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lunes, 12 de enero de 2009

El idiota latinoamericano I

El diccionario de la Real Academia, aplica el término idiota para alguien que padece de idiocia, es decir, un trastorno mental congénito. Se dice también de todo aquel engreído que habla u obra sin fundamento. En última instancia se aplica a cualquier tonto, corto de entendimiento. Sea cual sea la definición en algún momento, todos obramos o actuamos sin sano juicio.
La experiencia cuesta lágrimas -afirma la voz popular- A muchos países y sociedades le ha costado más. Fuera de teorías científicas, buenas intenciones, o sonadas revoluciones, la historia y el tiempo son los mejores elementos para juzgar la efectividad o no de un modelo social o económico. La ilusoria época de guerrillas, cultos a Marx o idolatrías por algún barbón, que sin ser Jesucristo pretende serlo, son símbolos de un proceso social que ante la ineludible realidad, constituyen el prototipo de un eminente fracaso. A pesar de lo visto y experimentado seguir creyendo en socialismos, peor aún, seudo socialismos, es clara muestra de ceguera intelectual o fanatismo.
¿A quién se puede engañar con la fantasmagórica visión de una Cuba esplendorosa, si la desesperación de su gente habla por sí sola? ¿O es que los cubanos son tan orates, que prefieren abandonar un paraíso para exponer sus vidas en frágiles balsas sobre un mar infestado de tiburones? ¿Se puede hablar de equidad social en un país, donde como siempre, el único sacrificado es el pueblo, mientras sus gobernantes disfrutan de los placeres de una revolución que los ha mantenido en un sitial monárquico sin ninguna restricción para sus bolsillos o sus placeres? ¿Cómo se puede permitir que a pretexto de una falsa eliminación de clases sociales, se reprima el fundamental derecho a la libertad, mientras un zarismo disfrazado regenta con alevosía y muerte?
Que no arda el pretextuelo de afirmar: “Cuba es una gran potencia deportiva. La medicina y educación cubana son las mejores del mundo”. Meritorios los avances alcanzados en estos aspectos, pero, el buen nivel de vida de una nación no se limita a dos o tres ámbitos. La calidad de existencia de un pueblo se refleja en el bienestar general de toda la población y el secreto a voces sobre la pobreza, la prostitución y el retraso cubano, son elementos que a pesar de los intentos por ocultarlos, destellan como gran ejemplo de la ruina a la que podemos llegar si imitamos idioteces, o nos embarcamos en odiseas revolucionarias, que de revolución no contienen nada, porque revolucionarse no es tornar al pasado ni al retraso.
En lugar de admirar y aplaudir a un dictador que por casi cincuenta años y sobre la base de la vida de muchos inocentes, ha engañado a muchos con peroratas y mentiras, o pretender imitar los deslices de una esquizofrénico que aquí en Latinoamérica y a estas alturas de la historia pretende gobernar al estilo de los desquiciados emperadores romanos, es hora de poner los pies sobre la tierra, colgar atrás de un armario la boina de Guevara o la camisa con motivos incaicos y ocuparse de gobernar con equilibrio y sabiduría.
No es malo que en algún momento de nuestra existencia hayamos tenido la idiota idea de refundirnos en alguna selva con cualquier guerrilla, para así graduarnos de criminales, quitar todas las posesiones a los que trabajaron, repartir éstas entre muchos que no quieren hacerlo y con el ganado título de socialista revolucionario dilapidar los bienes del pueblo. No es malo que hayamos correteado por las calles al ritmo de alguna canción folclórica con lengüetazos de protesta. Lo pésimo y anormal es seguir creyendo que los lineamientos de un sistema económico que cobró la vida o la tranquilidad de muchos seres humanos, sea la solución para la crisis que vivimos.

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