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martes, 23 de marzo de 2010

EL JOVEN COMO CONSTRUCTOR DE UNA NUEVA SOCIEDAD

EL JOVEN COMO CONSTRUCTOR DE UNA NUEVA SOCIEDAD

En el instante que empezamos a soñar nace la juventud, y su luz termina cuando se acaba la esperanza en el corazón.

La juventud no es un conjunto de 15, 18 o 20 años, la juventud es una fragua donde se forjan los más caros anhelos de amor, paz y libertad; y como anhelo habita o duerme en el aula del pequeñuelo que recita sus poemas de alegría, o serena se dibuja en la frente del anciano que a pesar del tiempo ama la vida y se aferra a ella con la idea de que aún hay mucho por hacer en este mundo.

Vivimos en una sociedad falseada donde se ha implantado la calumniosa certeza de decir que los jóvenes son el desperdicio y el problema del mundo contemporáneo, cuando en la realidad estos calificativos se les debería endosar a todos aquellos seres humanos carentes de ideales y valores; porque ante todo, el verdadero joven es aquel que en primer lugar se ama a sí mismo, y por ello no somete su cuerpo a la esclavitud de la droga, el alcohol, el tabaco o la pornografía.

El verdadero joven tiene un sentido altamente moral, por ello no roba ni desperdicia el esfuerzo de sus familias ni de su sociedad, y se enajena por alcanzar la perfección del intelecto y la personalidad, para así engrandecer la Patria.

El verdadero joven es solidario, por ello siente la necesidad de servir a su pueblo, primero en las aulas donde enriquece su mente y espíritu; y si el caso lo amerita también en las calles, reviviendo con respeto y dignidad el legado de Montalvo que dijo: “ Hay de los pueblos cuya juventud no haga temblar a los tiranos”.

El verdadero joven es un emblema de heroísmo, por ello abandona su tranquilidad, su familia para defender su tierra desde la trinchera de las armas, desde la trinchera de la ciencia, o desde al trinchera de su puesto de trabajo.

Hablamos de construir una nueva sociedad, pues entonces dejemos de hablar, porque este es el momento de sembrar, fundir, aserrar, labrar, multiplicar. Es el momento de crear con fuego, aire y agua la sociedad del presente que no se deje explotar por ideologías oscuras y mentirosas que se levantan sobre las bases de nuestra pereza, de nuestra mediocridad y nuestra vagancia, males que unidos al egoísmo innato de los indiferentes han permitido que nuestros pueblos se ahoguen en la pobreza y el subdesarrollo.

La construcción de una nueva sociedad se basa en un principio que se arraiga en el mismo ser humano, y ese principio es el cambio de actitud, el cambio de mentalidad que al final nos dará como resultado una sola palabra, que es amor.

Amor en primero lugar al tiempo y a la vida, no desperdiciando tesoros tan valiosos ante una pantalla de televisión que solo engendra violencia en nuestro cerebro. Amemos el trabajo, desde nuestra primera profesión de estudiante, hasta la más elevada cátedra ,que es: ser ciudadano. Amemos nuestra cultura con su poncho, su quichua y su rondador. Amemos al tierra que cada mañana recibe el beso de nuestros pasos, donde las raíces puruhaes se elevan ante el coloso Chimborazo reclamando los derechos que se merece nuestra América Latina y que en muchos de los casos, sus mismos hijos los han negado. Y esencialmente, amemos a Dios, que es núcleo de fortaleza y sabiduría.

“ Sangre que no se desborda,
juventud que no se atreve
ni es sangre, ni es juventud,
ni reluce, ni florece.
Cuerpos que nacen vencidos,
Vencidos y grises mueren:
Vienen con la edad de un siglo,
Y son viejos cuando vienen.
La juventud siempre empuja,
La juventud siempre vence,
Y la salvación del mundo
De su juventud depende”.

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