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domingo, 5 de abril de 2009

FE O PAGANISMO

Cuando se trata de religión, son muy respetables las tendencias que cada creencia religiosa profesa, pero, al mismo tiempo vale la pena destacar los desvaríos que solemos cometer ya sea por ignorancia, superstición o manipulación mental. De una u otra manera, en mayor o menor proporción, las religiones no dejan de ser aquel opio del pueblo y de la conciencia del que hablaba Marx. Nos guste o no, las religiones en alguna parte de sus estructuras, buscan crear un ser humano ajeno a la realidad atado a dogmas imaginarios que apartan al individuo de lo biológico, lo intelectual y lo natural.

Qué fácil es ofrecer lo que no se puede dar. Qué fácil es predicar serenidad cuando no hay preocupación por el pan de los hijos, el empleo, los retos de la vida diaria, y se disfruta plácidamente de todas las comodidades posibles. Qué fácil es pedir a una persona resignación, paciencia, sacrificio, con la idea de una felicidad después de la muerte. Una trampa tan sutil para que ninguna doctrina sea rebatida; una trampa que nos impide discutir y hasta dudar, so pena de ser tildados como herejes o pecadores. Mientras tanto, el hambre, la miseria, el irrespeto a la misma felicidad humana sigue latente en tantas doblegadas cabezas que desde que nacieron les imputaron la marca de un “pecado”.

No es que niegue a Dios, pero no podemos predicar fe, compasión, santidad hacia lo que no vemos, cuando en el plano de la realidad, destrozamos la humanidad que podemos palpar y contemplar. Cómo se puede hablar de pobreza tras el púlpito de la opulencia, de misericordia, tras la cortina del juzgamiento irracional a los hombres y a las cosas. Cuántas veces se han edificado santuarios y catedrales para venerar un trozo de yeso o de madera mientras en su puerta la ignominia de la mendicidad es su primer azote.

Las religiones nos exigen tanto, pero, al mismo tiempo deberíamos preguntarnos: ¿Qué nos da la iglesia? ¿Qué hace la iglesia por el pueblo? A más de la irrebatible promesa de una dicha eterna (no comprobable por supuesto), ¿cuál es la verdadera función de las religiones? Dios no necesita intermediarios. Dios no necesita farsas como las que se suelen levantar por motivo de determinadas fechas, que en lugar de prácticas religiosas, son eventos comerciales y folclóricos.

En Riobamba es una vergüenza, la manera como a través de la imagen del llamado Rey de Reyes, se trafica con la conciencia de la gente. Es intolerable que en el siglo XXI se levanten criterios de imágenes genuinas e imitaciones sin valor. ¿Acaso esto no es una adoración pagana similar al llamado becerro de oro que se cita en la misma Biblia?

Es una locura despilfarrar ingentes sumas de dinero para promover desfiles, lances artísticos y otras actividades que bien se podrían realizar sin incluir el tema de la divinidad. Si tanto se dice venerar a Dios a través de una mal encaminada devoción, por qué no invertir este esfuerzo económico en casas de salud, orfanatos, asilos u otros planes de apoyo social. Dios está en el ser humano que necesita recuperar su condición de tal; un ser humano al que nadie debe mirar con compasión porque el promover el crecimiento material y personal de otras personas, es un deber moral para con el medio y el instante histórico donde nos desarrollamos.

No por seguidores de una religión, devotos de algún santo, o el efímero espíritu navideño velamos por el bienestar de otros. Libre de cualquier creencia religiosa, El Estado, la sociedad y cada individuo tiene la responsabilidad de promover mejores situaciones de vida para la gente con la que cohabita. La opción al empleo, a una ancianidad o niñez donde se respeten los espacios y características propias de cada edad, un servicio de salud profesional y no extorsionador, un plan de vivienda que finalmente saque de las calles o de los tugurios a tantas personas, un aire de libertad en todas sus extensiones: pensamiento, acción, creencia, expresión; una educación humanística, desrobotizada y despolitizada, es lo que debería predicarse o entenderse como señal de amor a un Dios sea cual fuere.

Con cánticos, limosnas, imágenes o pregones el mundo no puede cambiar. Dios es el hombre y el hombre es Dios.

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