En pleno Siglo
XXI nadie se envanece con seudoalabanzas que magnifican la fama de una ciudad.
En el caso de Riobamba, calificativos como: Muy Digna y muy Leal, Sultana de
los Andes, Corazón de la Patria y otros vítores, dados a nuestra urbe, no ocultan
el deterioro que esta padece. Mirar sus calles polvorientas, sus obras viales ejecutadas
sin planificación alguna, sus casas patrimoniales derrumbadas, su crecimiento
urbano antiestético, la pérdida de importantes oficinas públicas, trasladadas
innecesariamente a otras provincias, y más aspectos que en lugar de encauzarnos
al progreso nos hunden en un primitivismo cultural, económico y moral, invita a
meditar en todos los entuertos que habrá de deshacer para recuperar aquella gloria
arrinconada en las páginas del ayer.
En tal sentido, es vital rememorar
legados que, pese al tiempo transcurrido, aún dan relevancia a nuestra tierra. En
este caso, cito la obra de Mercedes de Jesús Molina, quien el 14 de Abril de 1873, inició una labor pionera
para la espiritualidad y la educación ecuatoriana, al fundar el Instituto Santa Mariana de Jesús, que tuvo
su primera sede entre las calles diez de agosto y García Moreno, edificio donde
funciona el Colegio Riobamba Centro.
La fundadora, sin ser riobambeña,
trabajó arduamente por esta ciudad. Entre privaciones, pobreza y conflictos
políticos levantó una obra que hoy se halla en cinco continentes. Para
comprender mejor la trascendencia de este aporte nos remontamos a 1828, cuando
Don Miguel Molina y Doña Rosa Ayala, en el pueblo de Baba, actualmente parte de
la Provincia de Los Ríos, pero en ese entonces, Departamento de Guayaquil, traen al mundo a Mercedes, venerada hoy, como “La
Rosa del Guayas. Antes de cumplir dos meses de nacida la pequeña quedó huérfana
de padre; cuando contaba con doce años, la muerte le
arrebató también a su madre.
Mercedes
en medio de su orfandad, dueña de una gran fortuna, tuvo la responsabilidad de velar
por sí misma y orientar su futuro. Conoció los halagos del dinero, sintió el
deseo de agradar, de ser admirada, de impresionar. La adolescencia la convirtió
en una hermosa mujer a quien atraían los vestidos lujosos, las joyas, las
tertulias sociales, las fiestas de salón; a pesar de ello su alma no se extravió
en lo mundano y fue espejo de proba conducta. Pronto despertó en ella el primer
amor; conoció a un joven de la nobleza guayaquileña quien pidió su mano en
matrimonio. Los días de noviazgo fueron
felices, mas, una tarde, luego de una caminata, ella se retiró a su
habitación, se sentó frente a su crucifijo, lo tomó entre sus manos y con
rostro emocionado le juró fidelidad perpetua. Ulteriormente renunció a todo bien
material, donó sus vestidos, despidió al novio y se apartó de las comodidades
para entregarse a la santidad.
El 1 de febrero
de 1867, emitió los votos privados de pobreza, castidad y obediencia e ingresó
al servicio de un asilo de huérfanas. Desde entonces se destacó su nombre como modelo
a imitarse, mas, su humildad no buscaba fama ni elogio. Abandonó el orfelinato
para dirigirse a la selva oriental donde en medio de las enfermedades, el clima
agreste y la barbarie de las tribus aborígenes, se desempeña como misionera y
maestra. El amor que Mercedes inspiró en estos clanes fue tan grande que ellos quisieron
adueñarse de su vida. Se ve obligada a dejar la misión y retorna a Cuenca donde
es recibida con júbilo por sus habitantes. Entregó unos pocos días al descanso,
luego asumió la dirección de un segundo orfanato, donde permaneció de 1871 a
1873. El asilo
marchaba bien, pero Mercedes sabía que no era ese el lugar ni la obra que
anhelaba. Como respuesta a sus deseos, recibió una carta del Padre Domingo
García, mismo que se hallaba en Riobamba y a quien el Obispo de la diócesis,
Monseñor Ordóñez, había entregado una casa destinada a un orfanatorio para la
educación de niñas pobres. Mercedes Molina, junto a tres de sus colaboradoras:
Mercedes Cepeda, Ángela López y Virginia Carrión, llegaron a la capital de
Chimborazo el 13 de Enero de 1873. Al día siguiente estas cuatro mujeres realizaron
su profesión religiosa para fundar así la Congregación Mariana de Jesús.
