Datos personales

martes, 29 de diciembre de 2009

CUANDO LA MUERTE ES ALEGRÍA

Cuánta satisfacción produce la época de finados en un sector comercial que por esta celebración ve incrementar sus ganancias. Dejando de lado el abuso de algunos comerciantes, sirve rescatar la manera como muchas personas, de forma creativa y honrada trabajan para obtener algún necesario dinero extra, ofertando servicios como: venta de arreglos florales, agua, limpieza o pintura de bóvedas y otros pequeños negocios que demuestran el deseo de trabajar de nuestra gente.

En mitad de este ambiente, la alegría del reencuentro familiar se dibuja en los rostros de tantos parientes que por la fecha se reúnen en el seno de alguna casa y comparten una tradición muy nuestra como la colada morada y el pan; elementos insustituibles en nuestra cultura que a toda costa debemos defender y amar. Para muchos, el Día de los difuntos puede ser pretexto de nostalgia, pero también es el reencuentro con la fragilidad de la vida; el mero hecho de sabernos rompible caña que en algún instante puede doblegarse ante la oscuridad, sirve como aliento para disfrutar la magia del vivir, el gozo de compartir los amaneceres, el sonido de la lluvia, las campanas, la voz de quienes amamos y por qué no, las lágrimas de quienes en el viaje diario se alejan hacia otro sendero.

El arte de vivir confronta los encuentros y las despedidas; la vida y la muerte, porque la ausencia también es una forma de muerte así como la vida es un encuentro con las realidades, los sueños o los deseos. Mas, no por esto se puede hablar de tristeza. No existe la nostalgia cuando en el fondo del corazón queda latente el hecho de haber compartido grandes momentos junto a quienes hemos querido. No puede vencer la muerte a todos aquellos instantes donde la risa del ser querido, sus palabras, sus gestos, sus arrebatos de humor o desazón ocuparon un tiempo nuestro.

No puede vencer la muerte todos aquellos anhelos que nos vuelven seres humanos y no sombras. El tesón por el trabajo, el ánimo de alcanzar lo inalcanzable nos permite librarnos de un fallecimiento prematuro, donde si bien es cierto caminamos, pero no somos más que tristes cadáveres andantes en medio de todas nuestras frustraciones; vencidos por una profesión que no nos gusta, estudiando lo que no queremos, asistiendo a lugares que nos incomodan o charlando con gente que nos desagrada. Talvez ese es uno de los tantos rostros de la muerte a la que debemos aniquilar con una vida valiente, atrevida, que aunque pueda ser calificada de insensata, al fin es nuestra única oportunidad de vivir.

La muerte es la mejor razón para existir a plenitud, entender lo efímero de los minutos, lo intrascendente de un futuro ilusorio o la decadencia de un pasado que yace sepultado. ¡Sólo el ahora!. Sólo el hoy nos da la posibilidad de resucitar en cada amanecer y por tanto saber amar en el momento exacto y a la hora precisa. De nada servirá una pomposa ceremonia funeral, una placa de bronce o un ataúd de la mejor madera cuando en el momento de la vida no amamos a tiempo.

Que no pasemos por alto la llamada telefónica, la visita personal, los te quiero, los abrazos, las miradas confrontadas con la canela de la dulzura. No esperemos llorar en un funeral o entonar canciones con mariachis, bandas o elocuentes oraciones fúnebres. La vida hay que beberla a cada instante para poder reír ante la muerte de quienes ya no necesitan nuestras lágrimas porque pudieron llevarse nuestras risas

No hay comentarios: