Artículo publicado por Diario Regional Los Andes- Noviembre 2018
La comunidad católica del Ecuador y en particular la Congregación de
Hermanas Marianitas vivieron una época de hondo regocijo al celebrar el Año Jubilar
con ocasión de los cuatrocientos años del nacimiento de Santa Mariana de Jesús.
Desde el 31 de octubre de 2017, hasta el mismo mes y día del 2018, múltiples
acontecimientos rememoraron y enaltecieron el valor místico y el legado de amor
cristiano dejado por la Azucena de Quito. La visita de sus sagradas reliquias a
distintas ciudades y pueblos ecuatorianos convocó innumerables feligreses bajo
un mismo sentimiento de fe y recogimiento.
Mariana de Jesús Paredes y Flores nació en Quito el 31 de octubre de
1618, hija del Capitán Don Jerónimo de Paredes y Flores y Doña Mariana de
Granobles de Xamarillo. A temprana edad
vivió el dolor de la doble orfandad quedando al cuidado de Doña Jerónima, su
hermana mayor, casada con el Capitán Cosme de Casso quien ya tenía tres hijas.
En el seno de esta familia, Mariana recibió
una esmerada formación que fue fecunda gracias a la inteligencia innata
de la pequeña que aprendía con facilidad todo cuanto le enseñaban. Se destacó
en la música, el canto, la vihuela; habilidades que encaminó hacia cánticos y
alabanzas religiosas. Desde sus primeros años demostró gran piedad y empatía
hacia los más pobres; invitaba a sus sobrinas de la misma edad a procesiones,
al rezo del Vía Crucis y el Rosario. Junto a esta devoción nació también una latente
inclinación hacia la penitencia corporal; desde los seis años se abstuvo de comer
carne, pescado y lácteos. Su proximidad a la fe la llevó a realizar su primera
comunión a los siete años, cuando la costumbre era a los doce, de igual forma
optó por agregar a su nombre el “de Jesús”, para mostrar que sólo a Él
pertenecía en un mundo espiritual de amor y castidad perpetua.
Al cumplir doce años, su familia,
tratando de apoyar el sentido de recogimiento de la niña, pretendió enviarla a
un convento; mas, por dos ocasiones, con el ajuar listo y, cual costumbre de la
época, los parientes convidados para acompañarla, circunstancias imprevistas evitaron
este designio. Mariana lo entendió como un direccionamiento de Dios que no la
quería consagrada al servicio religioso sino a una vida de servicio laical. Con
esta decisión, en su casa hizo retirar los muebles y amobló los aposentos a su
modo: un lecho con tablas de madera por colchón, una cruz cubierta de espinas,
un cajón de difunto con un esqueleto de madera y una calavera. Adoptó una túnica
negra del mismo tejido que la sotana de los jesuitas, con una faja a la cintura
y la cabeza cubierta por un velo de lana del mismo color. Tras encerrarse en
los nuevos aposentos, renovó el voto de castidad e hizo votos particulares de
obediencia y pobreza. Salía únicamente hacia a la iglesia; los deliciosos platos
ofrecidos en su mesa los convidaba a los menesterosos, contentándose con agua y
un pedazo de pan. Pese a estos rigores, sus biógrafos destacan, como gracia
divina, el rostro saludable, la desbordante alegría, el ágil sonido de su
vihuela y su voz melodiosa con la que alentaba a tantos desamparados. El Padre José E. Benítez S.I. la
describe: “de carácter suave, atrayente y simpático, buscada por los suyos y
por los más cercanos, tanto para la sabrosa tertulia familiar, el juego
infantil, la risa, la diversión sana y el paseo, como para lo trascedente de la
oración. Cotizada consejera de propios y extraños. Un alma enamorada de Cristo
a quien amó en la realidad de los más débiles y olvidados”.
