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domingo, 19 de diciembre de 2010

CULTURAS JUVENILES Y MISIÓN EVANGELIZADORA II

VIDA

El tema de la vida es central en el Evangelio, en la predicación de Jesús y, hoy, en todas las realidades con las que nos encontramos, o nos circundan o nos acosan. O somos cultivadores de vida o propagadores de muerte.

La sociedad actual es resultado de varias décadas de intentos frustrados por salir del subdesarrollo. Tras la caída del socialismo, el neoliberalismo ha pasado a constituirse, al menos por el momento, en el único modelo socioeconómico viable. Cuando un modelo social no es único y tiene que competir con los demás, necesita suavizarse y humanizarse para no ser reemplazado por otras alternativas; pero cuando un modelo es único, no necesita contemporizar. Es lo que sucede con el neoliberalismo, que se está desarrollando de una manera casi salvaje en la sociedad actual.

El neoliberalismo está produciendo en serie, unos mecanismos de muerte. Hablar de pobres hoy, resulta un privilegio. Pensamos que el pobre alcanza a vivir, mejor, a subsistir. Atrás del pobre quedan los “condenados a muerte”, los excluidos, los cadáveres ambulantes, a quienes se les niega todo derecho de vida.

Las/los jóvenes se ubican en este último contexto: “somos, dicen, empobrecidos material y espiritualmente porque nuestras riquezas y culturas son arrebatadas por un sistema impuesto e injusto, que nos hace dependientes económica, cultural, política y socialmente”. Temen verse excluidos y marginados tanto de oportunidades de superación personal, por la falta de estudio y trabajo, como de participar en los procesos e iniciativas de cambios sociopolíticos y económicos de sus países. Teme a los sistemas políticos desencarnados de su realidad, sin ética e impregnados de violencia. Teme a tener que emigrar por falta de recursos económicos; teme la desintegración familiar; teme ser utilizada y manipulada, incluso, en algunos países, por los grupos armados.

En este caminar, los/as jóvenes con nuestra ayuda, deben ir descubriendo a Cristo. Para recuperar el sentido de la solidaridad en un mundo interesado y competitivo. Con nuestra educación, debemos buscar que la juventud halle la vocación cristiana de la vida; es decir: defensa y cultivo de la existencia; superación de conflictos; protección del medio ambiente; apertura al diálogo; abolición del racismo; construcción de todo puente o alianza que permita estrechar las manos de los adversarios, la abolición de la carrera armamentista y el reintegro de todos los excluidos/as a la mesa común, al banquete universal de la solidaridad y la fraternidad. Por ahí anda la vocación misionera de las/los jóvenes.

La juventud hoy está expuesta al difícil aprendizaje de la Vida. Se trata de superar todo inmediatismo, facilismo, acomodo, rutina, aburguesamiento, violencia, muerte. Se trata de volver a sembrar en este mundo la belleza, el arte, la estética, la ética, la pluralidad, la diversidad, la armonía.


CULTURA

Para entender a la juventud y la crisis por la que pasa la religión organizada es necesario comprender la cultura moderna.

La cultura moderna ofrece a las/os jóvenes un pluralismo de valores jamás visto. Este pluralismo de la vida moderna tiene su lado positivo. Nadie quiere volver a los tiempos en que las personas eran quemadas en la hoguera porque pensaban diferente. La increíble velocidad de los cambios, sin embargo, es un gran desafío. No hay tiempo para que el/la joven asimile de forma organizada, la gran cantidad de informaciones, opciones y modelos desplegados sobre él. El cambio es esencial para la sobrevivencia, pero muchos cambios dejan a las personas sin ancla y a merced de las olas. En este sentido, no podemos ignorar uno de los aspectos negativos de la cultura moderna para los jóvenes: la fragmentación.

Sufrimos una terrible pesadilla con el peso de la cultura envolvente o globalizada que amenaza destruir nuestras identidades étnicas, nuestras costumbres, nuestros valores. La cultura moderna, propagada por los medios de comunicación, penetra cada vez más la manea de pensar y de comportarse de las/os jóvenes. No es posible entender al joven, a la joven, hoy, sin comprender la cultura de la cual es víctima y al mismo tiempo propagador.


La nueva cultura, con pluralismo de ideas, nace a partir de la increíble revolución tecnológica que día a día nos desconcierta. Las personas tienen acceso a todo tipo de ideas y pensamientos a través de la lectura, del cine, de la TV, de los periódicos, del Internet…

Tenemos que decirlo con toda nuestras fuerzas: Las/os jóvenes no son sólo problema: drogadicción, alcoholismo, prostitución, violencia…Ellas/os son también sujetos creativos en muchos ámbitos de la vida: en las artes, las letras, las ciencias, la política, en las relaciones interpersonales, en el trabajo, en el amor, en el deporte, en la familia, etc. Es necesario dar atención a todas estas expresiones de la vida juvenil y discernir en ellas la presencia creativa y liberadora de Dios.


Estamos inmersos en una cultura que favorece la inteligencia, el deseo, la sexualidad, algunas veces también el ardor, la violencia en los fenómenos colectivos, pero muy poco el “corazón”, en el sentido del ser más esencial de la persona. El problema es cómo hacer descender la inteligencia al corazón, y a la vez como amar con inteligencia.

El hombre moderno dominó la naturaleza. Fue hasta la luna, descendió hasta las profundidades del mar. Conquistó el mundo exterior, pero tiene gran dificultad para conocer y dominar su mundo interior. Esta es una tarea pendiente entre los/as Jóvenes, y creo que entre todos nosotros.

A la juventud de nuestros centros educativos se le presentan diversos retos frente a la cultura:
• Asumir su propia identidad
• El rescate de los valores autóctonos
• La defensa de las diversidades étnicas confrontando la globalización con un verdadero proceso de glocalización o defensa y valoración de lo LOCAL.
• Compartir y celebrar la fe, la vida, la esperanza y el compromiso a partir de sus experiencias y expresiones culturales.
• El compromiso profético de denuncia de todo atropello, vituperación, exclusión, marginación de sus congéneres por raza, religión, nacionalidad o estrato social
• Descubrimiento y profundización de la interioridad, de la contemplación, del silencio
• El rescate del lenguaje del “corazón”, del afecto, del sentimiento, de la escucha.
• La aceptación gozosa de la presencia de Dios, como “semillas del Verbo” en cada cultura y por extensión, en cada ser humano, en cada realidad de nuestra existencia.
• Una opción definida por el anuncio de Jesús, de su Evangelio entre aquellos, sobre todo, entre la juventud, que todavía no ha sentido o vivido la grata noticia del Amor de Dios en sus vidas.
• La globalización de la solidaridad

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