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domingo, 19 de diciembre de 2010

CULTURAS JUVENILES Y MISIÓN EVANGELIZADORA I

Introducción

“Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa atlántica de Colombia, pudo subir al cielo. A la vuelta contó que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

El mundo es eso – reveló - . Un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente del fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende” ( Eduardo Galeano en “El libro de los abrazos”.

Yo hablo a un Congreso de gente que “arde a la vida”, que enciende a su alrededor, que contagia, que transforma. Quisiera descartar de plano el que nuestras/os jóvenes pudiesen ser apagados/as, o jóvenes con “fuegos bobos”, es decir, mediocres, pasivos/as, sin alma o cadavéricos/as. Le hablo a gente que vive intensamente la Palabra de Jesús: y con su vida contagian el calor de la alegría a todos quienes les rodean.


En la primera parte de este Congreso, se habló de globalización. Fenómeno, que queramos o no forma parte de nuestra realidad y nos enfrenta a grandes retos frente a la planetarización de la cultura humana, que así como tiene ventajas, también acarrea terribles contradicciones; porque en el momento que perdamos nuestra identidad, nuestra esencia de país o grupo latinoamericano, perderemos nuestro valor de ser y existir.

Frente a la globalización; solo faltaría añadir, que no se puede llamar en sí globalización; el término exacto sería TRIALIZACIÓN, porque globalizar significa poner al mismo nivel económico, social, político y humano, a todos los entes que son parte de la aldea global. Pero lo único que estamos viendo es la supremacía de los tres grandes imperios mundiales: EEUU, Europa y los llamados dragones asiáticos, mientras que los pueblos del nombrado tercer mundo, y las mismas clases sociales pobres de los tres imperios solo servimos como mercado para la explotación de las grandes potencias. Vivimos la era de: la cocalización, la malborización, la Macdonalización ; es decir el desmonoramiento de las fronteras y la entrada masiva de empresas y productos transnacionales que barren con la demanda laboral, quedando millones de personas excluidas del sistema.

Se ha hablado de postmodernidad como un fenómeno sociológico; de la bioética que nos enfrenta a la devorante lucha entre lo humano y la tecnología en donde muchas veces se pierde la verdadera esencia de Dios, y al perder esa creencia, esa fe en un ser supremo nos condenamos automáticamente a la soledad y al vacío. Prácticamente cualquier problema humano, antiguo o actual, en especial si es creado por la tecnociencia moderna, cuya solución se busque con el método propio de este nuevo saber se puede llamar bioética, por ejemplo: clonación, violencia, sida, eutanasia y otros.
LA cultura Light, nos trae una vida sin compromisos ni retos por tanto nos hemos vuelto facilistas, conformistas con la corrupción que nos agobia y así el crimen la violencia, el dolor humano no asombra ni enternece.

Este es el mundo bajo el cual están inmersos nuestros jóvenes. Para poder guiarlos, debemos conocer manejar y enfrentar las influencias del entorno. Todos estos elemento han creado o dado paso a las llamadas culturas juveniles