La inolvidable Virgen
quiteña manifestó diversas profecías que se cumplieron
de forma exacta. Predijo como la casa de su cuñado sería transformada en
convento y el lugar de su alojamiento sería más tarde el coro de las Carmelitas Descalzas. Entre los milagros que prepararon su camino
hacia la santificación, se refieren dos resurrecciones. Su sobrina Juana, por
ocasión de un viaje, le confió a su pequeña hija. La niña jugaba cerca de unas
mulas y recibió una tremenda coz en la cabeza, fracturándosela mortalmente. Mariana la llevó a su celda y rezó sobre
ella, restituyéndole la vida. En otra circunstancia, la mujer de un indio,
empleado de la familia, debido a los celos de su cónyuge, fue golpeada,
estrangulada y su cuerpo arrojado a un precipicio. Todo esto lo vio Mariana
milagrosamente. Llamó a un comerciante amigo de la familia, le pidió en secreto
que trajese el cuerpo hasta su celda, ahí lo frotó con pétalos de rosa y la
india recobró la vida.
En 1645, una terrible epidemia asoló a la población quiteña, entre
temblores e innumerables víctimas, el día 25 de marzo, asistiendo a misa,
Mariana oyó a su confesor referirse, durante el sermón, a la necesidad de
aplacar la cólera de Dios con sacrificios y penitencias. Movida por su profunda
compasión, ofreció su vida por la población de la ciudad. Al día siguiente cayó
presa de agudos dolores que extinguieron su vida, antes comulgó de rodillas, pese
a la debilidad en que se encontraba; para morir sin nada suyo, pidió ser
transportada al cuarto de su sobrina, a fin de morir en cama prestada. El día
26 de mayo de 1645, a los 26 años, entregó su alma al Creador. Fue beatificada
por Pío IX en 1850 y canonizada, 100 años después, por Pío XII. El 30 de noviembre de 1945, la Asamblea
Nacional Constituyente de Ecuador le otorgó el título de Heroína de la Patria por
el sacrificio ofrecido para el cese de los terremotos que asolaban la sierra en
el siglo XVII. Actualmente sus reliquias yacen en el altar mayor de la iglesia
de La Compañía, cobijada por una bandera nacional y en un féretro de latón
tallado y dorado con pan de oro. Una escultura con su imagen, obra del
ecuatoriano residente en Carrara, Mario Tapia, se encuentra en la fachada
posterior de la Basílica de San Pedro de la Ciudad del Vaticano. La figura se
encuentra junto a otras catorce representaciones de santos como Brígida de
Suecia, Catalina de Siena y María Josefa del Corazón de Jesús. La santa quiteña
es, junto a la chilena Teresa de Los Andes, la única latinoamericana en decorar
la catedral mayor del catolicismo.
Las Sagradas Reliquias de la Azucena de Quito llegaron a la ciudad de
Riobamba el lunes 19 de marzo de 2018, a las 08H30. Una amplia caravana
conformada por docentes y padres de familia de le U.E. Santa Mariana de Jesús recibieron
la peregrinación en la parroquia Licán
para acompañar la llegada de la Santa Ecuatoriana que fue recibida con una
multitudinaria calle de honor de estudiantes y devotos quienes apostados desde
la Plaza Alfaro avivaron la procesión que culminó en el plantel de las
Marianitas ubicado en las calles argentinos y 5 de junio, donde Monseñor Julio
Parrilla, Obispo de Riobamba, concelebró la solemne eucaristía. Este evento
contó además con la presencia de destacadas autoridades de la ciudad y la
Provincia, entre ellas la Dra. Margarita Guevara, Gobernadora de Chimborazo. Las
sagradas reliquias reposaron en la Capilla de San José hasta el martes 20 de
marzo para luego continuar con su periplo por distintos lugares del Ecuador.
A nivel nacional importantes acontecimientos formaron parte de este
jubileo, entre ellos destaca el concilio del 10 de abril del 2018, que congregó
en la capital ecuatoriana a 45 obispos del Ecuador quienes realizaron una
peregrinación al monasterio del Carmen Alto, la casa de la Santa, ubicada junto
al Arco de la Reina (García Moreno y Rocafuerte). Los prelados salieron desde
la iglesia de La Compañía, con las reliquias de la Azucena de Quito. Una vez en
la iglesia del monasterio, a partir de las 17:30, se ofició la eucaristía celebrada
por monseñor Andrés Carrascosa, nuncio Apostólico en el Ecuador, y concelebrada
por todos los obispos. La misa fue transmitida por las radios: Católica
Nacional y María.
