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martes, 23 de marzo de 2010

ECUADOR SEÑAS PARTICULARES

A propósito de los ecuatorianos el escritor ambateño Jorge Enrique Adoum, nos presenta una de sus obras tituladas “Ecuador señas particulares”. Ensayo que analiza las particularidades de todos quienes formamos este maravilloso suelo calificado como Ecuador. “ ¿De qué- de quién- hablamos cuando decimos ecuatoriano? De todo aquel que nació, o se naturalizó aquí, evidentemente”...

Pero decir ecuatoriano para nosotros muchas veces parece convertirse en el calificativo que puede causar burla, pena o coraje. Quizá por las continuas comedias a las que hemos sido sometidos durante toda nuestra historia. Desde la famosa e inexistente Historia del Reino de Quito difundida por Juan de Velasco, hasta el teatro de llevar al poder a cantantes sin talento y con la misma facilidad erigir, destronar y volver a designar presidentes.

Pero somos ecuatorianos. Esos individuos “orgullosos” de tantas cosas auténticas de nuestra idiosincrasia. Así:

La hora ecuatoriana que desde la cita romántica hasta la más especial sesión solemne plasma como cualidad la impuntualidad absurda.

La viveza criolla, donde el muchachito ingenuo llora en la calle fingiendo no tener dinero para comer y luego con las monedas que consigue pasa tardes enteras frente a los juegos electrónicos; y en la misma proporción, el honorable representante elegido por el pueblo que sobrecarga los precios en la contratación más simple.

La igualdad de derechos que incluso forma parte de la constitución, pero que en la vida real no existe y aún más es el recurso para el insulto en frases despectivas de indio, mono, longo, cholo y acciones instintivas como al paso de una persona negra asegurar la cartera o esconder el reloj.

La lucha infatigable “perseverante”, “heroica” de quienes encabezan los levantamientos populares con sus estridentes frases: “Lucharemos hasta las últimas consecuencias”, “entregaré mi vida si es necesario”; pero que a la hora de la verdad terminan firmando los convenios por el “bien nacional y la unidad monolítica de la Patria”.

“El optimismo” que nos caracteriza desde el saludo emocionado que a la pregunta de ¿Cómo está? Responde: , , < Aquí en este país que ya no se sabe qué hacer>. Y la verdad es que muchas veces hablamos de este país que nos tiene amargados abandonados, frustrados hasta cierto punto, con unos salarios y unos tratos que al fin y al cabo nos permiten morir de hambre con dignidad, pero también nos olvidamos que este país no solo se compone de políticos, burócratas, banqueros o tinterillos.

Nuestro país nos pide salir adelante. Ser creativos, originales, diferentes al pasado muerto que nos esclaviza. Estamos llamados a ser los políticos o autoridades honestas que piensen en el bien común y no en el bienestar personal. Militares, policías, guardias municipales que no se escuden tras su uniforme para ser la ostentación del abuso y la prepotencia. Jueces que no pongan precio a su conciencia. Burócratas que no tarifen sus servicios. Banqueros que no se enriquezcan ilícitamente con los dineros de sus clientes. Choferes de autobuses que no consideren las calles como pistas de carreras y respeten a los demás así como respetan todas las imágenes de santos que generalmente adornan sus unidades. Maestros que no vayamos a las aulas a improvisar la clase y pasar la hora, con la esperanza de un paro o un feriado cercano. Alumnas y alumnos que no piensen únicamente en pasar el año aún valiéndose de una recalificación dolosa.

Estamos llamados a cambiar y podemos hacerlo, porque el verdadero mal que afecta a nuestro país es la actitud negativa. Todos somos país, todos somos una unidad que debemos arrimar el hombro para salir adelante a pesar de la dificultades, y considerar que cada uno de nosotros somos responsables de lo bueno o lo malo que se desarrolle en nuestro suelo. Dejemos atrás el pesimismo y la eterna espectativa de las vacaciones y las huelgas. Acudamos cada día a nuestro puesto de trabajo con la convicción de que cada acción positiva es un paso al progreso. Jamás olvidemos que somos seres humanos inteligentes, con suficientes aptitudes para cambiar.

En nuestro espíritu y nuestra mente está la verdadera riqueza.

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