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martes, 29 de diciembre de 2009

EL ALQUIMISTA

De acuerdo a la definición del diccionario, se calificaba como alquimista, al hombre que profesaba el arte de la alquimia; entendiéndose por tal, al “conjunto de especulaciones y experiencias, generalmente de carácter esotérico, relativas a las transmutaciones de la materia, que influyó en el origen de la ciencia química”. En pocas palabras un cambio maravilloso con resultado espectacular. Este interesante título,”El alquimista”, figura como una de las novelas más difundidas del escritor brasileño Paulo Coelho, quien a pesar de su pobre calidad literaria, se ha convertido en un exitoso vendedor de libros; muy entendible si consideramos que hoy el gran interés de muchas editoriales es vender y conseguir altos niveles de ventas, antes que promover obras de verdadera valía artística y literaria.

El fin de este artículo, no es presentar una crítica sobre la obra, porque para ello debería centrarme en un análisis exhaustivo de innumerables aspectos sociales, políticos, culturales y muchos otros, que rodearon al aparecimiento de la misma. Mi visión es resaltar el valor que existe en todo libro, sin ser éste la excepción; ello me lleva a considerar la idea fundamental del mismo, donde se destaca simbólicamente la alquimia del ser humano; es decir el gran cambio que una persona puede experimentar cuando descubre la fuerza interior que posee. La búsqueda que el protagonista de la obra realiza entre sus páginas, lo lleva a descubrir que nada de lo exterior se puede cambiar si el ser interno no se mueve; la revolución primera viene desde la condición personal que busca mejores espacios de ser y existir.

La valoración del presente se considera como el gran paso para la conquista de una felicidad que si bien es cierto no es imperecedera, sirve para fortalecer el sentido del vivir. Tras congojas y sinsabores se halla la oportunidad del adelanto personal; la construcción de una “Leyenda personal”, como señala el autor. Cada individuo es responsable de su propia existencia; para ello cuenta con grandes dones: la inteligencia, el conocimiento, la esperanza y me atrevo a decir: la capacidad de soñar.

Lo sueños son antesala de grandes conquistas. La mente de los soñadores ha cambiado el curso de la historia y la forma de vida en el planeta. Pero, no basta con soñar, hay que tener la valentía de arriesgarnos a todo por alcanzar lo anhelado. En medida de la grandeza de nuestros sueños, también será el tamaño de las dificultades a vencer; las dificultades son la oportunidad para demostrar el oro que llevamos en el espíritu y la mente, porque soñar no es fantasear. Los sueños parecen imposibles, pero de acuerdo a la medida que los amemos, los podremos conquistar.

Hoy que vivimos épocas de incorporaciones, nuevos bachilleres y grandes decisiones, es el momento de apoyar e inspirar a los soñadores. La elección de una carrera o una meta, debe darse bajo la emoción de una conquista; vislumbrase a sí mismo ejerciendo la profesión o la forma de vida por la que se pretende luchar; mirarse con una imagen de felicidad que tampoco es sinónimo de riqueza material. El éxito no se mide en la cantidad de dinero que se consigue sino en la cantidad de alegría que sentimos y que podemos compartir

“El hombre es mortal por sus temores e inmortal por sus deseos”, decía Pitágoras. Si vamos en pos de un amor, una profesión, un negocio o cualquier otro sueño, enfrentemos los temores, venzamos los miedos, derrotemos prejuicios, luchemos contra el mundo y sólo así podremos decir: Somos soñadores capaces de conquistar lo que amamos.

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