LAS CULTURAS JUVENILES
Este fenómeno, conocido por unos como microculturas, por otros como tribus urbanas, comienza a ser estudiado por lo años 30, dentro de la tradición sociológica conocida como: la Escuela de Chicago o escuela de «ecología urbana», centrándose en temas, que en esa época eran considerados marginales como la delincuencia, la marginación social, la prostitución, las culturas juveniles (pandillas, bandas);
El concepto de culturas juveniles remite a dos conceptos centrales: cultura y juventud, los cuales como conceptos han tenido, tienen y van a seguir teniendo distintas definiciones,
Podemos partir señalando que lo que vamos a entender por jóvenes o juventud, es una categoría que ha sido construida socialmente y que encuentra su sentido en un espacio cultural determinado. Así, la juventud y el concepto de joven es una construcción moderna que tiene su origen sólo a partir de principios del siglo pasado en la época de la primera industrialización.
Tomando en cuenta los tiempos históricos más antiguos. El autor Carlos Feixa (1998) nos habla de los siguientes modelos de jóvenes asociados a determinadas sociedades:
Modelo de juventud Tipo de sociedad
Púberes Sociedades Antiguas
Efebos Estados Antiguos
(Grecia y Roma)
1Mozos Sociedades Campesinas
Pre-industriales
Muchachos Primera Industrialización
Jóvenes Sociedades Modernas
Post-industriales
Como se puede apreciar, el concepto de jóvenes recién aparece en las sociedades postmodernas industriales y asociado a ciertas manifestaciones culturales que comienzan a emerger durante los años cincuenta, especialmente en los Estados Unidos, de la mano del rock and roll.
Siguiendo a Pérez Isla (1998:49ss), las relaciones sobre juventud y cultura han estado centradas en tres enfoques, los cuales se consideran centrales al momento de articular estos conceptos.
El primer enfoque está asociado a la Escuela de Chicago, que se va a interesar en las transformaciones que está sufriendo la ciudad producto de la modernización industrial.
Un segundo enfoque surgirá a mediados de los años cincuenta asociado con el rock, el cual se convertirá en el centro de una nueva cultura juvenil asociada a la música, la cual será asumida por las industrias culturales, la que paradójicamente permitirá la emergencia de una cultura juvenil, centrada en el consumo.
Un tercer enfoque está relacionado con el concepto de contracultura juvenil, el cual fue utilizado por T. Roszak, destacándose la oposición de las culturas juveniles a la racionalidad propia de las sociedades modernas, las cuales van a cristalizar en una serie de movimientos a finales de los años sesenta y principios de los setenta.
De esta forma, cuando nos referimos a las culturas juveniles, tenemos que hacer referencia a la aparición de pequeños grupos o microsociedades juveniles, las cuales han adquirido cierto grado de autonomía del mundo adulto. Como señala Feixa (1998:84) «en un sentido amplio las culturas juveniles se refieren a la manera en que las experiencias sociales de los jóvenes son expresadas colectivamente mediante la construcción de estilos de vida distintivos, localizados en el tiempo libre, o en espacios intersticiales de la vida institucional».
El estilo se convierte en lo distintivo de las culturas juveniles. Este puede ser definido siguiendo a Feixa (1998:79), como la «manifestación simbólica de las culturas juveniles, Estas manifestaciones simbólicas son producto del reordenamiento y recontextualización de los objetos y símbolos La forma en que los sujetos, en este caso los jóvenes, resignifican los símbolos u objetos, dándoles en muchos casos significados distintos de los originales. Véase por ejemplo la utilización de cruces por parte de ciertos grupos que cultivan el heavy-metal, que los distinguen de las personas religiosas. Acá, no es que estos jóvenes se mofen del símbolo, sino que éste ha adquirido un nuevo significado.
Esto permite la construcción de estilos juveniles, los cuales están compuestos por una serie de elementos culturales, entre los cuales puede destacarse:
a) el lenguaje, como forma de expresión oral distinta a la de los adultos. Los jóvenes realizan juegos lingüísticos e inversiones lingüísticas que marcan la diferencia con los otros;
b) la música, y especialmente el rock, que se transformó en la primera música generacional, distingue a los jóvenes, internalizándose en el imaginario cultural juvenil, y marcando las identidades grupales, producto de su consumo o de la creación; y,
c) la estética que identifica a los estilos juveniles, marcados por ejemplo, por el pelo, la ropa, accesorios, entre otros.
Nos encontramos con producciones culturales, que se construyen a partir de revistas, murales, graffitis, tatuajes, videos, músicas. Estas producciones cumplen la función de reafirmar las fronteras del grupo y también de promover el diálogo con otras instancias sociales juveniles (Feixa, 1998:103).
Es a partir de estos elementos, que se puede hablar de una diferenciación del mundo juvenil del mundo adulto, lo cual ha sido tratado por algunos autores bajo la clave de ruptura generacional.
Margaret Mead, autora del texto “Cultura y compromiso, estudio sobre la ruptura generacional” (1970). Señala que los adultos no comprenden el cambio que está viviendo la actual sociedad, refiriéndose principalmente a la emergencia de la revolución electrónica que involucra el paso de una cultura lectora a una cultura de los medios: «nuestro pensamiento nos ata todavía al pasado, al mundo tal como existía en la época de nuestra infancia y nuestra juventud. Nacidos y criados antes de la revolución electrónica, la mayoría de nosotros no entiende lo que esto significa».
Para los años 40, era muy común el insistir en los planteles educativos en la corrección de “indisciplinas” como: masticar chicle, correr por los pasillos, el modelo de corte de cabello o de peinado, el no formarse bien en la fila, el cinturón en los uniformes, las zapatillas de educación física, pañuelo y peinilla, y otros asuntos similares. Hoy es esencial enfocar problemas como: drogas alcohol. suicidio, embarazo, violación, robos ,atracos, entre otros. Es entonces un reto y un deber, para quienes hacemos educación en nuestros colegios católicos, revisar si verdaderamente estamos educando según las época que vivimos.
Para Mead los jóvenes, que ella llama jóvenes de una nueva generación perciben que el discurso que se ha instalado en la sociedad, que dice que los jóvenes son el futuro, ya no puede ser sostenido. Para ellos —los jóvenes— el futuro es ahora, por lo tanto, lo hay que hacer es reubicar el futuro.
Por lo tanto señala la autora, «debemos ubicar el futuro —como si fuera el niño nonato encerrado en el vientre de la madre— dentro de una comunidad de hombres, mujeres y niños, entre nosotros, como algo que está aquí, que ya está listo para que lo alimentemos y lo ayudemos y lo protejamos, que ya necesita elementos que debemos preparar antes que nazca, porque de lo contrario será demasiado tarde».
Los jóvenes son los que encabezan el cambio cultural, el cambio de época que se está realizando y que involucra el paso de una sociedad a otra, por lo tanto serían los más indicados para guiar a otros. El desafío es aprender de ellos y con ellos como dar los pasos en este nuevo escenario, aunque como lo señala la autora «los jóvenes no saben qué es lo que se debe hacer, pero intuyen que debe haber un sistema mejor».
Sin embargo hay que señalar que esta ruptura generacional, implica una disputa generacional, porque muchas veces el mundo adulto no quiere ceder sus espacios de poder, y busca mantener a estos recién llegados en un estado de juventud, que implica no ser aptos para tener responsabilidades.

