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jueves, 23 de marzo de 2017

La nación que anhelamos


A dos semanas de las elecciones presidenciales, la incertidumbre por el futuro del país es inevitable en toda la población ecuatoriana. No se trata del triunfo de un candidato determinado, sino de un distinto direccionamiento a la realidad que hoy atravesamos. Sin querer enviar dardos hacia algún partido político, basta mirar la cotidianidad para sentir como la crisis nos agobia. Aunque cifras y estadísticas afirmen que habitamos la tierra de los sueños, somos los ciudadanos comunes quienes sentimos como la inflación ha mermado nuestra capacidad adquisitiva. Es el pueblo quien de forma personal o por vínculos familiares percibe como el desempleo empuja hacia límites de desesperación. Somos los ciudadanos llanos quienes cohabitamos con jóvenes frustrados, desocupados, de alas rotas debido a la falta de accesibilidad a las universidades.

Somos los padres y madres de familia quienes vivimos al margen del subempleo o del empleo sobreexplotado y mal remunerado, so pena de perder el limitado ingreso y engrosar las filas de gente en edad productiva que pese a la preparación académica y la experiencia profesional no puede mantener su puesto laboral por no pertenecer a un entramado político o no estar dispuesta a coimear a sus corruptos empleadores. Somos los pobladores habituales quienes clamamos por una nación donde podamos vivir con aspiraciones hacia una mejor calidad de vida, sin que por esto nos etiqueten como pelucones por, en el mejor de los casos, contar con una vivienda, un auto hipotecado o un teléfono a pagar en cuotas.


Buscamos un país donde podamos trabajar seguros sobre la base de nuestra eficiencia, donde nuestra labor sea reconocida con un salario digno que permita proyectar un óptimo futuro para nuestros hijos. Queremos una tierra donde no cunda el miedo a expresar lo que sentimos, donde nuestra voz elevada en contra de los atropellos sociales o la tiranía del poder no sea rotulada como conspiradora o terrorista. Anhelamos un país que en verdad enfrente sus problemas internos con acciones que superen: la deficiencia educativa, el despilfarro estatal, la corrupción e impunidad de los dirigentes de las instituciones gubernamentales.


 No queremos un país de fantasía, una imagen falsa proyectada internacionalmente con el fin de mantener a un clan en el poder, mientras los elefantes blancos de los hospitales públicos evidencian la inoperatividad, la falta de medicina. Con urgencia esperamos que cesen las rivalidades infundadas, que se revierta el veneno inoculado en la última década para avivar populismos que engendran odio y división. Ecuador requiere de una nueva era de unidad, trabajo y honestidad. 

Publicado en Diario Regional "Los Andes". Lunes 20 de marzo de 2017 

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