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domingo, 7 de mayo de 2017

Una voz por Venezuela

Pese a todas las artimañas del gobierno venezolano por encubrir la catástrofe humanitaria y política que aqueja a su nación, gracias a las redes sociales, el mundo conoce la verdad de lo que ocurre en este pueblo latinoamericano. Una situación que no ha sido únicamente denunciada por periodistas o grupos políticos opositores, a los cuales se los califica como sediciosos o golpistas. Son las imágenes del pueblo en las calles, son los gritos de protesta de jóvenes, hombres y mujeres del pueblo común los que claman por el fin de un régimen fascista que, en contra de todo acto democrático, se afianza al poder mediante la ilegalidad, la violencia y la tiranía.

Amparado en el escudo de la soberanía, el gobierno de Maduro defiende una revolución farsante, cáncer que ha conducido a este hermano país a la miseria. Oculto en la mal entendida soberanía este régimen dictatorial dice defender los intereses de su nación cuando para todos es evidente la opresión de la cual es víctima esta Patria. Ante estas atrocidades la comunidad internacional solo ha demostrado abulia y burocrática diplomacia. Sostienen que los problemas internos de un pueblo deben ser resueltos por sus propios habitantes, pero esta situación no es conflicto exclusivo de los venezolanos. Ante la represión, la tortura, el asesinato y más actos criminales de un sistema opresor, los gobiernos democráticos y respetuosos de los derechos humanos deben intervenir de forma abierta y enérgica. Cuando la existencia, la dignidad y la libertad de un pueblo es mermada por un déspota, no debe existir frontera o soberanía. La vida y la seguridad de un ser humano, víctima de los atropellos del poder, sobrepasa la dimensión de la libre determinación de un pueblo.

La pasividad ante la tragedia de una nación es la peor vergüenza para una comunidad internacional. Esta parsimonia es cómplice de genocidios. No importa si luego del homicidio de uno o tantos inocentes se levantan memoriales o se institucionalizan actos conmemorativos. La muerte de un ser humano que ha caído en defensa de sus legítimos derechos es un dolor que nos conmueve a todos y es un ultraje que nos vuelve menos mujeres y menos hombres. El asesinato, la represión, el injusto encarcelamiento de los opositores, la censura en la libertad de expresión, son innegables demostraciones de un sistema gubernamental inhumano que no debe ser legitimado por nadie. 

Y qué diríamos de aquellos gobernantes de otras naciones que avalan estos actos antidemocráticos. ¿Aseveraríamos que un dictador defiende a otro dictador o que estos jefes de estado que secundan la perversidad también buscan ser dictadorzuelos en sus países para conducirlos por el mismo camino y vivir al amparo de la inmoralidad, la corrupción y la desvergüenza? Confiemos en la decencia, la entereza y el afán de justicia de los gobernantes de América Latina y de otros países para que frenen esta brutalidad en contra de los venezolanos y se juzgue a los responsables más allá de las fronteras y del tiempo.  Esto crímenes no afectan solo a Venezuela. Es una afrenta en contra de la humanidad. Como ciudadanos del mundo clamamos por la vida y la libertad de nuestros hermanos. Condenamos la barbarie de los grupos armados que oprimen a sus compatriotas. Reprobamos la impúdica postura de las fuerzas armadas que bajo soborno secundan el totalitarismo. Censuramos la violencia de la cual es víctima el pueblo en las calles y reprochamos cada día en que un dictador se perenniza en el poder a costa de la sangre de su gente.






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