Datos personales

domingo, 9 de abril de 2017

La inteligencia fracasada I

El título de este artículo menciona una interesante obra del autor español José Antonio Marina, quien desde su visión filosófica- pedagógica asentada en el  estudio de la neurología y la ética nos mueve a mirar la maravillosa inteligencia humana desde una perspectiva capaz de direccionarnos hacia una mejor calidad de vida. En su obra, Marina recorre diversos estados en donde reflexiona como  el erróneo uso de este potencial conduce a la desdicha. Siendo un propósito vital de la existencia humana la búsqueda de la felicidad, se considera que el no lograrla, por falta de atino en las decisiones  o por sustentarse en falsos modelos de convivencia, ratifica que una persona irremediablemente ha fracasado.

El autor diferencia la inteligencia estructural, o capacidad básica que puede ser medida a través de un test, del uso de la inteligencia. Todos contamos con inteligencia, pero ¿cuál es el uso que hacemos de ella? No siempre una persona inteligente se comporta de tal forma; procederes estúpidos en muchas ocasiones contradicen el nivel intelectual de un individuo. El buen uso de esta capacidad nos conducirá siempre a una situación favorable; su desatinada utilización acarreará una existencia inmersa en la mentira, el odio, la codicia y más demostraciones de una inteligencia fracasada.

“Las sociedades pueden ser inteligentes o estúpidas según sus modos de vida, los valores aceptados, las instituciones o las metas que se propongan”, señala Marina; en ejemplo, el fanatismo durante el régimen nazi o soviético, mediante la manipulación de un vil nacionalismo, la exaltación de una raza y una extrema ceguera colectiva concluyó en el asesinato de millones de inocentes. Esta vía de ignorancia también se manifiesta dentro de una nación sumida en el oscurantismo donde sus habitantes no utilizan de manera autónoma esa inteligencia y pese a su intelectualidad, en muchos casos, son presa de un adoctrinamiento infundado, de la tiranía  de un partido político, de la ridícula soberbia de un modelo de gobierno que no genera paz colectiva.  

La dicotomía entre inteligencia y estupidez se marca en el comportamiento diario de los individuos; el ser inteligente celebra la armonía de la sociedad, la transparencia de sus instituciones o la legalidad de sus funcionarios; en contraparte, el ser de inteligencia fracasada festeja la corrupción, justifica el robo legalizado, aviva el enfrentamiento. El hombre racional dista del irracional porque el primero se basa en las evidencias, en la certeza de lo que críticamente distingue como bueno o malo, como inmoral o ético; el irracional se encierra en lo que le dicen que repita, en lo que le direccionan que piense, en mensajes repetitivos que los núcleos de poder inoculan como verdad; ha perdido el sentido de la realidad y en esta irracionalidad se atrinchera en una opinión impuesta que le conduce a la violencia. De este modo, el fracaso de la inteligencia no solo afecta a un individuo, su inevitable condición de ser social influye en el medio que vive, y lo destruye. El reto individual y social es hacer buen uso de la inteligencia, no sucumbir bajo el engolamiento de no mejorar la realidad que nos tocó vivir porque genera cierta comodidad en desmedro de la tragedia de un pueblo entero.   

Artículo publicado en Diario Regional Los Andes, Riobamba, 9 de abril de 2017

No hay comentarios: