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viernes, 2 de enero de 2009

CARTA AL PADRE

La crisis general de inicios del Siglo XX, crea profundos signos de desarraigo existencial, que se ahondan con las secuelas de la Primera Guerra Mundial. A este ambiente corresponde el quehacer literario de uno de los grandes escritores universales: Franz Kafka: autor de ascendencia judía, nacido en Checoslovaquia, quien a través de su narrativa, recrea situaciones humanas rodeadas de manifestaciones absurdas y simbólicas. Su famosa “Metamorfosis”, al estilo de novela abierta y rasgos de realismo fantástico, narra la permutación humana frente a una sociedad fría e indiferente.

Carta al Padre, es otra obra de este autor. Una polémica censura del escritor hacia su progenitor. Lo describe como al hombre insensible, autoritario, déspota, nada acorde con el sentimiento paternal. Para Kafka hijo, la principal razón de su inestabilidad y posterior fracaso personal – afectivo, fue la sombra paterna. Una figura estremecedora; doblegada por la practicidad, para quien el sentimiento, el amor, la ternura perecieron en algún lugar de la memoria.

A simple vista muchos pueden o podemos justificar, y hasta solidarizarnos con la actitud del hijo, quien durante el resto de su vida llevará, cual atroz rémora, el recuerdo de una infancia difícil. Mas, nadie puede negar que la felicidad o la desolación individual es responsabilidad de cada persona. La visión infantil tiene considerables limitaciones, pero el horizonte de un adulto debe necesariamente incorporar en su esencia, acciones como el perdón, la no mirada hacia el pasado, la liberación personal.

No se puede imputar responsabilidad en el éxito o fracaso humano a otras personas. Cada individuo elige los mecanismos necesarios para elevar su triunfo o hundirse en el infortunio. Es un vil chantaje, observar como en la actualidad, muchísimos jóvenes (hombres y mujeres) al no vivir en medio de una familia clásica; es decir una familia donde por migración, divorcio, pobreza u otros factores, no sea la típica reunión de padre, madre e hijos. Tomen esta situación como pretexto para generar lástima, no rendir en los estudios, negarse a tomar responsabilidades; fingir traumas o sufrimientos que para nada existen cuando se trata de perder el tiempo en la calle o con los amigos.

Se dimensiona la responsabilidad de los padres para otorgar hijos felices al mundo. Una responsabilidad ineludible y cierta. Pero, al mismo tiempo se debe establecer, cuál es el aporte que un hijo/a da a su entorno familiar. Si bien, referente al tema del comportamiento humano no existen reglas rígidas, basta observar y comprobar como muchos niños/as, adolescentes; a pesar de vivir un clima de profundas heridas emocionales, han surgido luminosos y triunfadores; en su contrario, innumerables ejemplos de hijos/as que bajo una atmósfera de estabilidad total, han volcado sus existencias al fango y la destrucción.

La típica excusa de ser incomprendidos no tiene fundamento frente al esfuerzo que en la actualidad los padres deben realizar para solventar un hogar. No con esto justifico el menor tiempo compartido entre familia, pero frente a realidades irreversibles, los ajustes son necesarios; por tanto, hoy no es la cantidad de tiempo compartido sino la calidad del mismo.

Reitero. Cada ser humano, es resultado de sus decisiones. El hecho de poseer una inteligencia superior a la de otras especies nos compromete a forjar una vida digna, donde los obstáculos del diario vivir, las desilusiones, el desamor, la traición y más adversidades sean superadas con altura, tesón, autorrespeto. Sin aceptar jamás la lástima de otros, porque un ser humano que inspira lástima pierde su valía personal. El ser humano es demasiado sublime como para ser mirado con la bofetada de la compasión.

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