De 1873 a 1883 la Madre Mercedes cultivó
su rosal espiritual. Desempeñó cargos de: superiora, súbdita, maestra de
novicias, directora espiritual de niñas, enfermera y portera. El 3 de Junio de
1883 se vio acometida por una fuerte enfermedad. Su alma
voló al seno de Dios el 12 de junio de ese año, a los 55 años de edad. El
recuerdo de sus virtudes, su fama póstuma y los múltiples favores que ha obrado
Dios por su mediación, permitieron que sea Beatificada el 1 de febrero de 1985.
En
memoria de esta ejemplar mujer, se levanta en Riobamba un santuario ubicado en
las calles Mariana de Jesús y argentinos. En su ingreso principal, luego de
subir algunas escalinatas, encontramos una escultura yacente de Mercedes
Molina, que representa su cuerpo inerte; sobre ella se levanta una pintura
realizada en 1985 por Eloy Narea con
motivo de la beatificación.
A mano
izquierda se halla el acceso al subsuelo donde su cripta guarda restos de
varias hermanas de la comunidad, así como de muchas personas que, por devoción,
han pedido ser sepultadas en este mausoleo, abierto también a la colectividad
en general.
Al
ingresar a la iglesia nos hallamos con la nave central que conduce al
presbiterio donde en su parte frontal superior se observa una escultura que
representa la Santísima Trinidad, lo que en años anteriores dio este nombre al templo.
Actualmente se denomina “Santuario Beata Mercedes Molina. Al pie del altar
mayor encontramos los restos de esta mujer santa, que reposan allí, en una urna
de mármol, desde el 12 de abril de 1993.
Esta
iglesia de corte moderno tiene una estructura
de hormigón de forma paraboloide que genera la nave principal, la cual es
intersectada por otras más pequeñas. En su parte superior podemos observar una
serie de 48 vitrales, 27 de los cuales se cambiaron tras la explosión del
polvorín de Riobamba en el 2002. Estos nuevos elementos fueron realizados por
un artista cuencano de apellido Veintimilla.
En las
naves laterales están presentes distintas pinturas que fueron colocadas en
abril de 1998, por gestión de la Hna. María Elena Contreras, Superiora General
de la comunidad de ese entonces. Los lienzos rememoran importantes momentos de
la vida de la Beata ecuatoriana y fueron elaborados por el pintor V. Rivadeneira
A.
Uno de
los principales atractivos de este santuario es su Centro de Espiritualidad,
creado en el año 2005 por iniciativa de la Hna. María Elena Narváez, Madre
General de aquella época. Esta réplica, erigida donde antiguamente reposaban
los restos mortuorios de la fundadora, fue realizada por los Hermanos Bernal, artífices
riobambeños, quienes en sus dioramas recrean diversos momentos de la vida de
Mercedes Molina. El centro consta de diez salas a las que se accede por una
puerta ubicada al lado derecho de la entrada principal. Antes del ingreso a ellas
encontramos un corredor empedrado donde destacan una serie de vitrinas con
fotografías referentes a las obras de las Hermanas Marianitas alrededor del
mundo.
La
primera sala, Santa Marianita, alberga una figura de esta Santa ecuatoriana
con una réplica en miniatura de la casa que ella ocupaba en Quito durante el
Siglo XVII. Mariana de Jesús es la Patrona del instituto de las Marianitas.
La
segunda sala, Mercedes Molina, acopia
documentos sobre el lugar de nacimiento, la familia y otros aspectos de
carácter personal de la Beata en sus primeros años de vida.
La
tercera sala, La misión, evoca la labor
misionera de Mercedes en la región de Gualaquiza.
