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martes, 29 de diciembre de 2009

Del sensacionalismo y otras ignorancias

Resulta inherente en el ser humano su inclinación a la crueldad; la búsqueda del placer a partir de un sutil sadismo donde confluyen obscuridades síquicas que suelen ser delgados límites entre la cordura y la paranoia. La gente parece extasiarse ante la contemplación del desastre; gozar secretamente con la visión de lo macabro, como si un raro morbo habitase en los lóbregos recovecos de la mente.

A esta inclinación natural, súmase la inescrupulosa actividad de revistas, programas televisivos y seudos medios de comunicación, que sin reparo, explotan esta debilidad humana y la potencializan a niveles aberrantes. Diarios denominados de “crónica roja”, no son más que inmorales explotadores de espíritus incultos e indigentes. Resulta ignominiosa la exhibición de fotografías donde se destacan feroces crímenes o atroces eventos. Sólo el irrespeto a la dignidad autoriza la circulación de imágenes sangrientas como si nuestra población fuese una tribu de caníbales o vampiros ávidos de sangre.

Sumemos a esto, el indiscriminado bombardeo de imágenes sexuales que a vista y paciencia de todos se ha convertido en una legal venta de pornografía a través de una villana prensa que hasta a institucionalizado un “día sexy” sin importarle en lo absoluto los fines para los cuales fue instituido el periodismo.

Mantener un diario en un país de poca inclinación a la lectura es obra titánica, pero, esto no justifica que para venderlo se acuda al sensacionalismo, la mentira o la obscenidad. Uno de los fines esenciales del periodismo es la orientación cierta para la población; la búsqueda de senderos que permitan derribar la ignorancia que nos mantiene anclados al retraso mental, origen mismo, del retraso económico y moral.

Un país que permite la existencia de una prensa promotora de inmoralidades, demuestra el poco nivel intelectual que posee. No se puede concebir como libertad de prensa la exaltación de la violencia, la infidelidad, el robo, la traición, el chisme y más actos de degradación social. Una sociedad, para crecer y mantenerse debe estar arraigada en vigorosas plataformas morales. La fortaleza de un pueblo no se mide en los índices bursátiles, sino, en los niveles de educación y ética de su gente.

Junto a esta enfermiza prensa, se agrega la difusión de ciertos programas televisivos que por la pobreza mental con la que han sido concebidos se tornan malcriados, repetitivos y groseros. Programas de tinte “humorístico” que no tienen otro fundamento que la ridiculización de personas y bromas de neta alusión sexual. Son tan poco creativos que se permiten repetir los mismos desgastados chistes en continuos episodios que no trascienden más allá de la patanería y la vulgaridad.

Quienes están a la cabeza de los medios de comunicación deben tomar para sí la responsabilidad social que tienen y no permitir que se menosprecie la intelectualidad de nuestra gente. Exhibir y difundir material como los señalados, significa que nos consideran paupérrimas mentes a la cuales hay que rellenar de basura, burlas idiotas o bizarras imágenes.

Somos lo que vemos, lo que escuchamos o lo que admiramos. Es hora de cambiar paradigmas y llevar nuestra mente a otros caminos.

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