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martes, 29 de diciembre de 2009

Adoum, el Poeta y su voz

Como una especial manera de celebrar la Poesía del Ecuador, La Casa de la Cultura de nuestro país, ha tenido la valiosa iniciativa de promover el encuentro de las más importantes voces de la poética ecuatoriana y sus lectores. Ésta inició con la palabra de Jorge Enrique Adoum, en un evento, de entrada libre, celebrado el día jueves 22 de marzo de 2007, a las 19h00, en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Con la voz un tanto lenta pero con la seguridad innata de quien sabe lo que dice, Adoum compartió con el numeroso público la experiencia del ser a través de la poesía. Una visión profunda y estética de un país al que insistentemente debemos llamarlo nuestro. Desde la experiencia trascendental de hombres que germinaron con perdurable convicción de beneficio al pueblo como Benjamín Carrión y su imprescindible reto de volvernos potencia cultural; hasta la voz valiente de una madre que se volvió bandera y boca de sus hijos Andrés y Santiago Restrepo y de todos los hijos de Ecuador o cualquier lugar donde insidiosamente se destruyan vidas inocentes, bajo los tentáculos de Estados asesinos.
Cuando leemos a Adoum, necesariamente nos llega a la memoria, la leve idea de pertenencia a un Ecuador, que aunque amargo nos pertenece. El necesario puente entre la poesía y la realidad, hace de la poética del escritor ambateño un punto de reflexión y contacto con nuestra cotidiana existencia. Vida de caídas y de entuertos que a costa de cualquier sacrificio debemos vivirla sin perder el sentido de pertenencia hacia aquel lugar, a quien no debemos únicamente la existencia, sino la historia, el tiempo y la posterior trascendencia.
Con un lenguaje que conjuga la sencillez y el reto de lo distinto, Adoum nos llena no solo de poesía; es la búsqueda de aquella estabilidad humana perdida en el correteo de los días, atropellada en el tren de un existencial vacío donde se afirma: “el amor y la poesía ya no se usan en nuestros días”. Afirmación triste pero cierta. Y es ahí donde aparece el reto de ser, o intentar ser escritor, en un mundo donde se ha exiliado lentamente la palabra. ¿Acaso el llamarnos modernos o globalizados es sinónimo de inconcientes, parcos, insensibles?
La poesía no sirve para nada, expresan algunas bocas. Y en verdad, la poesía no sirve para nada; para nada que sea material, porque la poesía -y esto encontramos en la páginas de Jorge Enrique-, es la búsqueda de comunicación, la necesidad de diálogo, la perfecta forma de mantener un espíritu combativo o fortalecer la urgente solidaridad libre de fronteras. Es el hambre por desbaratar infamias políticas o represivas. La justa aspiración a una esperanza en medio de tanto quebranto.
¡Cuán necesario es el arte en la formación del ser humano! ¡Cuán necesaria la promulgación y uso de una educación donde se priorice al individuo como tal, en lugar de numerarlo o clasificarlo como desechable pieza dentro del inmenso ajedrez del juego económico. La educación actual ha desechado importantes ciencias humanas de sus currículos, sustituyéndolas por más horas de conocimientos técnicos, que si bien son necesarios para el campo laboral, no son primera prioridad en la formación personal.
No se puede construir una casa desde el techo, así como no se puede llenar la cabeza de ideas sin que antes se asienten bien los pies sobre la tierra. Por más aldea global, edificio inteligente o red satelital que exista, el humanismo siempre permitirá captar el medio que vivimos y así entenderlo y servirlo de mejor manera.
Gracias a la poesía de un poeta decente, de un poeta como Jorge Enrique Adoum.

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