ti mujer
elevo los átomos azules
del cansancio que derrumba mi arquitectura,
y con una copa de soledad en la mano
brindo por este instante, y esta obra.
        



Artículo publicado en la Revista de Diario Regional "Los Andes", de la ciudad de Riobamba, el 21 de abril de 2014, con motivo de las festividades independentistas. 

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