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viernes, 2 de enero de 2009

DE LA GUERRILLA Y OTRAS LOCURAS

De manera sorprendente en el país se publicó la noticia del aparecimiento de un nuevo grupo armado y digo sorprendente, porque, después de haber experimentado tanto dolor en diferentes países del mundo, de nuestra América Latina y más cercanamente en nuestra hermana Colombia, es inaudito creer que existan personas que pregonen un cambio social a través de la violencia armada.

Al parecer, algunos seres humanos no terminamos de comprender que el asesinato, el crimen, los atentados... nunca fueron ni serán la solución para el conflicto o deterioro interno de un país. La frase (aunque horriblemente repetitiva pero cierta) “ la violencia engendra más violencia”, es una verdad absoluta; sobretodo si consideramos que las vidas apagadas durante tales enfrentamientos, son vidas de seres inocentes: ¡Cuántos niños/as mutilados! ¡Cuántas familias separadas o arrancadas de su tierra!. ¡Cuántas madres que no cesan de llorar a sus hijos!, ¡Cuántos seres sin hogar, sin identidad, sin vida!

¿Acaso, eso es lo que deseamos para nuestro país? ¿Deseamos salir a la calle y sentir tras nosotros la sombra de un atentado, una explosión, un coche bomba? ¿Deseamos una existencia colmada de inseguridad o incertidumbre, donde en la mañana miremos a nuestros seres queridos y más tarde tengamos que recoger o identificar sus restos?, Porque esas son las acciones de las famosas guerrillas, de los llamados “guerrilleros”, que en término real deberían llamarse asesinos o desquiciados; y en término mas cierto todavía, deberían decirse fantoches, porque nos son más que títeres de reducidos grupos, que desde la seguridad de un seudo liderazgo ven derramar la sangre de otros, extinguirse la vida de otros, pero jamás exponen la suya.

Por el momento, no tengo fórmula ni propuesta para sugerir una honda trasformación social, política o económica, pero, sí estoy convencido que el odio no es el camino. La venganza, el rencor, el crimen, no son senderos hacia la justicia. Y para ejemplificar aún más esta aseveración me permito citar a dos hombres extraordinarios que son la mejor demostración de un cambio sin violencia. Jesucristo con su teología del perdón, del amor en toda la dimensión de la palabra. Para quien quizá no cree en su doctrina o su humanidad, indiscutible entonces la grandeza de espíritu de Mahatma Gandhi. La no violencia requiere de más resistencia que una lucha armada, la no violencia exige una certera valentía como quedó demostrado con el movimiento que propició este verdadero líder.

A ellos sí les podemos calificar como guerrilleros, porque le hicieron guerra a la desesperanza con esperanza, al odio con perdón, a la afrenta con tolerancia a la violencia con compasión. Si piensa usted que ser guerrillero es provocar inestabilidad, crueldad o lágrimas, le recuerdo que esa tarea ya la cumplieron bien muchos tiranos. Si quieres llamarte guerrillero, entiende que ningún cambio es valioso si se ha sacrificado una vida humana.

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