Otro evento que formó parte de
este festejo fue la presentación del libro: “SANTA MARIANA DE JESÚS: HISTORIA
DE SUS RELIQUIAS – 400 AÑOS DE SU NACIMIENTO, autoría del Padre José E. Benítez
S.I., realizada en el Salón de Actos de la Unidad Educativa Santa Mariana de
Jesús de la ciudad de Riobamba, que para esa fecha se halla bajo la rectoría de
Hna. Sonia Rivera Romero. En el acto participó el Ing. Guillermo Montoya,
Presidente de la Casa de la Cultura Núcleo de Chimborazo. La presentación del libro
estuvo a cargo del Lic. Antonio Godoy, representante del Padre Benítez, quien
por una afección de salud no pudo estar presente. En el Corolario de la obra,
participó la Madre María Elena Narváez Guerra, r.m., Sexta General del
Instituto Santa Mariana de Jesús. Al
referirse a la espiritualidad de la Santa quiteña, en uno de sus párrafos, el autor
del texto citado destaca: “En
el silencio de su interior solo buscó hacer la voluntad de Dios con libertad
total; desde su humildad no se dejó aprisionar ni por cadenas sociales ni por
imposiciones culturales, prefirió la humilde oscuridad, desde la que ofrendó
con heroísmo su vida por sus conciudadanos; por ello al cabo de cuatro siglos
sigue iluminando desde los altares una sociedad y un mundo deshumanizado, y nos
invita a descubrir nuevos caminos de auténtica libertad, pues traspasó las
fronteras de la Patria por la que ofrendó su vida”.
En la mencionada publicación, el Padre Benítez traza
el recorrido que tuvieron las sagradas reliquias de Mariana de Jesús, con
distintos cambios de lugar que obedecieron al afán de preservación de las
mismas como a las circunstancias de destierro y regreso de los Jesuitas al
Ecuador, más los diversos momentos del proceso de canonización. El sacerdote
señala trece estaciones desde el mismo momento de la muerte de la sierva de
Dios donde sus restos fueron velados en su propia casa hasta la estación número
trece que desde el 20 de septiembre de 1996 hasta el presente año, guarda los
sagrados restos en la iglesia de la Compañía de Quito. El acta correspondiente
a este último traslado literalmente señala: “se coloca debajo del Altar Mayor,
en el presbiterio la urna de bronce restaurada. Se deposita dentro de la urna
una reliquia de Santa Mariana en un relicario de plata en forma de capilla
gótica, donación del Sr. Obispo Federico González Suárez”.
Sobre la base de datos adicionales tomados del
mismo autor se rememora el martes 7 de julio de 2015, donde por pedido expreso
del Papa Francisco las reliquias se expusieron por una tarde en la parte
derecha del comulgatorio de la iglesia de la Companía para luego regresarlas a
su mismo lugar. Se refiere también el envío de una reliquia a Roma el 23 de
junio de 1851, un pequeño huesecillo enviado por el P. Superior P. Pablo de
Blas, algunos meses luego de la beatificación. Vale citar que el transporte de las reliquias
se lo realiza en el denominado Relicario procesional de Quito, construido en
madera dorada sobre una delgada y pequeña plataforma provista de estribos
metálicos; el mismo contiene dos relicarios independientes de material
transparente: el del frente en forma de una columna contiene una notable
reliquia “ex ossibus” y detrás una cruz de igual tamaño con otra reliquia
diferente, tomada de la cruz donde Santa Mariana hacía su penitencia.
365 días de júbilo celebraron la llegada al mundo de la dulce Santa
Mariana de Jesús, quien fue inspiración para que en la ciudad de Riobamba luego,
de más de dos siglos, Mercedes de Jesús Molina, otra mujer de fe, amor
misericordioso y compromiso con su prójimo, un 14 de abril de 1873, fundara el Instituto
de "Hermanas de Santa Mariana de Jesús", hoy presentes con su obra apostólica
en los cinco continentes. Una obra que nació en la Sultana de los Andes y que
ha trascendido como una prolongación de la entrega de la Santa quiteña que nos
lleva a considerar una existencia lejos del egoísmo y en función del bienestar
colectivo tan necesario para enfrentar una sociedad fría e individualista como
la que vivimos.
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