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sábado, 22 de enero de 2011

Los nuevos desafíos de la educación II

Frente a los actuales retos el sistema educativo debe plantear nuevas opciones. Una constante actividad reflexiva donde cada institución analice sus verdaderas necesidades y dé a sus educandos lo que necesitan y no lo que quieren. En este sentido, vemos como nuestras generaciones viven la era del pedir, del consumir, del satisfacer el ego. Se cubren falsas necesidades, se inventan requerimientos no imprescindibles para una sana existencia; esto genera una sociedad frívola con seres individualistas sin ningún criterio de solidaridad. Aquí la educación debe cumplir un proceso que permita a la persona madurar para sí misma, interiorizar de forma objetiva y crítica el mundo que la rodea, no para aceptarlo tal como lo presentan, sino para transformarlo en beneficio común, y luego con sentido social inmiscuirse en el entorno para servirlo y así alcanzar el fin supremo de la vida, que es la conquista de la felicidad.

Desde los primeros años, la educación debe guiar a los individuos en la construcción de un proyecto de vida, es decir partir de su valor persona y como tal plantearse metas, objetivos, sueños más allá de la comodidad o el facilismo. Aprender no para promocionarse de curso o adquirir un título que pende inútil de una pared, sino aprender para ser. Por ello, es vital que la escuela se plantee: ¿Qué realmente debe aprender un estudiante? ¿Qué debe enseñar la escuela de hoy? Ante estas interrogantes vale la pena insistir en una formación que no reproduzca un aprendizaje sino que sea generadora de ideas y nuevos saberes. Una educación que permita al individuo conocer y convivir con otras culturas pero sin olvidar la suya. Una educación que enfrente la trivialización de los valores trascendentales defendiéndolos como el soporte para el desarrollo social desde su mínima célula que es la familia hasta el gran criterio del hombre como ciudadano planetario.

El ser humano es una unidad bio-psico-social y desde esta perspectiva es ineluctable su formación holística; esta comprende también el fortalecimiento del gran don del hombre y la mujer: su esencia espiritual, que los vuelve superiores a los vegetales y las bestias. Una educación que no tome en cuenta esta dimensión, condena al individuo al vacío existencial que a la vez es fuente para la degradación de la humanidad. Por experiencia sabemos que la mera formación científica o técnica no garantiza un ser humano comprometido con su entorno. Eminentes profesionales han sido y son causantes de muerte y destrucción en sus países. Grandes inteligencias enclaustradas en la fría ciencia sirven a la guerra, al delito, a la corrupción, al abuso de poder.

Una verdadera reforma en educación debe buscar la formación del ser humano en su identidad, su dignidad; una formación que apunte a lo trascendente y no sea un simple cumplimiento de estándares donde los individuos se masifiquen y dejen de ser personas.

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