Vemos entonces, que las culturas juveniles aparecen como una reacción en contra de lo aplastante de la era posmoderna, cibernética o como la llamemos. Frente a esta realidad, el segundo Congreso Latinoamericano de Jóvenes, realizado en Punta de Tralca, (Oct. 3 al 11, 1998), se proponía como tema: “Protagonismo de los jóvenes como profetas de la vida y la esperanza en América Latina, desde los cambios culturales y las realidades de pobreza, en el umbral del tercer Milenio”. Lo que hoy llamamos “los tres ejes transversales en la Iglesia”: la vida, la cultura, la misión.

La vida, la cultura, la misión, son los tres ejes esenciales que nos permitan el mejor entendimiento, orientación y valoración de nuestra juventud y de su protagonismo como misioneros, apóstoles, y hacedores de una nueva sociedad frente a esta hora desafiante de la historia.

El tercer Milenio marca la fecha simbólica del cambio de época. Para los cristianos es una oportunidad de leer los signos de los tiempos y descubrir en ellos la presencia del Espíritu de Dios y los desafíos pastorales que los nuevos tiempos traen a la Iglesia. Son tiempos de profundo cambio. Por lo mismo habrá nuevas tendencias, nuevo lenguaje, nuevas preocupaciones, nuevos protagonistas.

Los/as jóvenes, al inicio de este tercer Milenio, ocupan un lugar especial, de primer plano, excepcional, en el corazón de la Iglesia. La gran verdad es que, lo que sea hoy la juventud y esta juventud en manos de ustedes como educadores/as, eso será la Iglesia, y la sociedad, del siglo XXI y del tercer Milenio.

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