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domingo, 5 de abril de 2009

El mono que piensa II

En el arduo camino para el desarrollo del pensamiento humano, el cultivo de la inteligencia ha sido preocupación vital para muchas culturas; los griegos dejan el gran legado para el mundo occidental con su humanismo y el amor al arte, a la filosofía. En sí, el ser humano es el centro del universo; sobre él, giran todos los cambios para su bienestar presente y futuro.

Hoy la persona humana se ve desplazada por lo material, el dinero, la imagen exterior que muchas veces esconde seres vacíos y fracasados. En un programa televisivo, una adolescente afirmaba: “no pretendo estudiar, porque con mi belleza física me basta”. Vivimos la era del escaparate, donde se da valor a lo externo, sin interesar el mundo interior. Somos fácil presa de cualquier novelería que se publicite por la radio o la televisión. Los valores siguen existiendo pero los manejamos de acuerdo a nuestra conveniencia fomentando así el deterioro de libertad, paz y conciencia.

El origen de todo se dirige al mal uso (o no uso) de la inteligencia. En un artículo anterior mentaba como este don sitúa a nuestra especie en el plano más alto de las especies, pero también el empleo inadecuado de la misma nos ubica entre los niveles más degradantes de lo creado. Guerras, fratricidios, asesinatos, abortos, mendicidad y otros males son el resultado de una inteligencia desviada al bienestar o satisfacción de uno o unos pocos, en perjuicio de un inmenso conglomerado.

Miles de años de evolución han perfeccionado la tecnología mas no podemos hablar de civilización si tenemos calles pobladas de mendigos (mendigos de dinero, de trabajo, de oportunidades y hasta de besos), familias desintegradas, hambre (de comida, de tiempo, de cariño), una imperiosa necesidad de sabernos personas y no objetos de comercio a quienes economistas y analistas clasifican como fuerza de trabajo, consumidores o desempleados.

Nuestra inteligencia jamás debería admitir la crucifixión de tantos niños/as en parques o plazas. Debemos reorientar la inteligencia humana a la búsqueda de un servicio colectivo. Entender que no tenemos existencia inmortal y por tanto es absurda la desmesurada acumulación de riquezas materiales a cambio de bienestar personal. Entender que en nuestro cerebro está la opción de vivir esclavizados o no al condicionamiento de grupos poderosos que manejan nuestra conciencia y nuestra vida con sus ofertas o productos que no son realmente necesarios.

El interrogarnos a nosotros mismos sobre el porqué o para qué realizamos tal o cual acción, incluso el porqué de uno u otro estado emocional nos llevaría con el tiempo a un principio de sabiduría que en sí, es el correcto uso de la inteligencia. Si usamos bien la inteligencia habremos triunfado para nosotros y el triunfo de cualquier ser humano es un triunfo para el mundo.

2 comentarios:

Amparito dijo...

Esta lectura me parece muy interesante, pues contiene la versión de una realidad que en la observamos y que al mismo tiempo la vivimos, y en diversas ocasiones no hacemos nada para remediarlo, porque tomamos en cuenta lo superficial y vano de la vida, sin preocuparnos por un instante de que podemos marcarla diferencia como personas y seres humanos, capaces de pensar para hacer el bien y no ser manipulados como titeres,por la indiferencia y la maldad.

Verónica Dias dijo...

Esta lectura me parece muy importante, debido a que me permite reflexionar, de lo que en muchas veces se vuelve rutinario y común pues contiene la versión de una realidad que en la observamos y que al mismo tiempo la vivimos porque no usamos nuestra inteligencia para hacer el bien, y en diversas ocasiones no hacemos nada para remediarlo, porque tomamos en cuenta lo superficial y vano de la vida, sin procurar cambiar nuestro modo de pensar para el bien, sino que más bien nos hundimos en la indiferencia y la superficialidad de la vida, ignorando la cruda realidad que viven muchas personas.