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miércoles, 11 de noviembre de 2009

La educación católica en Riobamba

Los humanos somos los eternos peregrinos del planeta. Seres que buscamos trascender en el tiempo y de una u otra manera dejar sentada una evidencia de nuestro tránsito por la tierra. Durante este recorrido vamos descubriendo un sentido de pertenencia al hogar, al sitio donde vivimos, a la Patria que nos cobija y que nos vio nacer. Todo esto con una indiscutible combinación de materia y espíritu, elementos inseparables que nos confrontan a desarrollar para nosotros mismos y para nuestro entorno, una amplia gama de procederes sin los cuales no podríamos evolucionar más allá de las especies menores. Gracias a éstos valores, nos es posible disfrutar del arte, la cultura, elevarnos con energía entre los ramajes del saber técnico y científico, pero al mismo tiempo mantener una identidad de hondo apego a la humanidad. Todo esto gracias al gran rol de la educación.
Revisando las pasadas huellas del trajinar educativo de la Sultana de los Andes, nos encontramos con trascendentales personajes, que en contra de múltiples adversidades, supieron dar el empuje necesario para que nuestra ciudad cuente con los tan necesarios centros de educación. Sin desmerecer el similar esfuerzo de quienes apoyaron la educación laica, voy a referirme a los planteles católicos, por considerar que su carisma es uno de los ejes vitales sobre los que se debe asentar un proceso educativo.
Situándonos en la época colonial, “El colegio de los Jesuitas de Riobamba, anterior al actual “San Felipe Neri”, se estableció en esta ciudad hacia 1705, con su rector el P. Sieghardi, SJ:, y duró hasta 1767, año de la expulsión de los Jesuitas”. Posteriormente, en 1838, gracias a la decidida acción del P. José Veloz y Suárez, quien mediante escritura pública entregó gran parte de sus bienes patrimoniales, esta institución se asentó definitivamente en nuestro ámbito educativo, dando valiosos frutos que han engrandecido el contexto de nuestra Patria.
Desde finales del Siglo XIX e inicios del XX, fueron varias las órdenes religiosas que echaron raíces en la Sultana para velar por el desarrollo cultural y espiritual de niños y jóvenes. En 1912, se crea la escuela “San Luis Gonzaga”, anexa al colegio “San Felipe”. Por su parte, el regreso de los Hermanos Cristianos en 1915, luego de su expulsión por parte del gobierno liberal , inició la construcción de una edificación en los terrenos de la Quinta “El Prado”, Escuela que recibió el nombre de “San Juan Bautista el Precursor” y comenzó las clases en octubre de 1916. Su valiosa labor se sigue desarrollando hasta la actualidad en que cuenta con una sección secundaria que se abrió en el año de 1991.
Como un fecundo legado para la humanidad, se puede considerar la figura de Mercedes de Jesús Molina. Mujer de altos valores morales, cristianos y solidarios, quien abandonando su fortuna personal y entregando como testimonio su misma vida, plantó su bandera para evangelizar y educar. Bajo su luz, un 14 de abril de 1873, nació La “Congregación de las Hermanas de Mariana de Jesús”; junto a ella, la escuela Mariana de Jesús. Su invaluable servicio permitió que con el apoyo de los padres de familia, se obtenga la creación del colegio, del mismo nombre, el 9 de febrero de 1940.
En 1874 se establece en la casa matriz un orfelinato para atender a 25 niñas huérfanas. Como Centro Ocupacional laboró hasta 1986, año en que fue autorizado para funcionar como escuela regular con el nombre de “Mercedes de Jesús Molina”.
En la actualidad, el Instituto Santa Mariana de Jesús, dirigido por las Hermanas Marianitas, está presente en los cinco continentes. La fecunda simiente plantada aquí en Riobamba, sirve como paradigma de “Amor misericordioso para cualquier lugar donde exista dolor humano”. En la actualidad, gracias a esta obra de misión y entrega, el carisma de Jesucristo se difunde en las lejanas tierras de Etiopia.
En 1874, Las Hermanas de la Caridad llegan también a la ciudad para ocuparse de los pobres y enfermos del hospital. Se abre así el “Asilo de San Vicente de Paúl”; más, ante la imperiosa necesidad de educar a la niñez, se crea la escuela anexa “San Juan de Dios”. Luego, en 1948, arranca un espacio para la educación de la mujer con la creación del colegio que abrió sus puertas con la especialidad de comercio y duró 10 años.
Para 1958, El San Vicente adquiere la categoría de Normal. Su primera promoción de normalistas egresó en 1964. En 1988 el Ministerio de Educación suprimió los normales, pero la fecunda labor de este Plantel, entregó al país maestras de gran valor profesional.
En este año, un dantesco incendio destruyo la planta física del establecimiento, el mismo que, para la fecha, temporalmente está funcionando en la Unidad Educativa a Distancia Chimborazo.
En 1928, las Hermanas Salesianas se hacen cargo de un orfelinato y lo convierten en la casa de labor “María Mazarello”. Inician así una acción fecunda en pro de los más necesitados. En 1930 se funda la escuela primaria; en 1935 se aumenta un jardín de infantes mixto, se abre además una escuela gratuita con 6 grados y se implementa también un taller de corte y confección. Para 1948 es ya el Colegio “María Auxiliadora”.