La cuarta
sala: Fundación, contiene un retablo del antiguo templo de la
Casa Madre donde está la imagen original del Santo Cristo ante el cual Mercedes
Molina volcó su devoción y decisión inicial. El ambiente se complementa con una
pintura concerniente a la primera profesión de votos y la fundación del
Instituto.
La quinta
sala, Oratorio, exhibe pinturas sobre
trascendentales experiencias contemplativas de Mercedes Molina: La visión del
Rosal, su encuentro con Jesús y su muerte. En este espacio también se halla el
relicario donde permaneció el cuerpo de ella, desde 1954 hasta 1993.
La sexta
sala, Celda. Antes de acceder a ella, nos encontramos
con una efigie de Mercedes junto a dos chiquillos, símbolo de su labor como
maestra. Ya en la celda, apreciamos una emulación de su sencillo dormitorio compuesto de un camastro
sin sábanas, los cilicios para actos penitenciales y los utensilios utilizados
en el diario vivir. Entre esta sala y la siguiente hallamos un corredor que
rememora la Primera comunidad. Destaca
ahí un cuadro alusivo al trabajo manual de Mercedes en beneficio de su naciente
obra.
La séptima
sala: Labores, retrata los distintos
oficios a los que las primeras hermanas marianitas se dedicaban para ganarse el
sustento y mantener sus obras de caridad. Estos eran: elaboración de hostias,
manteles, bordados, labores de costura, ornamentos, velas, troquelados y
tejidos.
La octava
sala, Panadería. Retrata esta
actividad artesanal realizada por las primeras religiosas de esta orden en
miras a su propia manutención.
La novena
sala: Biblioteca, reúne libros y
cuadros históricos que acompañan el documento de la Ordenación Pontificia del
Instituto. En ese mismo lugar reposan dos cajas mortuorias, utilizadas
inicialmente para guardar los restos de Mercedes. Destacan además varias
fotografías del antiguo Guayaquil como testimonio de los orígenes de la
fundadora. Para finalizar, una décima
sala agrupa la galería con los retratos
de las Hermanas Marianitas que han ocupado el cargo de Madre General en
diferentes fechas.
Este
memorial está abierto para todo público. Las religiosas marianitas invitan a
visitarlo para así conocer una parte fundamental de esta obra nacida en
Riobamba y diseminada alrededor del mundo. Para la realización del presente
artículo, tuvimos la oportunidad de visitarlo gracias a la colaboración de las
Hermanas: Esthela Crespo, responsable de la difusión de la vida y obra de
Mercedes de Jesús Molina, pro canonización. Mercedes Vera, Superiora de la
Comunidad y Lolita Salazar, responsable del cuidado del santuario.
Mercedes
de Jesús Molina es paradigma de las causas que defienden la vida y el amor
misericordioso donde existe dolor humano.
Fue una maestra ejemplar, una laica comprometida, una religiosa íntegra,
una ciudadana al servicio de Riobamba para quien heredó la primicia de una
educación firme, al servicio de la mujer y de las clases desposeídas.
A MERCEDES
MOLINA
Rowny
Pulgar Noboa
Mujer:
ahora que conozco un espacio de tu vida
te amo
con los delirios de mi mundo.
Soy una
gota de lluvia entre el manantial
taciturno
de tus obras.
Soy el
ruiseñor que despierta en las noches de bruma
para
beber el sueño de tus ojos.
Soy el
fantasma triste que recoge el paso de tu huella
y luego
se esconde bajo la luna para palpar tu alma.
Solo tú
mujer puedes ser pretexto para mis dudas,
porque tu
obra se teje entre los pinceles y los versos,
y
como rosal de arco iris aletea tu mirada
entre los
arrugados horizontes del tiempo.
Por ti
mujer
he dejado
volar la pluma
por los
papeles de mi pensamiento,
y al filo
de la madrugada evoco tus pasos transeúntes
que
imagino escuchar entre las desoladas calles.
Por ti
mujer
elevo los
átomos azules
del
cansancio que derrumba mi arquitectura,
y con una
copa de soledad en la mano
brindo
por este instante, y esta obra.
Artículo publicado en la Revista de Diario Regional "Los Andes", de la ciudad de Riobamba, el 21 de abril de 2014, con motivo de las festividades independentistas.
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