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martes, 29 de diciembre de 2009

DE LAS MIL Y UNA METAS

Superado el frenesí de nuevo año, los abrazos retrasados, los propósitos y muchos deseos planteados, vale la pena mirar nuestros adentros para redefinir hacia donde vamos. Aunque no de manera premeditada, al menos en lo secreto de nuestro pensamiento, surgió la idea de cambio al iniciar un nuevo período; un cambio económico, sentimental, laboral o de cualquier otro tipo, pero sí, una transformación necesaria, porque si permanecemos iguales al día anterior, morimos de manera irremediable.

El valor que debemos dar al tiempo es la premisa: Todo segundo que escapa entre los dedos es irrecuperable; de allí, lo único real, es el presente donde se vive y donde se siembra para un espacio posterior, que si no llega, da la satisfacción de vivir el día y disfrutar de lo que se hace. No es la visión de la espiga naciente la que da luz al sembrador; es el contacto con la tierra, el beso del agua, el viento arremolinado sobre el rostro lo que crea su certeza de vida. No son los sueños quienes engendran la felicidad vivida, sino cada paso dado para su consecución.

Infinitas son las metas que podemos plantearnos. La primera, debe ser la felicidad. La felicidad es vida mientras que la depresión, la angustia, la desesperanza se transforma en una absurda muerte. Nuestra misión trascendental sobre la tierra es ser felices. Crear para nosotros mismos una sensación de bienestar, que a la larga se revierte en bondad y esa bondad es la propulsora de un nuevo mundo; solo seres felices pueden dar felicidad a otros, jamás brotará miel del corazón amargo ni crecerán magnolias sobre la piel de la roca.

Para la construcción de lo nuevo, necesitamos dejar atrás lo viejo; destruir lo vivido. La creación parte de la destrucción. Así como el universo se engendró del caos, así, el nuevo ser humano debe levantarse de su ceniza; quemar las cadenas que atan su libertad, las oleadas de prejuicios que sacrifican su paz por la paz de otros y que a la postre, se convierte en la peor de las mentiras. Nada más vil como el propio engaño, la desmedida traición con la que tantas veces nos asesinamos.

Otra gran meta humana, es la búsqueda de la verdad; pero : ¿Qué es la verdad?. Acaso la continua lucha entre el bien y el mal, sin entender que lo que a veces es bueno para uno se torna malo para otro. Místicos, psicólogos, sacerdotes, hablan de la verdad más allá de las cosas, Un futuro ilusorio puede ser la más grande de las mentiras, el falso paraíso, la reencarnación que nunca se cumple, todo quizá resulte vana fantasía. Tal vez la exquisita verdad está en lo que siente tu corazón y hacia donde te arrastra, sin que importe soledad o vanagloria, olvido o desprecio, palabras que te hieran o miradas que te ignoren. Al final todos conocemos la verdad hacia donde debemos caminar pero no tenemos el valor de llegar a alcanzarla.

Mil y una metas podemos plantearnos pero todas ellas van en pos de la verdad o la felicidad, ¡Sigamos el camino!

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