Por decreto legislativo del 8 de agosto de 1888, se establecen las Escuelas de Artes y Oficios en Riobamba y Cuenca. Para este fin, llegan a nuestra ciudad en 1891 los Padres Salesianos. En 1895 se da una orden de expulsión para ellos, pero son restituidos en 1897. Al año siguiente inician su escuela con los cuatro primeros grados. En 1962, crean la escuela “Flavio León Nájera”, la que tuvo como fin educar a los hijos de los obreros de la Cerámica, posteriormente, en 1978 se fusionó con la Escuela “Santo Tomás Apostol”, la que abandonó el edificio que ocupaba en la Merced y se trasladó a las instalaciones que hoy conocemos en el Barrio Los Pinos.
La virtuosidad de las religiosas franciscanas también sentó fecundas raíces en nuestra urbe. El 20 de noviembre de 1944, inician un centro educacional llamado “Colegio de Santa Isabel Reina de Hungría”. Para 1957, se bautiza al colegio con el nombre de “Nuestra Señora de Fátima”.
No podría faltar el valioso aporte de la comunidad de Madres de la Providencia quienes iniciaron su labor en 1935. En la actualidad cuentan también con su sección secundaria.
Esta rápida exposición histórica demuestra la importancia y la decisiva participación de estos planteles en el desarrollo de Riobamba y el país. Su aparición se asocia directamente con un fin supremo de servicio que no obedeció a situaciones políticas ni a intereses partidistas, sino a una urgente necesidad de servir a la comunidad.
Los obstáculos iniciales, las adversidades económicas, las persecuciones políticas y hasta trágicos sucesos como el sacrilegio en contra de la capilla de San Felipe donde vilmente fue asesinado su rector: Padre Emilio Moscoso, un 4 de mayo de 1897, por parte de fuerzas liberales, no fueron motivo para que estas obras sucumbieran. Su práctica inicial sustentada en el Evangelio es el gran amparo para que sigan bregando por la defensa de la fe y la identidad religiosa de nuestro pueblo.
El que exista la educación católica no va en desmedro de la educación fiscal, porque cada una de estas, desde sus diferentes perspectivas pueden lograr y de hecho promueven valiosos seres humanos, pero en el caso de la católica, a más de todo lo ofrecido por la educación laica, se añade el cultivo de los valores cristianos y ésta es la crucial diferencia. Al decir diferencia, no se habla de rivalidad, superioridad o inferioridad. Simplemente son obras distintas por su propuesta, por sus actividades y en el caso de la católica, absoluta en su creencia irrenunciable hacia un Ser Supremo. Y esta creencia es la que promueve distintos ejes de labor educacional, para hacer contraposición a la superficialidad del mundo y promover una formación que permita a los niños/as y jóvenes contar con una visión para discernir el bien del mal, la verdad del error, la misericordia de la insolidaridad.
En el andar de la historia, ninguna labor humana se halla exenta de errores. Mas, los desaciertos pasados de la Iglesia no pueden ser utilizados para seguir desprestigiando el trabajo de las comunidades religiosas católicas actuales. Al contrario, son estos yerros los que en nuestro siglo deben comprometer más todavía a quienes hacen educación católica.
La misión de los planteles católicos de hoy es retomar su carisma inicial, atendiendo a la realidad de los tiempos donde por influjo de la tecnología, el avance científico y nuevas corrientes relativistas, vivimos sumidos en una era de oscuridad espiritual. Atendiendo a la necesidad de difundir y vivir el Evangelio, es imprescindible que esta educación llegue al mayor número de personas para que se promueva el crecimiento espiritual de los individuos en contra de la desmedida búsqueda del placer o de la desaforada tendencia intelectualista que vuelve inhumanas a las sociedades, todas ellas sumidas hoy en un falso esquema de éxito que otorga el valor del hombre y de la mujer de acuerdo a los bienes materiales que posee. Es vital que nuestros establecimientos católicos busquen alternativas para que nadie quede excluido de esta necesaria formación, que lamentablemente es una de las pocas alternativas que nos quedan para seguir defendiendo los altos valores de la familia, y seguir insistiendo en el desarrollo de hombres y mujeres que sin excluir lo racional entiendan y comprendan lo certero de lo sobrenatural.
Por contar nuestra nación con un elevado porcentaje de católicos, el Estado está en la obligación de apoyar también el mantenimiento de este sector para que así no se excluyan a quienes queremos ser parte de esta dirección. Al hacerlo se estaría garantizando la convivencia justa de todos los estratos sociales que por el solo hecho de ser parte de la nación, deben ser atendidos sin agresión, condena o separatismo. Caso contrario no hablaríamos de un pueblo en democracia, porque la verdadera democracia no es excluyente sino que permite el desarrollo de todos sus componentes sin ningún tipo de discriminación.
Es una misión compartida entre Estado e instituciones católicas velar por que se garantice el acceso a este tipo de colegios y escuelas. El Estado como un guardián de lo democrático y los planteles católicos como testimonio de lo que buscaron sus fundadores.
Valoremos el aporte que por generaciones estos establecimientos han brindado a la Patria. Directa o indirectamente la mayoría de familias ecuatorianas nos hemos beneficiado en algún momento de esta educación. Para un gran conglomerado de riobambeños y ecuatorianos es imprescindible la existencia de esta educación, que fundamentada en la fuerza espiritual y el amor de Cristo, nos permite ejercer el universal derecho de elegir la formación que queremos para nuestros hijos.

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